"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

miércoles, 27 de marzo de 2013

EL CABALLO DE TROYA LLAMADO DEMOCRACIA: Por Carlos Soriano.

Democracia suena bien. No nos engañemos, hasta a los que no nos gusta aun nos llega el dulzón regusto de un dogma instalado, sin permiso del usuario en nuestras mentes. Hoy en día, con el beneplácito de los sumos sacerdotes de la Demos se puede hacer de todo, desde hundir a un País a invadir otro, pero eso si, democráticamente. De risa oye, sino fuera porque este supuesto "mal menor" es un autentico Kraken, devorador de naciones y valores. 

Y es que la democracia falla desde sus cimientos ,pues ¿desde cuándo que muchas personas voten por algo convierten eso en bueno o verdadero?

Si estamos en una reunión cualquiera y vemos a un hombre caer preso de un infarto ¿qué haremos?, ¿buscar un médico o promover una elección democrática para ver quién de todos los presentes es más votado para asistir al enfermo? 

O para contarlo de otra manera, el video mas visto de Youtube, democráticamente elegido es de Justin Bieber.

Hay quien habla de Democracia Real, sueña con la democracia de la Ciudad-Estado Atenas, en la cual, para empezar, sólo podían participar hombres libres y ciudadanos, los cuales tenían esclavos, eran ciudades de pocos miles de personas y para seguir, en las asambleas nacía la Demagogia y el populismo, pues democracia no es tener razón, sino hacer que crean que la tienes. Atenas tachado de la lista. Y hablando de griegos, la demoskratos llamada por Platón "el gobierno de la multitud" y considerada una de las peores formas de organización, la han convertido en un mithos, una leyenda tomada por verdadera por aquellos que mantienen y son mantenidos por tal basto chiringuito. Y es que es tan burdo que se ocupe un abogado de una neurocirugía como que la más votada, considerando que el voto del analfabeto tiene el mismo valor que el del Ingeniero, sea Alcadesa de la capital de España, con un léxico británico que mucho nos recuerda a aquel Español ligando con las suecas en los 70 o a nuestro primo de 9 años. Otro martillazo al ya de por si debilitado esqueleto de este sistema, que se mantiene cual muerto viviente, apestando lo que toca y andando, aunque todos sabemos que murió hace mucho.

Y mejor dejo en el tintero, el gasto monetario y de esfuerzo que conllevan las elecciones, ya que aparte de tejemanejes financieros pseudosatánicos, los gobiernos de este sistema gastan mas energías en ser ¿elegidos? por las masas que en gobernar para ellas.

Os dejo para acabar con la cita del filosofo y poeta argentino Jorge A. Livraga en su obra "El ideal político": “…Se nos dice que la democracia es cristiana…Si ello es así… ¿votaron las masas de Galilea y eligieron a Jesús para que las redimiera? ¿Votaron los árabes a Mahoma, los budistas a Gautama? ¿Fue Einstein elegido científico por elección popular…Becquer poeta, Beethoven músico?”.

“No. La democracia no existe ni puede existir dentro de la civilización. Es un ‘coco’ para que los niños…obedezcan, cuando se les manda dormir o callar”.

No hay más preguntas, democracia.

lunes, 25 de marzo de 2013

EL GENOCIDIO CRISTIANO EN EL LÍBANO Y LA VERDADERA HISTORIA DE SABRA Y CHATILA: Por J.Abou Elie.

Cuando en septiembre de 1970 la OLP intenta derrocar al régimen hachemita de Jordania, el rey Hussein mata a miles de palestinos y expulsa de su territorio a Arafat y sus secuaces. Esto es lo que se conoce como SEPTIEMBRE NEGRO. Los grupos armados palestinos se refugiaron en territorio libanés desde donde, para continuar con sus ataques contra Israel, implantaron lentamente un mini-Estado propio que generó tensiones étnicas.

La población cristiana del Líbano se resentía de la presencia palestina que ponía en peligro el frágil enlace entre las diversas comunidades de ese país y amenazaba con obligarlo a dejar de ser la única democracia del mundo árabe para transformarse en una dictadura árabe más, totalitaria e intolerante.

La metamorfosis demandó una década. En su libro "La guerra terrorista de Siria contra el Líbano y el proceso de paz" (2003), Marius Deeb relata minuciosamente cómo, entre 1974 y 2000, el régimen de los Assad en Siria engulló a su pequeño vecino (cabe consignar que el dominio de esa familia sobre Siria desde 1969).

La primera de una larga serie de matanzas contra cristianos, se produjo en el monasterio de Deir Ayach, el 3 de septiembre de 1975, donde palestinos asesinaron a tres monjes, Boutros Sassine, Antoine Tamini y Hanna Maksoud.El mundo no protestó. Los lugareños cristianos que vivían en las cercanías huyeron, y los agresores destruyeron la aldea. Los palestinos liderados por George Habash y Nayef Hawatmeh atacaron asimismo la localidad de Beit Mellat y asesinaron a los aldeanos que cayeron en sus manos.El siguiente año fue crítico.

El 15 de enero de 1976, los palestinos asolaron Kab Elias, una aldea mixta (cristianos y musulmanes) en el valle de Bekaa. Diez días después, dieciséis cristianos fueron asesinados y veintitrés heridos.

Los cristianos iniciaron su éxodo a Zahlé, Beirut oriental y Jounieh. En por lo menos dos ciudades, Damour y Jieh, las bandas palestinas cortaron los dedos de niños cristianos para asegurarse de que no pudieran disparar armas. Las iglesias de Damour fueron profanadas y trescientos habitantes masacrados. No hubo protestas.

El 19 de enero, la aldea de Hoche Barada fue enteramente demolida. Otro grupo fundado por palestinos, el Ejército del Líbano Árabe, destruyó la ciudad de Aintours. Tres cabecillas del grupo recibieron la misión explícita de llevar a cabo masacres que sometieran a los cristianos libaneses al Estado en formación de Arafat.

Samir Abou Zahr, lideró la masacre en Emir Bechir (donde las víctimas fueron asesinadas mientras dormían, Mostapha Sleiman hizo arrasar la ciudad de Checa, y Oiin Hatoum atacó los cuarteles de Khyam matando a más de treinta soldados libaneses.

Los cristianos solicitaban auxilio de un mundo que permanecía silencioso.

Y el vecino del norte, que siempre había descrito al Líbano como su «natural zona de influencia» se regodeaba en oír ese silencio. Las tensiones étnicas se extendieron y los drusos, solidarios con la OLP, comenzaron a hostilizar a los cristianos. Éstos pidieron un alto el fuego, pero el líder druso Kemal Jumblatt no lo aceptó.

Con la excusa de ese rechazo, el 31 de mayo de 1976, Siria invadió el Líbano esgrimiendo la curiosa explicación de que su presencia protegería a la minoría cristiana de la creciente hostilidad islámica.

Una vez que el ejército de decenas de miles de soldados sirios se hizo fuerte en el país, se lanzó a la operación inversa a la anunciada.

En los bombardeos subsiguientes, más de quinientos civiles cristianos fueron asesinados.

Al año siguiente, los sirios mataron a Kemal Jumblatt (16/3/77) y enviaron grupos guerrilleros para someter a las aldeas cristianas, en las cuales más de mil pobladores fueron asesinados. Sólo en Deir Dourit, devastada por completo, murieron doscientos setenta y tres.

Ni una palabra de queja en el mundo entero. 1978 fue el año de la apropiación siria del país, y el otrora Líbano independiente moría asesinado. Sami Khatib, instalado por el gobierno sirio como agente de seguridad, fue directamente responsable de la detención, tortura y desaparición de miles de libaneses opuestos a la invasión.

Ni una condena, lamento o queja de nadie. El 27 de junio de 1978 un escuadrón sirio conducido por Ali Dib arrastró a veinte jóvenes de sus camas en las aldeas de Kaa y Ras-Baalbeck, y los fusiló sin juicio ni acusación alguna. El objeto era el control total de una comunidad en la que pervivía el hábito antisirio de la libertad.

Ni la prensa, ni los organismos de derechos humanos, ni ningún país condenaron seriamente el episodio.

El 1 de julio, la milicia privada de Rifaat Assad, hermano del presidente sirio, sitió las zonas que permanecían libres en los suburbios de Beirut y las hizo bombardear durante cinco días y cinco noches, con cañones y morteros, con un saldo de más de sesenta civiles muertos y trescientos heridos. Nada.

En agosto de 1979, los sirios y palestinos destruyeron las aldeas Niha, Deir Bella y Uma, en el Norte. Ni una palabra de nadie. Los sirios y palestinos ya se habían impuesto al país.

Entre 1980 y 1981 las brutalidades sirio-palestinas se extendieron para acabar con todo foco potencial de resistencia. El 24 de febrero de 1980,el director de la revista Hawadess, Selim Laouzi, fue secuestrado por los sirios camino al aeropuerto, torturado y asesinado, y su cuerpo mutilado fue hallado en el bosque de Aramoun.

Nada.

El 23 de julio de 1980, Riad Taha, presidente de la prensa, fue asesinado en Raouché.
En marzo de 1981, la ciudad cristiana de Zahlé fue bombardeada y la monja Marie Sophie Zoghbi asesinada mientras intentaba socorrer a las víctimas.

Dos mil cristianos murieron en los bombardeos que siguieron en Beirut del Este, bajo el mando del palestino Ahmad Ismail. No hubo reacción.

Uno podría pensar que la falta de resistencia de Occidente se debía a que la agresión siria no los afectaba. Craso error. La desidia continuó cuando el ataque los afectó directamente. El 4 de septiembre de 1981, el embajador francés en el Líbano, Louis Delamarre, fue asesinado por sirios.

Francia apenas atinó a convocar a París para consultas a su embajador en Siria. En esto los franceses fueron más rigurosos que los españoles. Cuando en marzo de 1989 las tropas sirias asesinaron al embajador español, Pedro Manuel de Aristegui, junto con su suegro y cuñada, España ni siquiera llamó a consultas a nadie.

Sigamos con el relato.

En febrero de 1982 los Hermanos Musulmanes desataron una rebelión islamista contra el régimen de Damasco, en la ciudad siria de Hama. Sin ninguna vacilación, el ejército de Assad aisló la ciudad, comenzó su bombardeo generalizado a toda la población, musulmanes y cristianos sin discriminación.Fueron masacradas entre veinte y treinta mil personas. Nada de nada de nada. No hay condenas. Nadie se conmovía, nadie protestaba.

El 24 de mayo, los sirios atacaron la embajada francesa en el Líbano y asesinaron a su secretaria de asuntos comerciales, Anna Comidis y a diez personas más. Créase o no, nada.
El 6 de junio de 1982, Israel invadió el Líbano desde el sur. Los aldeanos recibieron a los tanques hebreos como liberadores. Los cámaras no podían creer lo que grababan cuando cristianos libaneses de todas las edades salían de sus casas para ofrecer flores y alimentos a los soldados israelíes.

No somos ingenuos: no había amor mutuo sino intereses en común. La población cristiana creyó que se pondría punto final a la tiranía terrorista sirio-palestina en el Líbano. E Israel había emprendido lo que dio en llamarse Operación Paz para Galilea en respuesta a morteros e infiltraciones de los terroristas palestinos, que ya tenían instalado en el Líbano un poderoso ejército. En uno de esos atentados (marzo de 1978) los milicianos que habían penetrado desde el Líbano, secuestraron dentro de Israel un autobús civil, y mantuvieron como rehenes a treinta y cuatro pasajeros, a los que finalmente asesinaron.

Israel invadió el Líbano a fin de terminar con la agresión que desde allí se ejercía, objetivo que eventualmente consiguió por medio de expulsar a Arafat y su OLP (quienes encontraron refugio en el lejano Túnez).

En agosto de 1982, gracias al clima de menor dependencia de Siria que se sentía desde la invasión israelí, el parlamento libanés eligió presidente del país al jefe de la Falange cristiana, Bashir Gemayel. Para los sirios esta osadía era un exceso, sobre todo porque se sabía que Gemayel cooperaba con Israel en la recuperación de la independencia del país.

Un par de semanas después, el 14 de septiembre, en el cuartel de la Falange en Chrafieh, Gemayel fue asesinado por una carga de explosivos colocada por Habib Chartouni, quien pertenecía desde 1977 al partido prosirio capitaneado por Assad Hardane. Los explosivos habían sido suministrados por el jefe de inteligencia siria, Ali Douba. Además del presidente, veintiséis personas murieron en el ataque. Los sirios consideraron a Chartouni un héroe.
Los cristianos, no precisamente.

El jefe de la seguridad de la Falange, Elie Hobeika, decidió vengar la muerte del presidente, en los campamentos palestinos de Sabra y Chatila.

El 16 de septiembre de 1982, cien falangistas penetraron en los campos y mataron a varios centenares de civiles (las estimaciones varían desde trescientos a quinientos). Los israelíes, en cuya franja de control se hallaban los campamentos, ingresaron en los mismos para detener la masacre cuando ya era demasiado tarde.

De todos los nombres de aldeas destruidas que incluí en esta crónica, no me cabe la menor duda de que los únicos que resultaron conocidos al lector son los de Sabra y Chatila. Y aunque Hobeika nunca se arrepintió de la matanza, aunque los falangistas la vieron siempre como un acto de aceptable venganza, ni éstos ni aquél jamás fueron reprochados por el mundo.

Diez años de guerra en el Líbano y de genocida ocupación siria, se redujeron en la conciencia de Europa a Sabra y Chatila. A esos dos nombres se dedicaron películas y libros, manifestaciones y condenas. Sólo a ese evento de la guerra en el Líbano, le dedicó Alberto Cortez una canción de su repertorio, y Jean Genêt en 1992 un tétrico documental, Cuatro horas en Chatila.Pese a todo, Israel y el Líbano firmaron un tratado de paz el 17de mayo de 1983, del que al poco tiempo Siria exigió su unilateral anulación.

Ningún medio de difusión volvió a mencionar jamás ese tratado, que no gozó de la aprobación internacional.

Las matanzas entre libaneses no se detuvieron.

En septiembre de 1983 más de cien aldeas en la región de Chouf fueron limpiadas étnicamente de cristianos por tropas drusas. En mayo de 1985, milicianos musulmanes atacaron nuevamente el campo de refugiados de... ¡Chatila! De acuerdo con datos oficiales de las Naciones Unidas, asesinaron a seiscientos treinta y cinco personas y dejaron a más de dos mil quinientos heridos.

¡Nadie se quejó! Las Naciones Unidas no se reunieron para condenar. Tampoco cuando en octubre de 1990 las tropas sirias mataron en ocho horas a setecientos cristianos más. Por toda respuesta el mundo hizo la vista gorda una vez más.

jueves, 21 de marzo de 2013

APUNTES EN EL CUADERNO DE BITÁCORA: En el 85 Aniversario del martirio de don Miguel Gómez Loza...

Beato Miguel Gómez Loza
Al lado de la figura luminosa de Anacleto González Flores, aparece otra, humilde, abnegada, solícita, la de Miguel Gómez Loza.

Si no fueron hermanos en la carne lo fueron en el espíritu y en el martirio. Muchas cosas los unían y los hacían inseparables: nacieron el mismo año y en la misma región, militaron en organizaciones católicas, compartieron ideales y profesión, pero, sobre todo, los unió su fidelidad inquebrantable y pura a la causa católica.

Miguel nació en Paredones, Jalisco, hoy El Refugio,el 11 de agosto de 1888; fue el menor de los dos hijos del matrimonio formado por Petronilo Loza y Victoriana Gómez. Perdió a su padre siendo niño, haciéndose cargo del hogar la madre; a la que profesaron, él y su hermano, verdadera devoción, tanto es así que tras el ingreso de Elías, el hermano mayor, al Seminario Conciliar de Guadalajara, decidieron los hermanos, invertir sus apellidos, de Loza Gómez en Gómez Loza, como homenaje y reconocimiento a la autora de sus días.

Su infancia transcurrió en su lugar de origen, dedicado a la atención de la modesta hacienda familiar: la parcela y el ganado. Al ingresar su hermano mayor al seminario, Miguel hizo cabeza de familia.

Hizo sus primeros estudios en su aldea. No tardó en ser conocido entre sus vecinos por su diligencia y solicitud, por su piedad eucarística y su apego a la religión. Fue acólito, sacristán y, en cuanto pudo, catequista; más tarde, realizó actividades cívico-sociales en beneficio de la comunidad, como fue el establecer Cajas de Ahorros.

Pronto se relacionó con la efervescente primavera del catolicismo social. Entró en contacto con el licenciado Miguel Palomar y Vizcarra, de cuyo trato surgió una caja rural Raiffeisen, en Paredones. En 1912, inició su trato personal con Anacleto González Flores. Todo esto sirvió de preámbulo a una decisión largamente acariciada: realizar estudios académicos. La principal causa de esta dilación consistía en no abandonar a su madre, pero planteado el asunto, resolvió inscribirse en la preparatoria del Seminario de Guadalajara.

Miguel no tardó en descubrir que su vocación no era el sacerdocio y que las aulas del plantel resultaban estrechas para sus anhelos político-sociales. Se afilió al Partido Católico Nacional y se matriculó en el instituto del Sagrado Corazón de Jesús, en la capital de Jalisco.

En 1913, se integró al grupo estudiantil de La Gironda, asumiendo, por elección y gusto, la condición de asistente de González Flores. Si a Anacleto le adjudicaron un cierto quijotismo filosófico, a Gómez Loza también le acomodó, a su manera, la imagen del manchego: Anacleto será la autoridad, Gómez Loza el ministro; uno, idea y verbo; otro, realidad y acción; uno el estratega, otro el responsable; uno es flemático, otro sanguíneo. Mutuamente se complementan. En ese año, uno y otro fueron admitidos como socios de la Congregación Mariana del Santuario de San José de Gracia.

Para mantener la representación de los valores sociales en la política, se hicieron cargo de la Unión Latinoamericana, corporación cívico-política de reciente creación. Meses más tarde, ya para terminar 1913 representarán al terruño, Tepatitlán, en la convención del Partido Católico Nacional, celebrada en Guadalajara.

El carácter sanguíneo de Gómez Loza se manifestó en tempranas muestras de ardor y celo, iniciando por este tiempo los arrestos que pulirán al hombre íntegro: pasó una semana en las celdas de la Inspección de Policía, acusado de cometer delitos de orden común retirar libelos contra la religión de lugares públicos, sustituyéndolos por otros que expresaban lo contrario.

El de 1914 fue un año de muchas actividades para Miguel Gómez Loza. Se inscribió en la Universidad Morelos, donde recibió el apodo "El Chinaco" por interrumpir en las aulas la disertación de un señor que ponderaba la trayectoria política del presidente Benito Juárez.

En los primeros meses de este año, hizo su aparición en Guadalajara una excéntrica española, Belén de Zárraga, atea hasta la médula; sus prédicas y alborotos estimulan a Miguel a impulsar la prensa católica, de la que será adalid; al efecto, funda y preside la sociedad de Propagación de la Buena Prensa.

Por otra parte, definió el que sería su campo de acción: el sindicalismo cristiano. Asesorado por el padre José Toral Moreno y, más tarde, por el R.P. Arnulfo Castro, S.I., creó una bolsa de trabajo, cajas de ahorro, cooperativas de consumo y el círculo de estudios para obreros, León XIII.

A mediados de 1914, los enfrentamientos bélicos entre carrancistas y villistas lo devolvió a Paredones, donde permaneció hasta 1915, año en el que pudo retornar a Guadalajara para proseguir sus actividades.

En 1916, terminó la preparatoria y se inscribió en la Escuela Católica de Derecho, posteriormente Escuela Libre de Leyes. El 14 de julio, participó como socio fundador de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, en cuyo seno fundó y presidió, poco después, el círculo obrero Gabriel García Moreno, del que surgió la publicación mensual El Cruzado.

En el año de 1917, fundó los círculos obreros José de Jesús Ortiz, para jóvenes operarios; Niños Héroes, para aprendices de artesanos; y Don Bosco, para tipógrafos. También hizo su aparición la Sociedad Mutualis­ta Obrera, que él promovió. Al disolverse en ese año La Gironda, se estableció con su madre, doña Victoriana Gómez, en una vivienda en la misma barriada del Santuario.

La prensa católica auspiciaba por Miguel emprendió la publicación de la obra La Cuestión Religiosa en México, de Regis Planchet.

El año siguiente, 1918 estará marcado por las labores de defensa del Arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez, y por el activísimo boicot puesto en marcha en el mes de julio y que conseguiría meses más tarde la derogación de dos decretos anticlericales sancionados por el gobierno del Estado, bajo los números 1913 y 1927.

En el mes de enero de 1919, fue elegido presidente de una sociedad cooperativa de consumo, La Popular.

En abril, participó activamente en la organización del Congreso Regional Católico Obrero, realizado con mucho éxito en Guadalajara. Al término de la asamblea, entre otras responsabilidades se le confió una diputación.

En 1920, fundó un nuevo círculo dentro de la A.C.J.M., el Trinidad Sánchez Santos, y coordinó la reimpresión de La Cuestión Religiosa en México, en una versión autorizada por la diócesis de Guadalajara y aumentada por el apéndice La cuestión religiosa en Jalisco, de Anacleto González Flores.

En noviembre de ese año, mientras los católicos se organizaban, llegaron a Guadalajara algunos líderes bolcheviques, portadores de un mensaje ateo y agresivo. Fueron éstos quienes, el 1º de mayo del año siguiente, 1921, colocaron en el asta de la Catedral tapatía la bandera rojiginegra. En cuanto la noticia se supo entre los acejotaemeros, Miguel Gómez Loza fue el primero en acudir al lugar, y sin medir los riesgos, se abrió paso entre la turba y ascendió la prolongada escalinata que conduce a las bóvedas de la Catedral, retiró la bandera del asta y la hizo pedazos, todo en la presencia de decenas de adversarios, quienes fueron incapaces de resistir el empuje y brío de Miguel que fue molido a golpes después de su hazaña.

En las elecciones para elegir autoridades locales del Estado, en julio de 1921,contendió como candidato independiente a uno de los puestos de elección popular. Su contrincante fue un caricaturista anticlerical, José Guadalupe Zuno, quien tuvo que recurrir a la fuerza para arrebatar los votos que el pueblo emitía en favor de Gómez Loza.

En las primeras semanas de 1922 se dispuso a ser examinado para obtener el título de abogado. Después de vencer mil obstáculos pudo, meses después, el 24 de junio, presentar el examen final en la escuela de jurisprudencia del Estado, obteniendo la aprobación de los jueces sinodales. Poco después abrió su despacho profesional.

Poco antes, en la cuaresma de ese año, se verificó un penoso incidente en el que se vio involucrado. La mañana del 26 de marzo, en el templo de San Francisco de Asís, un nutrido grupo de obreros católicos concluían una tanda de ejercicios espirituales con una Misa de acción de gracias. Al salir de la celebración, se toparon en el atrio de la iglesia con un contingente humano nutrido, dirigidos por una agrupación de choque que ostentaba el paradójico título de Sindicato Liberatorio de Inquilinos, capitaneados por dos bolcheviques a ultranza, Genaro Laurito y Justo González. Frente a frente católicos y socialistas, no tardaron en surgir las agresiones. Los primeros regresaron a la espaciosa nave de la Iglesia, mientras sus dirigentes, el padre José Garibi Rivera, Anacleto González Flores y Miguel Gómez Loza, deliberaban. El padre Garibi y González Flores fueron del parecer que los ejercitantes permanecieran en la iglesia en tanto se disolvía la manifestación de los socialistas, no así Gómez Loza, quien optó por manifestar su postura públicamente. En el jardín de San Francisco, trepado en una banca, arengó a los presentes a legitimar su causa. Por desgracia, los ánimos caldeados no permitieron el diálogo entre las partes. A las palabras se contestó con golpes y a éstos, sucedieron disparos en contra de los indefensos obreros católicos, muriendo en el acto seis de ellos y resultando lesionados muchos más. Este triste suceso le costó una fuerte reprensión del padre Garibi, que aceptó con humildad.

Un mes más tarde, del 23 al 29 de abril, bajo su dirección, se verificó en Guadalajara el Primer Congreso Nacional Católico Obrero, en el que participaron 800 delegados venidos de todo el país. De este congreso resultó la Confederación Nacional Católica del Trabajo, de la que Miguel fue nombra­do diputado; se fundó el Banco de Crédito Popular. Asimismo, el Semanario El Obrero, fundado por Miguel Gómez Loza, fue adoptado como órgano oficial de la confederación.

A finales de 1922, siguiendo los pasos de Anacleto, contrajo nupcias, en el oratorio de la A.C.J.M., con su primer y única novia, Mª Guadalupe Sánchez Barragán, hija de un respetable contador, Celestino Sánchez, y de su esposa la señora Sara Barragán. Celebró la Misa el padre Elías Gómez Loza y asistió canónicamente a los contrayentes su director espiritual  el padre Vicente Mª Camacho. Quienes han escrito de Miguel señalan con insistencia la limpieza de su corazón. Vivió la virtud de la pureza sin transigir, ni de palabra ni de obra, en algún acto que pudiera reportarle mancha a su conciencia.

Los nuevos esposos determinaron radicarse en una población de Los Altos de Jalisco, Arandas, donde Gómez Loza montó su despacho como abogado. No tarda en ser conocido y respetado por sus nuevos vecinos. Especialmente valiosa resultó su colaboración en la parroquia, a cargo del insigne señor presbítero don Amando J. de Alba, celoso promotor de la cuestión social. Lejos de perder su relación con sus amigos y compañeros de Guadalajara, Gómez Loza la mantuvo en la misma línea: fomentar el desarrollo del hombre aún en lo relativo a la distribución de los bienes. Tales empeños le granjearon la simpatía de los más yla animadversión de los menos. Por otra parte, realizó, sin fruto, las gestiones necesarias para que el Gobernador del Estado le expidiera su título como abogado.

El 11 de enero de 1923, se sumó a la nutrida concurrencia 80 mil personas-, que presenciaron la bendición de la primera piedra del monumento a Cristo Rey, que se planeaba construir en el cerro del Cubile­te, Guanajuato. Esta ceremonia sirvió de pretexto al gobierno de México para expulsar al Delegado Apostólico, Mons. Ernesto E. Filippi.

El 1º de marzo de ese año, José Guadalupe Zuno, su adversario político, fue investido como Gobernador del Estado de Jalisco, lo que dificultó hasta lo imposible la obtención del título profesional solicitado por Gómez Loza.

Aprovechando esta circunstancia, el alcalde de Arandas, Manuel B. Ascencio, enemigo acérrimo de la labor social promovida por Gómez Loza, consiguió la violenta y arbitraria expulsión de Miguel de ese municipio, sin que mediara orden judicial alguna. El desterrado se refugió por espacio de tres meses, en Jalpa de Cánovas, Gto., donde trabajó con el entusiasmo de siempre, difundiendo la doctrina social de la Iglesia. Pasado este tiempo, consiguió retornar a Guadalajara, donde se reunió con su familia.

En este período de su vida, ingresó a la Adoración Nocturna del Santísimo Sacramento. El 16 de septiembre de 1923 nació su primer hija, María de Jesús.

En la contienda electoral para elegir diputados locales, en 1924, apoyó incondicionalmente al candidato independiente Ángel Flores, apoyo que tuvo que lamentar. Por este motivo, sus amigos le acomodaron el dicho de Miguelito Buenafé. Aun en estas circunstancias, la honestidad de Gómez Loza quedó manifiesta, pues prefería padecer la desilusión antes que desconfiar de las personas.

Cuando en diciembre de 1924, J. Guadalupe Zuno, Gobernador de Jalisco, decretó la clausura del Seminario Diocesano y los católicos, apoyados por Anacleto González Flores, organizaron una asociación de apoyo de la que derivó a principios de 1925, la Unión Popular, para conducir este organismo se estableció un directorio de cinco miembros, uno de ellos era Miguel Gómez Loza.

La Santa Sede, accediendo a la petición del Arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez, reconoció la destacada participación de Miguel Gómez Loza en la promoción social y en el apoyo a la causa católica, otorgándole la cruz Pro Ecclesia et Pontifice. Junto con él fueron igualmente condecorados Anacleto González Flores, Ignacio Orozco y Maximino Reyes.

El 1º de junio de 1925, fue clausurado el Instituto de Ciencias, regenteado por los religiosos de la Compañía de Jesús. Las protestas de los estudiantes del extinto plantel quisieron sofocarse mediante arrestos masivos; a la defensa de los presos opuso Gómez Loza numerosas solicitudes de amparo ante la autoridad federal que mucho atenuaron la rigurosa actitud de los mandatarios locales.

El 25 de julio, se alegró con el nacimiento de la segunda de sus hijas, María Guadalupe.

Conforme transcurrían las semanas, la actitud del Gobierno Mexicano recrudecía su postura en torno al problema religioso. Dispuestos a atacar de frente, el 23 de febrero de 1926 clausuraron el centro de la A.C.J.M. de Guadalajara, encarcelando en la Penitenciaría del Estado, entre otros, a Miguel. Será en la cárcel donde luzca su carácter de apóstol. Los numerosos arrestos, lejos de amilanarlo, le sirven de estímulo. Entre los presos gana adeptos para la causa, predica la Palabra, reza el rosario. No habiendo delito que perseguir, el 1º de abril es puesto en libertad, pero en las puertas mismas de la prisión, ante algunos correligionarios que esperaban su salida, es capturado por agentes de la Policía Secreta. Enterados de manera providencial de su paradero, algunos amigos, venciendo todos los obstáculos, intervinieron para librarlo de la privación injusta de su libertad y del riesgo de la vida.

La fecha señalada por la autoridad federal para entrar en vigor la Ley Reglamentaria del artículo 130 de la Constitución y la Ley que reforma el Código Penal Federal en materia de culto religioso y disciplina extrema, fue elegida por la Unión Popular para aplicar un boicot por tiempo indefinido.

Comenzó antes de ese día el adiestramiento de promotores de la Unión y del boicot en Jalisco y Estados circunvecinos. Miguel, tesorero de la Unión, impulsó a muchos jóvenes acejotaemeros a fundar en el interior del Estado, filiales de la Unión Popular y realizar una campaña de proselitismo en favor del boicot. Hacia todos los rumbos partieron los entusiastas misioneros llevando en los bolsillos el dinero apenas suficiente para llegar a su destino, dejando a la Providencia el resto de la empresa.

Dispuesto a llevar a sus últimas consecuencias el boicot económico, en su calidad de autoridad moral entre los católicos, Miguel cumplió con rigurosa exactitud las medidas adoptadas por la Unión y las compartió con su familia. Esta actitud lejos de mermar su alegría y su humor, pareció acrecentarlo.

Algunas anécdotas refieren hasta qué punto le era imposible aceptar de sus correligionarios la mentira y el engaño, y también hasta qué punto sabía olvidar las ofensas.

En noviembre, en tanto las agresiones en contra de los católicos aumentaban, nació su última hija, María del Rosario.

Mientras la discordia aumentaba, empeorando la situación de los creyentes, muchos esperaron la señal para iniciar la resistencia bélica. Miguel, por su parte, enterado de que su hermano sacerdote se moría, voló a El Refugio, sólo para presenciar el tránsito del padre Elías Gómez Loza, su único hermano, el 20 de diciembre. Después del sepelio, regresó a Guadalajara donde se enteró de las novedades: Anacleto González Flores, reacio hasta el último momento a elegir la resistencia armada como vía de solución al conflicto, accedió como mal menor a retirar la prohibición a tomar las armas que pesaba sobre los socios de la Unión Popular. Gómez Loza advirtió el costo de la empresa y sus casi seguras consecuencias  La Liga había nombrado delegado suyo al jefe de la Unión Popular, Anacleto González Flores. A él correspondería coordinar la administración de los recursos y las estrategias de los católicos alzados en armas, mientras que a Miguel corresponderían semejantes funciones, las de jefe civil, pero en la zona de Los Altos.

Salió de Guadalajara el 5 de enero con rumbo a El Refugio, donde evitó un atraco. Poco después recibió la pequeña imprenta en la que se editaba Gladium, cuya edición y entrega corrió desde entonces por su cuenta. Días más tarde, luego del encuentro bélico de Troneras, en el que los cristeros, capitaneados por Lauro Rocha y el presbítero Reyes Vega, obtuvieron una sonada victoria sobre las fuerzas federales, Gómez Loza actuó como abogado defensor de los prisioneros, solicitando infructuosamente el indulto para los reos.

Se estableció en dos campamentos, uno en Cerro Gordo y otro en un lugar denominado Picachos, perteneciente al municipio de Tepatitlán, lugar estratégico para desplazarse a todos los puntos de la región que requirieran su presencia. A través de un propio, Isaac Fernández, mantuvo contacto permanente con su familia y con Anacleto. Entre otros encargos pedía siempre escapularios, medallas y crucifijos para repartirlos entre la tropa y no dejó de enviar a su familia la exigua contribución que su honradez acrisolada tolera como salario, apenas lo suficiente para atender las necesidades elementales de su madre, esposa e hijas.

Después de la muerte de Anacleto, ocurrida el 1º de abril de 1927, la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, autoridad máxima entre los católicos de la resistencia, expidió un nombramiento a favor de Miguel Gómez Loza, confiriéndole la gubernatura provisional del Estado de Jalisco para los municipios adeptos a dicha resistencia.

Días más tarde, un penoso incidente vino a empañar la causa cristera, el asalto a un tren de pasajeros proveniente de la ciudad de México, que costó la vida a muchos civiles inocentes. Dicho atraco, planeado y dirigido por el presbítero Reyes Vega, le desconcertó en grado sumo. Apenas supo lo ocurrido, reprobó resueltamente el acto.

Poco después, encontrándose próximo a San Juan de los Lagos, solicitó a la autoridad eclesiástica el apoyo espiritual de capellanes castrenses para las tropas, petición atendida en parte.

A mediados de junio, se estableció en La Presa de los López, del municipio de Arandas; por su parte, la infatigable prensa en la que se imprimía “Gladium”, fue instalada cerca de allí, en el cerro de La Culebra.

Al finalizar agosto, pudo encontrarse con su esposa e hijas en Los Salados, Guanajuato. Poco después, el 3 de septiembre, la Liga aumentó su responsabilidad al conferirle la administración conjunta de la parte occidental del Estado de Guanajuato.

Con el transcurrir de los días, afinó las atribuciones ordinarias de su cargo político: giras de inspección, comunicados, emisión de decretos y circulares, así como el arbitraje de las controversias. Esto último le originó ciertas fricciones con el general Enrique Gorostieta, nombrado Jefe de las Operaciones Militares en Jalisco y Zacatecas. Más que gobernador, Miguel ejercía las funciones de procurador o comisario castrense entre los participantes de la resistencia católica.

A pesar del tiempo transcurrido entre los católicos de la resistencia, su actuación durante los enfrentamientos entre cristeros y las tropas de la federación es clara: no le correspondía a él, como autoridad civil, participar en el fuego cruzado de los combatientes, y aunque poseía pistolas una que fue de su hermano el sacerdote, y otra, obsequio personal de un colaborador jamás las usó en contra de nadie, ni siquiera para repeler alguna agresión.

En octubre de 1927, al grito de ¡Viva Cristo Rey!, organizó entre los cristeros la celebración solemne de la fiesta de Cristo Rey. También se adoptó para los campamentos cristeros el lema de la Unión Popular, por Dios y por la Patria.

Miguel buscó nueva dirección, encontrándola en Palmitos. Las primeras semanas de 1928 transcurrieron sin incidentes notorios. La resistencia de los católicos se había consolidado; las acciones beligerantes se planeaban de acuerdo a estrategias oportunas; los recursos, siempre escasos, se administran con tino, y el adiestramiento de las tropas había mejorado notablemente.

En el mes de marzo, se estableció en una ranchería próxima a Atotonilco, El Lindero. El miércoles de Lázaro, 21 de marzo -irónicamente memoria civil por el natalicio de Benito Juárez-, una avanzada militar, aprovechando el descuido o la complicidad del centinela, se apostó en torno a la finca ocupada por Gómez Loza y su secretario, el señor Dionisio Vázquez. Cuando se advirtió la presencia de los adversarios era demasiado tarde para escapar. Gómez Loza y Dionisio Vázquez emprendieron la huida el primero, portador de documentos relativos a la resistencia activa de los católicos, intentó destruirlos antes de recibir por el pecho y por la espalda los disparos de sendos francotiradores apostados en lugares estratégicos.

Consumada la muerte, el cadáver fue trasladado a Atotonilco, de donde fue conducido a Guadalajara. Parecía éste un golpe rotundo a la organización cristera, pero el pueblo católico lo interpretó como un triunfo, manifestando su congoja y su esperanza. A la capilla ardiente donde fueron velados sus restos, acudieron decenas de católicos a honrar al fallecido, tocando con veneración sus restos. Al sepelio, verificado en el panteón de Mezquitán, acudió una muchedumbre inmensa.

La joven viuda y las pequeñas huérfanas debían recibir una prueba más, la demencia de la madre del caído, doña Victoriana, incapaz de soportar la muerte de sus dos hijos. El 1º de abril de 1947, sus restos fueron colocados en el muro norte del crucero poniente del Santuario de Guadalupe, en Guadalajara, sirviendo de pedestal, como lo hizo en vida, a su entrañable amigo Anacleto González Flores.

Le acomodan este apodo a Gómez Loza como contrasentido, pues chinaco es el título dado a los guerrilleros que apoyaron la causa del liberalismo encabezado por Juárez.

LOS SIGNOS: Por el P. Leonardo Castellani.


Los Signos se han cumplido.

Los Signos se han realizado. ¿Qué importa que los hombres no los vean? ¿Y por ventura eso mismo no está profetizado y no es otro Signo, que los hombres no los verán?

¡Desdichados de los que no ven los Signos! ¡Y des­dichado también del que los ve!

La lucha está llegando al desenlace. La corrupción del mundo está tocando a la raíz.

Todas las energías del diablo están concentradas hoy día en corromper lo que es específicamente religioso.

Al diablo ya no le interesa matar; lo que le interesa es corromper, envenenar, falsificar.

Vivimos crudamente bajo el signo del que no puede vivir ni morir. El diablo no puede ni vivir ni morir.

Nuestra época no puede vivir y no quiere morir.

Por eso, me dijo don Benya, no escriba con mis apun­tes un libro de ciencia: ¡escriba una novela! De todos modos se van a reír; comenzando por los profesores de Sagrada Escritura.

A algunos les ha sido dado ver los Signos, a otros menos —y para esos solos hay que escribir— y finalmente otros de ningún modo. No hay que afligirse.

El don de entender las profecías es como el don de profetizar. De suyo no requiere la ciencia, brota de la fe. Es una fe que súbitamente se inflama en imágenes, en sueños.

Los profetas han sido hombres de todas clases, un rey como David, un cortesano como Isaías, un pastor como Baruch. Hubo mujeres profetisas.

De suyo, el profeta no es necesariamente santo; aunque claro que si lo es, tanto mejor. La profecía es una gracia gratis dada.

Pero ¡pobre de aquel que ha sido elegido para vivir en tiempo futuro! Eso se paga caro. Hay como dos vidas en él, una que devora la otra. Vive fuera del presente.

Y los hombres que viven en tiempo presente, como es la ley de la vida, rechazan instintivamente hacia la so­ledad al que vive el tiempo futuro. O lo matan.

Pero de todos modos yo tengo que ir adelante. Ten­go que marchar. No puedo dejar de hablar. Y no puedo dejar de ver.

Pero ¿es que en realidad veo algo? Yo no hago más que sacar en limpio.

Yo pongo en limpio lo que han visto innumerables hermanos míos en el dolor y en la visión lancinante.

Como aquellos monjes antiguos que hacían coronas áureas; hay una atribuida a Tomás de Aquino.

Como aquel anacoreta que copió en un grueso cua­derno todas las comparaciones aplicables al Santísimo Sa­cramento que hay en Virgilio y en Hornero.

Yo colecciono los dichos de los iluminados que al toparlos encienden en mí como un destello doloroso. Los dichos que se cumplen en mí.

Antiguos y modernos, poetas que han superado la poesía y filósofos que han despreciado su filosofía, que han muerto o visto morir su poesía y su filosofía.

¿Cómo osaría afirmar yo una cosa, yo solo? No me atrevo a decir nada que no haya dicho antes un iluminado.

Y donde están dos unidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos. Y en la boca de tres testigos toda verdad se acepta.

Yo soy el testigo pasivo, a quien para ver que lo dicho por los otros es verdad le basta la llaga de su alma; yo soy el corpus delicti. Yo padezco mi época.

Yo he aceptado el vivir en mi época, el vivir adentro de mi época, es decir, el sufrirla. Yo he aceptado el riesgo. Sobre mí el primero se han volcado las Siete Plagas.

Mi alma es un espejo vivo del desorden de mi época. He aceptado ser anatema de Dios por solidaridad con mis hermanos. En mí ha entrado el desorden de la época, que no perdona ni a la Iglesia.

Ay, yo no he huido la realidad. Mi manera de ir a Dios es no rechazar ninguna realidad. Dios es la Realidad.

La Iglesia está enferma, la Iglesia ha sido atacada por dentro.

La Iglesia está enferma de la misma enfermedad de que enfermó la Sinagoga.

El mundo va pareciéndose cada día más al mundo al cual bajó el Hijo de Dios doloroso: tanto en la Iglesia como fuera de ella. Paganismo y fariseísmo.

No digo que haya defectado en la Fe, que haya de fallar en la Fe, pues posee contra eso la infalible prome­sa divina.

Pero Pedro pecó tres veces contra la caridad; y Caifás profetizó criminalmente a pesar suyo. Y así será en el fin.

Y cuando un enfermo dice que él está enfermo no hay que dudar, porque él siente su enfermedad.

Y él siente su enfermedad, porque cada una de sus células se siente pertenecer a un cuerpo que anda mal. Y la mayoría de las células no pueden decirlo.

Pero algunas pueden decirlo. Y ésas son las células nerviosas. ¡Desdichadas células nerviosas!

¡Infelices células nerviosas, cuyo único oficio es tras­mitir al cerebro y dende a todo el cuerpo, que el cuerpo anda mal!

Y si no trasmiten, están muertas. Para ellas vale más morir que no trasmitir.

Los Signos se han cumplido. He aquí lo que yo ten­go que trasmitir so pena de muerte interna.

Los Signos se han cumplido.

Leonardo Castellani, “los papeles de Benjamín Benavides”, Capítulo 1 “los Signos”.

¿QUÉ ES LA B´NAI B´RITH?: Por Jacques Plocard D’Assac.

La B´Nai B´Rith
Hacia fines del año pasado, los argentino pudimos comprobar con estupor hasta donde llegaba el destaro de esta logia internacional judeo-masónico, a través de unos afiches que hizo pegotear impunemente por la ciudad, repudiando cuatro verdades de a puño dichas por el Padre Beltrán. Poco tiempo después, el más alto jerarca de la secta visitaba, como es de rigor, nuestro país y se entrevistaba con Alfonsín en fraternales encuentros. Quedaba ratificada una vez más la actual política de sometimiento al Judaísmo Mundial y la invasión orgánica que este ejecuta sobre la Argentina. Parece oportuno pues, referirse a la B’NAl B’RITH. Lo hacemos traduciendo un notable artículo de Jacques Ploncard D'assac aparecido en el diario francés PRESENT, en 1987. Si bien esta nota fue escrita con ocasión de la alianza concertada contra Jean Marie Le Pen entre la logia judeomasónica y los dos partidos más numerosos de las “derechas”, ilustra con claridad a todos los lectores.

New York, 1° de octubre de 1843. En el Café Sinsberner, once judíos emigrados de Alemania, tienen una misteriosa reunión. Se trata de crear una obediencia masónica reservada exclusivamente a los judíos.

La concepción no deja de ser curiosa. En efecto, la francmasonería se proclama por encima de todas las religiones y de todas las razas; por lo tanto no parece pues imposible que los judíos puedan iniciarse en alguna de las logias masónicas existentes. Parece, sin embargo, que en este ambiente del siglo XIX no estaba ausente cierto racismo en la sociedad protestante norteamericana. Un poco por todos lados se hallan inscripciones discriminatorias indicando: “solo se admiten a cristianos” o “la clientela judía es indeseable”. La cuestión es que los once judíos del Café Sinsberner deseaban una obediencia masónica reservada a los judíos únicamente. Sin duda habían medido el interés que podía haber en contar con una sociedad secreta a su disposición exclusiva. Además, deben buscar un nombre. Al principio el grupo era llamado Bruder Hundes —o Unión Fraternal— pero pronto van a encontrar uno mejor: será el de B’nai B’rith.

Es interesante saber cómo se llega a él. B’nai viene de la raíz hebraica Ben que significa “hijo” pero que puede significar también “príncipe, habitante, comunidad, discípulo”. En cuanto a B’rith, que originalmente tenía el sentido de trozo de animal en los sacrificios rituales, derivó luego en el de “tratado, afianza, promesa”. La expresión completa significa por lo tanto: los Hijos de la Alianza, los Príncipes de la Promesa, los Hijos de la Unión. A menudo se encuentra la deformación yiddish de Bne Briss usada en Alemania. Los judíos sefardíes, en tanto, pronuncian Beni Beríth.

He aquí a los once fundadores provistos de un nombre. Es indispensable suponer que ya eran masones, afiliados a logias norteamericanas puesto que eligieron un ritual que es una mezcla del rito de York y del rito norteamericano de Old Fellows. Su primera logia llevará el nombre de New-York Lodge cuyo primer presidente será Julius Bienaunque el fundador de la obediencia fuera el hermano Henry Jones. Los B’nai B’rith de 1843 parecen ser judíos venidos exclusivamente de Alemania y sus escritos estaban en alemán.

El éxito es veloz en esta comunidad cerrada donde las noticias corren. Un año después de su fundación la orden está en condiciones de abrir una nueva logia en New York y una tercera en Baltimore. Pero el B’nai B’rith tenía una vocación internacional. Necesitaba responder a los requerimientos del pueblo judío disperso. Ya en 1849, enCincinnati, una logia actuará en inglés. En 1850 existen 20 logias B’nai B’rith en los Estados Unidos las cuales reúnen 2 218 miembros en total. Comienza a aparecer entonces el verdadero carácter de esta masonería; el de ocuparse de las comunidades judías en el mundo entero y antes que nada en Europa.

En 1851 se la ve intervenir frente a las autoridades norteamericanas para protestar contra un tratado firmado entre los EE.UU Suiza porque ciertos cantones de la Confederación Helvética imponían restricciones a los derechos de los judíos. El B’nai B’rith ya era suficientemente poderoso como para obtener un triunfo. En 1857 el Tratado fue modificado. De allí en más su poder internacional no habría de ceder más sino incrementarse. El B’nai B’rith hoy día es miembro consultor del Consejo de Europa, de las Naciones Unidas, de la UNESCO, y de la OEA.

En Europa, el B'nai B'rith hacia 1882 después de haberse propagado por toda Alemania —lo que se explica por el origen de sus fundadores— se había difundido en Europa Central y Oriental: Bucarets, Praga, Constantinopla, Viena, Cracovia. En 1905, ya se encuentran Logias en Basilea, y en Zurich, en 1912 en Copenhague y en 1923 en La Haya y Ámsterdam. Estos nombres indican por si solos que los B’nai B’rith primero se desarrollaron en países de fuerte población judía. Pero será en tos EE.UU. sin embargo, donde su poder se afirmará muy rápidamente. En 1913 se los ve fundar la Anti-Defamation League, liga Contra el Antisemitismo, a imitación de las organizaciones francesas similares LICRE y MRAP.

En Francia la Logia-madre France 1151 es creada en París en 1932. En los años siguientes a la “Liberation” tendrá por dirigente al Hermano Pierre-Jean Bloch y es través de la personalidad de este último que uno puede darse cuenta del poder oculto de esta masonería, Pierre-Jean Bloch ocupa, en Londres, una posición de capital importancia en el entorno del Gral. De Gaulle: es agregado al gabinete particular del Jefe de la “Francia Libre”. Allí se ocupa en especial (Cf, “Díctionnaire politique” de Costón, t. 1) de los servicios políticos: depuración, lucha contra los petainistas, servicios secretos gaullistas. En Argelia ocupa el cargo de delegado general del Interior. De Gaulle a su regreso a Francia le encarga la liquidación de los bienes de la prensa interdicta. Finalmente, nos dice Costón, “funda y dirige una agencia de publicidad encargada de la distribución del Presupuesto de Israel”.

Los B’nai B’rith durante el siglo XX han jugado, especialmente en los EE.UU. un rol político importante. Uno de ellos, Samuel Rosenman será, a la vez, presidente de los B’nai B’rith del Estado de New York, y consejero íntimo del Hermano Rooselvet al cual, se dice, le preparaba a menudo documentos y discursos. Y continuará desempeñando el mismo papel con el Hermano Truman.

¿Cuál es el objetivo de la Orden?

La Guide juif de France lo resume así: unir los judíos “por sus más altos intereses y los de la Humanidad” y más precisamente, “defender el patrimonio religioso y espiritual por una acción educativa y cultural coherente, especialmente entre los jóvenes y consecuentemente, reaccionar cuando así convenga contra las tendencias asimiladoras”. Lo cual es perfectamente loable desde el punto de vista judío.

La logia France 1151 había sido fundada por un abogado ruso, Henri Sliosberg, nacido en Mir y que fuera diputado a la Duma refugiándose luego en Francia cuando el Hermano Kerensky hubo finalmente, por su política liberal, dejado la puerta abierta para que los bolcheviques se quedaran con el poder. Iniciado en la masonería rusa inmigrada a Francia en 1921, fue luego fundador de las logias Astrée Hermés, Gamoione, y Lotus del rito escocés. La Logia France 1151 se instaló en París en la calle Rembrand 6. Rápidamente se difundió al punto que las nueva logias debieron reunirse en una Unión de las asociaciones francesas B’nai B’rith. Destaquemos entre ellas una logia Zadoc Kahnfundada en 1963 y un capítulo Anne Frank, creado en 1964. Se conocen logias provinciales en Belfort, Clermont-Ferrand, Colmar, Granoble, Lille, Lyon, Marsella, Metz, Mulhouse, Nancy, Niza, Estrasburgo, Troyes y Villeurbaine. Los B’nai B’rith son más de 500.000 iniciados repartidos en una cincuentena de países. El presupuesto anual de la Orden fue estimado en 1976 en unos 20 millones de dólares.

Nos queda ver, mientras tanto, cuales son los lazos existentes entre esta masonería y la masonería ordinaria. El gran historiador Bernard Lazare en su libro: L’Antisemitisme asegura que en la cuna misma de la masonería ya hubo judíos, que se los vuelve a encontrar en el siglo XVIII “en torno a Weishaupt y Martínez de Pasqualis, un judío de origen portugués” que organizó numerosas sociedades secretas en Francia. Para Bernard Lazare, la masonería representa los dos costados del espíritu judío: el racionalismo práctico y el panteísmo. Así pues se congratulaba de que los enciclopedistas y los jacobinos “a pesar de su oposición, llegaran al mismo resultado, esto es; al debilitamiento del cristianismo”.

La revista masónica “Le symbollsme” en 1962 escribe que el primer rol de los franc-masones “será el glorificar la raza judía que guarda inalterable el depósito divino de la ciencia. Por eso es que se apoyarán en ella para borrar las fronteras”.

Es conocida, igualmente, una curiosa declaración del Rabino Hermano Magnin, aparecida en B’nai B’ríth Magazine vol. XXIII p.8 “Los B’Nai B’rith son un mal necesario. En todos lados donde la masonería puede confesar sin peligro que es Judía por naturaleza como por su fin las logias ordinarias bastan para esa tarea”.

Esta identificación de las finalidades judías y masónicas no es reciente. Hace más de un siglo la Varieté lsraelité en 1631, t. V., p. 74, declara que “el espíritu de la masonería es el espíritu del judaísmo en sus creencias fundamentales; sus Ideas, su lenguaje, casi su organización”. “El advenimiento de tiempos mesiánicos verá el coronamiento de esta maravillosa casa de oración de todos los pueblos de los que Jerusalén será el centro y el símbolo triunfante”. Se trata de una idea que se volverá a encontrar sin duda en la gran reunión de las religiones en Asís, donde se la podrá meditar en las palabras de Elías Eberlin en Les juifs d’aujourd’hui; Israel cumple inexorablemente “su misión histórica de redención de la libertad de los pueblos, el mesías colectivo de los derechos del hombre”. Estas fórmulas y estas ideas, tradicionalmente en el judaísmo, recuerdan recientes consignas romanas invitando a los católicos a “preparar el mundo para la venida del Mesías obrando conjuntamente con los judíos por la justicia social”, (cfr. Present 29-6-1985 y Jean Madiran: La question jvive dans l’Eglise. En; Itineraires, 301, marzo 1986.

No se puede permanecer indiferente al hecho de que varias personalidades al hecho de que varias personalidades alB’nai B’rith se encuentren en el origen de las reformas propuestas al Concilio Vaticano II en vistas a modificar la doctrina tradicional de la Iglesia de cara al Judaísmo. Entre ellas hay que retener especialmente la presencia del Hermano Label Katz, la más alta autoridad de la Orden. Si, según el presidente norteamericano de las B’nai B’rithla misión de la Orden es el mantenimiento de la “continuidad judía”, no puede decirse que sirviera igualmente bien a la “continuidad católica”, lo cual no es ciertamente su misión.

Jacques Plocard D’Assac, Revista Cabildo, 2ª época, año XII, N°119.

miércoles, 20 de marzo de 2013

RECEN POR MÍ. A PROPÓSITO DEL NUEVO PONTIFICADO: Por Antonio Caponnetto.

Dios primero y mi hogar después, son testigos de la cantidad innúmera de personas que me solicitan alguna opinión orientadora sobre lo que acaba de suceder en la Iglesia. Esos requerimientos, en algunos, toman el modo de una dolorosísima y apremiante necesidad de discernir cuanto ocurre y de obrar en consecuencia. En otros bordea la desesperanza y la angustia, desaconsejables compañías si las hay. Y aunque en todos los casos he recomendado oración, espera silenciosa, vigilia cauta y fortaleza –y sobre todo, aguardar con paciencia el curso de los primeros tiempos del nuevo pontificado- tanto desasosiego junto percibido en unos y en otros me obligan a hablar, siquiera provisoriamente y sin mengua de futuros retoques a cuanto ahora escribimos.

Sé bien que la razón principal de esta demanda amistosa de la que soy objeto, no se debe a ninguna especial facultad mía, ni a contarme yo entre los especialistas en la disciplinas propias de los clérigos; sino al hecho por todos conocido de haberme visto obligado a mantener con el Cardenal Bergoglio un doloroso y sistemático disenso, dejando documentadas mis acusaciones a sus múltiples desvaríos y yerros en un libro editado en Buenos Aires, en el año 2010, bajo el título La Iglesia Traicionada. Si ésta es la causa singular por la que puede revestir algún interés que haga públicas mis primeras reflexiones, queden asentadas a continuación.

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1º) Será tarea de los teólogos de la historia más eminentes, discernir con solvencia si el Cónclave que eligió al Papa Francisco estuvo iluminado y movido por la inspiración del Espíritu Santo, como la fe nos lo señala; o si por alguna razón que ahora ignoramos, los Cardenales electores fueron engañados, resultaron objeto de alguna extraña manipulación, o cerraron su entendimiento a la lumbre del Paráclito. “La nube cubrió el Tabernáculo de la Reunión, y la gloria de Yahvé llenó la Morada”, dice el Libro del Éxodo (40,34). Pero esa nube sólo puede ser vista cuando los ojos son el espejo que reflejan “el fuego de la noche” que pone en marcha a los creyentes fieles. La Nube, según la metáfora veterotestamentaria, puede hacerse visible, pero no todos los ojos pueden tener la misma visibilidad.

San Ignacio de Antioquía ve a la Iglesia como una casa, en la cual, el maderamen que la sostiene es la Cruz de Cristo, y el Espíritu Santo como la maroma que la alza (Carta a Éfeso, IX,1). Mas para contemplar dócilmente a la maroma —dulcis hospes animae— el alma debe estar a la escucha (1 Sam 3,10), existiendo la dramática posibilidad de que no se perciban las cosas del Espíritu, como lo notó San Pablo en el capítulo segundo de la Primera Carta a los Corintios. Son, pues, cosas diversas las que conviene distinguir desde el comienzo. Una la presencia del Espíritu Santo, que no osaríamos negar. Otra la recepción del mismo por parte de los electores, que pudo haber estado parcialmente eclipsada, por los motivos que la misma Escritura advierte. Por eso Malachi Martin, desde los renglones iniciales de su obra El Cónclave Final,advierte con el Libro de la Sabiduría (9,14-17), que si no se está atento al Espíritu, “las deliberaciones de los hombres son indecisas y sus resoluciones precarias”.

Entiéndase que la duda aquí planteada –que bien quisiéramos que no fuera duda alguna- tiene su razón de ser, no en el cuestionamiento de la asistencia de la Tercera Persona Trinitaria en el Cónclave,ni en la valía moral de quienes se aprontaban a ser movidos por Él, sino en la incertidumbre sobre la ciencia, la serenidad y la prudencia de este específicoCardenalato para signar a la persona indicada. Humanamente consideradas las cosas —y no es ilegítima esta consideración— la conducta de los electores estuvo condicionada por la circunstancia inédita y atípica de tener vivo al Papa al que había que reemplazar. Y reemplazar tras una decisión abdicatoria que aún hoy siembra inquietudes, suspicacias e interrogantes. Ponerle fin a la vacancia de la sede, con un Papa honorario o emérito que orando vigila y aguarda, no es ni ha sido hasta hoy el clima habitual de los Cónclaves.

Al tiempo que escribimos estas líneas, el 15 de marzo, el Papa Francisco le ha dicho a los miembros del Colegio Cardenalicio en la Sala Clementina: “Es curioso: yo pienso que el Paráclito da todas las diferencias en las Iglesias y parece como si fuera un apóstol de Babel”.Estremece tamaña denotación y referencia al Paráclito, a escasas horas de una acción directa del mismo sobre el cuerpo colegiado que lo invistió sucesor de Pedro. Si cabe la posibilidad de que algunos o muchos perciban a la Tercera Persona como apóstol de Babel, no se pecaría de audacia concluyendo en que, entonces, algo soterrado y anómalo pudo suceder en este Cónclave. Permita el Señor que muy pronto tengamos que disipar este dilema con la certidumbre de que no hubo yerro alguno entre los Cardenales. Lo permita el Señor,trayendo frutos benditos de este nuevo pontificado, pero no cerremos los ojos los hombres porque la realidad sea dura de contemplar. Negarse a una lectura parusíaca de lo que acaba de suceder, por temor a quedar como un orate de exégesis privadas, puede conllevar el riesgo de negar la existencia misma de los Ultimos Tiempos, y de los sucesos especiales que los caracterizarían.

2º) Haga lo que hiciere a partir de este momento el Papa Francisco —y esperamos que todo lo santo y sabio sepa hacer— es imposible omitir o ignorar que el hombre que acaba de llegar a la silla petrina arrastra concretos, abultados y probadísimos antecedentes que lo sindican como un enemigo de la Tradición Católica, un propulsor obsesivo de la herejía judeocristiana, un perseguidor de la ortodoxia y un adherente activo a todas las formas de sincretismo, irenismo y pseudoecumenismo crecidas al calor de la llamada mentalidad posconciliar.

Si a quienes no han tenido ocasión de verificar estos graves cargos —sumables a otros, largos de enunciar— lo antedicho pareciera desmesura o apriorismo, sirvan de inocultables pruebas a posteriori las adhesiones a su pontificado llegadas en estos mismos días desde los cabezales del Modernismo, desde las altas y siniestras logias hebreas, como la B’Nai Brith, o desde el templo mayor de la masonería argentina. Documento único en su género este último, en el que la sede local de la Sinagoga de Satanás, con la firma del Gran Maestre Ángel Jorge Clavero, y fechando lo dicho el 13 de marzo, por primera vez se congratula con el nombramiento de un Obispo de Roma. Que rabinos, cabalistas y masones estén de parabienes, y hasta compitan en prontitud por hacer llegar sus adhesiones al nuevo Pontífice, es un aval indeseable que debería preocupar a todo bautizado fiel. Tampoco es una señal tranquilizadora que ministros del culto israelita llamen “mi Rabino” al Papa Francisco, mientras reconocidos representantes del progresismo religioso más radicalizado —como Küng o Boff— ofrezcan su beneplácito en forma ostensible. Si la complacencia o el silencio de Roma es la única respuesta a este sinfín de adhesiones tenebrosas, la responsabilidad no está sólo en quien respalda sino en quien se deja respaldar.

En consecuencia, no se necesita acudir a ninguna teoría conspirativa para dar como hipótesis razonablemente válida que estas fuerzas, sempiternamente comprometidas en la disolución de la Fe Verdadera, pudieron haber tenido algún papel protagónico, tanto en la abdicación de Benedicto XVI, primero, como en la elección del Cardenal Bergoglio, después. De hecho, durante su largo ministerio como Pastor de la Argentina, dichas fuerzas antagonistas de la Cristiandad fueron sus públicas y visibles amistades, a la par que se marginaba, menospreciaba y castigaba a la filas defensoras de la ortodoxia católica. La comprensible debilidad humana hará que muchos de estos perseguidos y damnificados por el Cardenal Bergoglio, callen ahora; o algo más serio: simulen congratulaciones. En esto, al menos, nosotros no podemos callar ni fingir. Otros dirán que nada se gana con recordar ahora las muchas inconductas pasadas del prelado en cuestión. No es cierto. En su Introducción a la monumental Historia de los Papas, Ludovico Pastor, enseña con la autoridad que le compete, que “no hay conflicto con la ley de la fama, al escribir [sobre los Pontífices] las cosas malas pero verdaderas que en su tiempo fueron públicas”, mientras se sostenga “con suficiente causa, a saber, en cuanto lo requiere la integridad de la historia”.

3º) Si como bien se ha repetido en estos días, el Cardenal Bergoglio ha muerto para dar paso al Vicario de Cristo, llamado escuetamente Francisco; si Dios opera el milagro —tantas veces mentado— de sacar agua de las piedras y de convertir, una vez más en la historia, a Mastai Ferreti en el insigne Pío IX; si el Señor sabe escribir derecho con renglones torcidos; pues todo esto lo creemos, esperamos y rogamos, sin ceder a tentaciones extremosas ni a posturas eclesiológicas extravagantes. Todo esto lo pedimos con fe inquebrantable, puesto que el milagro y el misterio están en la vida misma de la Barca. Nosotros creemos en el milagro. Pío IX, renunciando virilmente al escandaloso daño que hizo en sus primeros tres años de pontificado, supo al fin forjar “una página de historia escrita a los pies del Crucifijo”,según sintetizó Jacques Crétineau-Joly. No hay porqué suponer que Dios declaró clausa esta posibilidad histórica.

Pero también es católico leer el Libro del Apocalipsis. Y en el capítulo trece se describe a dos fieras, del mar la una, de la tierra la otra, que a su turno, y desde ámbitos distintos aunque complementarios, coadyuvan al triunfo del Anticristo. Contestes están los hermeneutas, y citamos por lo pronto a Straubinger —quien a su vez remite a los Padres— en que esta fiera terrena tiene mucha semejanza con el pastor insensato del que habla Zacarías (Zac. 11,15); en que podría tratarse de “un gran impostor que aparece con la mansedumbre de un cordero”; en que no sería otra cosa, al fin, más que un falso profeta al servicio de la Bestia.

Pieper dice que esta fiera representa la Propaganda Sacerdotal del Anticristo; y de sobra es sabido que el padre Castellani sostiene que tiene un carácter religioso, sin excluir la dolorosa posibilidad de que se trate de un personaje individual mitrado, un Pseudoprofeta de una Religión Adulterada. Recientemente, y entre nosotros, fue Federico Mihura Seeber el que le dedicó pensadas páginas a escudriñar la naturaleza de esta Fiera, considerándola como aquella que le sirve de profeta, o propagandista o maestro de ceremonias, o Sacerdote o Pontífice de El Anticristo. Está dicho en su libro homónimo, que tuvimos ocasión de presentar durante al año 2012.

Expliquémonos sin elipsis en tema tan arduo. No estamos diciendo ni sugiriendo que el Papa Francisco sea la Fiera Terrena que columbró San Juan. Estamos diciendo que tan católico es confiar en que la Divina Providencia puede hacer de un heterodoxo al Papa del Syllabus, como tener en cuenta que, alguna vez, un Falso Profeta puede acarrear a la perdición desde un alto sitial religioso. Y que ese “alguna vez” no puede excluir nuestro presente, sólo porque nos aterre la sola idea de protagonizar el final. Quienes quieran confiar en la conversión del Cardenal Bergoglio, y consecuentemente a la rehabilitación de la Esposa, tan maltrecha hoy, nos encontrarán entre los suplicantes confiados y firmes. Es más, si como es deseable y previsible,tal conversión se probara por los frutos, nos encontrarán entonces al servicio incondicional y gozoso de Francisco. Pero si los frutos trajeran la desgarradora noticia contraria, no habremos dejado de ser católicos por recordar la profecía joánica, y obrar en consecuencia, resistiendo al mal desde el pequeño rebaño. Como no dejó de ser católico el Padre Julio Meinvielle cuando, en su obra La Iglesia y el Mundo Moderno, retrató los pasos de la Revolución Anticristina dentro de la Iglesia, anunciando su penetración en las obras y el pensamiento, hasta provocar una verdadera dislocación interior.

Tanto se peca contra la mirada sub specie aeternitatis si nos negamos a considerar que la gracia de estado puede hacer prodigios, aún en un hombre contrahecho; como si nos negamos a considerar que la revelación divina contenida en el Apocalipsis es tema que no nos compete aquí y ahora. Por eso nos sobresaltó tanto una noticia menor, aparecida en la página segunda del periódico La Nación, del día 16 de marzo. Según el relato, Francisco llamó a la Curia de Buenos Aires para cumplir con algunas salutaciones y recados pendientes. Atendido por la secretaria habitual, y anonadada la misma, le preguntó perpleja cómo habría de llamarlo. “Llámeme Padre Bergoglio”, fue la respuesta. El primero que debe creer y aceptar que Bergoglio ha muerto para dar lugar al Santo Padre Francisco, es el mismo Cardenal Jorge Mario Bergoglio. La Gracia también supone la gracia.

4º) Más de una vez hemos distinguido con García Morente, entre el estilo y las maneras. Propio del caballero, aquél; impropias del mismo éstas últimas. Aplicando a lo que ahora incumbe, no debe confundirse la virtud de la humildad con su parodia, ni el estilo genuinamente humilde —que brota del señorío interior— con las maneras sobreactuadas de la modestia. Una cosa es la posesión de un estilo y otra distinta el amaneramiento. En nada se analogan el abajamiento ascético y el plebeyismo gestual. Y si es cierto que la captación del primero supone un espíritu entrenado, mientras el segundo es fácilmente captable por las masas, mal camino elegimos si en vez de propender la elevación y el afinamiento de las almas hacemos ademanes gratos a las tribunas aplaudidoras. Sobre todo, si entre esas tribunas se haya la prensa internacional,culpable en grado sumo de las agresiones más viles contra la Iglesia.

Lo primero que debería hacer un hombre auténticamente humilde es impedir que el mundo entero cantara loas a su humildad. O por lo menos, protestar que tales encomios violentan su carácter. Si como bien enseña Santo Tomás (Sum. Th., II.IIae, q. 113), no se debe cometer un pecado para evitar otro, en mucho ha de cuidarse el que no quiera incurrir en soberbia, de faltar a la caridad hacia el prójimo, obrando por contraste, de modo tal, que dicho prójimo pudiera ser tildado de presuntuoso. Calzar por humildad zapatos ordinarios de calle, cuando hasta ayer se usaron otros en consonancia con los colores litúrgicos y la dignidad del Divino Peregrino a quien esos pies representan en la tierra, es ofender, o al menos poner en duda, precisamente por contraste, la humildad de quien hasta hace instantes calzó de ese modo. Es inexplicable —por no cargar los adjetivos— que a la par que se alaba a Benedicto XVI públicamente, no se quiera columbrar el destrato que se le inflige con estas promovidas comparaciones patéticas.

Ejemplo nimio, se dirá; pero se potencia hasta el extremo cuando se dice —como lo ha hecho Francisco el sábado 16 de marzo— que él bien “quisiera ver una Iglesia pobre y para los pobres”, como si hasta hoy ambos bienes le hubieran resultado ajenos u hostiles a la Esposa del Redentor. Como si no hubiera existido, por caso, un San Pío X, venerado por el pueblo llano, sin necesidad de bajarse de su trono. Extraña humildad la de tenerse por axis mundi de una iglesia que recién con uno mismo tomaría conciencia del bien de la pobreza; y extraña paradoja la de optar por los pobres pero contar con las fervorosas adhesiones de masones y judíos, que amén de lo más grave —su condición de cristofóbicos— son los titulares de la usura internacional. Incluyendo al gran Rabino de Roma, a quien invocando el Concilio Vaticano II, invitó expresamente a “la misa solemne de inauguración de mi Pontificado”, pero no a donar sus finanzas para los más necesitados.

Tampoco debe confundirse el siempre necesario homenaje a la investidura, y en este caso, nada menos, que a la del Vicario de Cristo, con la superflua pleitesía a la persona o al funcionario. Bien estará que eliminemos todo signo exterior de servilismo a la persona, aún el que pueda tener cierto arraigo o acostumbramiento por el mero paso de los años. Pero no estará bien suprimir el ceremonial tradicional y digno, con sus signos, sus gestos, sus pasos demarcados y significativos, porque dicha supresión no comporta incremento de la humildad sino abolición de los ritos y de los símbolos. La Iglesia no es la limusina ni los uniformes de los guardias suizos. Pero bien ha explicado Guardini la pervivencia del espíritu eclesial en los signos sagrados. Si en nombre de la austeridad quedasen abolidas o relegadas todas aquellas hierofanías que comporta el canto, la museta, la estola o la bendición melismática, el Papado no habrá ganado en pobreza evangélica. Se habrá vaciado de mytos, como diría el fraile Diego de Jesús. Se habrá inmanentizado y rebajado, para hablar sin metáforas.

Mucho nos tememos, por lo que ya llevamos visto, que el Papa Francisco esté en tamaño terreno tan completamente desprovisto de un recto criterio, como transido de malos hábitos porteños, fanatismos futboleros incluidos. El franciscanismo del Poverello de Asís es garantía de santidad probada; el de Paolo Farinella, con su novela Habemus Papam, apenas si conduce a la risotada zafia. Pero hay un franciscanismo aún peor que registra con llanto la historia de la Iglesia. Es aquel que bajo cierta influencia gnóstica de Joaquín del Fiore produjo reformas eclesiales que adulteraron la mismísima doctrina católica, incurriendo, entre otras, en la amenaza del utopismo, la herejía perenne, según recordada definición de Molnar. Capítulo extraño éste del descalzismo o de la descalcez extraviada en la vida de la Iglesia, que ha sido estudiado,entre otros, por Fidel de Lejarza, José Antonio Maravall o Georges Baudot. Por eso, bien recuerda el fraile Miguel Padilla que la pobreza de San Francisco es de índole teologal, no sociológica; y que expresamente dispensaba de la pobreza lo tocante a la Sagrada Liturgia y a la Santa Misa. “Los Vasos Sagrados, los Ornamentos y los Libros donde están las Palabras de Jesús deben ser esmeradamente cuidados”.

Hagamos votos para que el franciscanismo del Papa Francisco, en las antípodas de toda corriente desviada, signifique el retorno a aquella desnudez que alegorizara Juan Ramón Jiménez: “desnudez malva de estrellas mojadas”, como “la túnica de una inocencia antigua”.Hagamos votos porque este franciscanismo restaure a la Nave, defenestrando de su seno a sodomitas y a fenicios, a los adúlteros espirituales y carnales, a todos cuanto el de Asís les enrostraba, “¡El Amor no es amado!”, porque se amaban ellos, henchidos de fariseísmo y de poderes carnales.

Que lo cuide Dios al Papa Francisco de no confundir el camino. Porque hay confusión cuando se hace bendecir por el pueblo; hay confusión al pedir “una gran fraternidad” omitiendo al Padre en que tal comunión fraterna se vuelve legítima; también la hay si hace prevalecer los supuestos derechos de las conciencias no creyentes al deber pontificio de bendecir cruz en ristre, como si esa cruz, trazada siquiera en el aire por la mano consagrada, pudiera ofender a los incrédulos. Confunde asimismo el proponer como modelo sacerdotal la figura inequívocamente progresista del padre Gonzalo Aemilius, como sucedió el domingo 16 de marzo. No; no son señales que puedan suscitar una especial tranquilidad.

Hay también otra confusión, que de extenderse fuera del campo acotado en que se manifestó, puede acarrear acciones gravemente desacertadas. Querer viajar a la Ciudad Eterna para postrarse ante el Vicario de Cristo, no es un dolo que deba reprimirse, dando el monto del pasaje a los pobres, sino una virtud llamada magnificencia: ponerse en gastos y esfuerzos, precisamente por aquello que es santo, sacro o heroico. Algo nos quiso decir el Señor al respecto, cuando no avaló al Iscariote que le pedía a María trocar el rico perfume con que adoraba al Divino Hijo, por su equivalente en metálico para ayudar a los necesitados (Jn. 12,1-11).

Tampoco nos tranquiliza el cuasi unánime aplauso del mundo que, arrobado por su campechanía, ha dejado de tenerlo como piedra de escándalo y signo de contradicción. ¡Es uno más del mundo, como ellos y como todos!, festejan los multimedias. Pero el mundo no necesita que la Silla de Pedro esté ocupada por un austero fatigador de los transportes públicos, sino por un alter Christus vigoroso que, báculo en mano, entre en franca y aguerrida confrontación con él, amonestándolo y enmendándolo. Precisamente ésto enseñaba San Francisco, que la pobreza es el muro que nos separa del espíritu del mundo.

Cuidado —suplicamos contritos— con equivocar el camino. Pues haber recomendado la lectura del Cardenal Kasper —llamándolo “un teólogo in gamba”— en el Primer Angelus del V Domingo de Cuaresma, tampoco nos ayudará a recuperar la iglesia de los pobres. La evidencia se impone. Kasper —junto con el entonces Cardenal Bergoglio— es uno de los que en julio de 2004, en el lujoso hotel cinco estrellas Intercontinental de Buenos Aires,organizaron el Foro Judeo Católico, auspiciado por importantes organismos hebreos de la plutocracia americana y europea. En aquella ocasión, el ahora recomendado autor propuso lisa y llanamente la amalgama de las religiones judía y católica, porque “ambas son mesiánicas y el mesianismo tiene que ver con la esperanza”.

5º) Algunos, no sin razones, sostienen que lo bueno del Pontificado de Francisco es la impugnación que su figura representa del gobierno tiránico kirchnerista, indignándose con los rastreros ataques que le han propinado en estos días un puñado de sicarios del oficialismo. Va de suyo que asomarse a la pasquinería izquierdista causa repulsión y espanto. Y que al constatar la naturaleza teológica del odio a la Fe que esos miserables ejecutan, no se puede sino estrechar filas junto al Santo Padre. Callar toda reticencia y ponerse de su lado, codo a codo.

Pero también aquí el simplismo dialéctico puede jugarnos una mala pasada hermenéutica. Si Francisco hubiera querido diferenciarse del gobierno argentino, y confrontar abiertamente con los criminales marxistas que lo secundan por doquier, no sólo debió haberlos descalificados públicamente por sus múltiples aberraciones, que bien le constan han cometido y cometen, sino que era la precisa ocasión de proclamar urbi et orbi la falsificación sistemática de la historia reciente que se viene llevando a cabo, con el agravante inicuo de miles de personas cautivas, y centenares de ellas muertas en cautiverio, ofrecidas todas en el altar del revanchismo comunista. El mundo entero podría haberse enterado de la ignominia y de las muertes que, en nombre de los derechos humanos, se cometen hoy en nuestra desfigurada patria. El mundo entero podría haber conocido, por boca del Pastor Universal, que en la Argentina hubo mártires católicos, de la talla de Genta, Sacheri o Amelong, asesinados por los mismos que ahora ocupan el poder.

En lugar de eso, un comunicado oficial del Vaticano, firmado por el Padre Federico Lombardi, el 15 de marzo, aclaraba que “Jorge Mario Bergoglio hizo mucho para proteger a las personas durante la dictadura” y recordó que una vez nombrado arzobispo de Buenos Aires “pidió perdón en nombre de la Iglesia por no haber hecho bastante durante el período de la dictadura”. En vez de desmontar la falacia, la convalida elípticamente. Lo bueno del actual Pontífice, entonces, sería lo mismo que siendo Cardenal se ocupó de probar minuciosamente en su libro El Jesuita: su condición de colaboracionista de la guerrilla marxista y clero asociado, con diversos y creativos medios a su alcance. Lo reprobable, paralelamente, y por eso mismo objeto de su pedido de perdón, habría sido no poder cooperar más con aquellas “personas” que, sin motivo alguno, claro, un buen día las Fuerzas Armadas Argentinas se decidieron a combatir. Es la mentira de lo sub-implicado.

"Se trata de una campaña difamatoria, bien conocida", advirtió Lombardi. La difamación no consiste en tergiversar horrendamente los acontecimientos sucedidos en la década del ’70, sino en pretender que en aquellos turbulentos años, el Cardenal Bergoglio haya podido estar del lado de los represores del terrorismo rojo. Así, imprevistamente, la impostura basal de todas izquierdas vernáculas y mundiales, ha quedado convertida en versión canónica, con el aval de la Santa Sede. Y sellada con el pacto de cortesía recíproca que presidió el encuentro entre Francisco y la comitiva oficial del Gobierno Argentino, el mediodía romano del 18 de marzo. Ni Francisco condena la tiranía marxista que nos asfixia, ni Cristina avanza en su descalificación del reciente Obispo de Roma; antes bien descubre coincidencias y comparte regalos. Entente cordiale para todos y todas.

Algún día habrá que hallar una palabra exacta para rotular la conducta de la actual dirigencia política –oficialismo y oposición, presidenta y escoltas, lo mismo dá- que satánicamente hostiles a la Iglesia y al Papado hasta hace minutos, pugnan ahora por derrocharse en majaderías, remilgos y solícitas condescendencias. Pero si no hallamos esas palabras, repetiremos las de Pármeno a Calisto, en el acto cuarto de La Celestina, refiriéndose a la inmunda buscona: ¡puta vieja!. Y aunque lo nieguen, dice Pármeno, así lo repiten los ladridos y las aves, los ganados y las bestias, los herreros, los armeros, los caldereros y arcadores. Todos a una le gritan el mote infamante y redondamente verídico.

6º) Ante la renuncia de Benedicto XVI, escribimos una nota diciendo claramente que la misma nos dolía. Y tras explicar los motivos, asentamos, entre otros, el hecho de que, guste o disguste, la Iglesia, en la práctica, quedará sujeta a una bicefalía .Tanto más si, como está a la vista, el heredero del Cardenal Raztinger parece querer diferenciarse de él, y de sus predecesores, con una seguidilla intempestiva de actitudes externas que, o buscan presentarse como revolucionarias, o si no lo son, resultan pasibles de ser leídas así por el mundo. No creemos que se explicite ninguna hermenéutica de la ruptura, y tal vez todo acabe en la argentina teatralidad de los mocasines gastados. Más que no creerlo, no lo esperamos, pues confiamos en que la Divina Providencia resguarde a la Cátedra de la Unidad. Pero lo sucedido en estos escasos días pontificales de Francisco está siendo tomado y exigido por muchos como una ruptura, sin que hasta ahora se le haya puesto un freno severo y categórico a tamañas conjeturas. La homilía del día de la asunción formal del Pontificado era una ocasión propicia para ello. Se la utilizó en cambio para dar consejos píos sobre la ternura y el cuidado del medio ambiente.

Quienes se entusiasman hallando en Francisco muy buenas y oportunas expresiones de recio cuño católico, están en todo su derecho. Nos sumanos con renovada esperanza a tan honesto entusiasmo. Porque esas muy buenas expresiones, es cierto, las ha proferido. Pero muy avanzada está entonces la descomposición causada por la guerra semántica en la Iglesia –por ese pendularismo que denunciara Romano Amerio- si hemos llegado al punto en que la sorpresa gozosa de nosotros, los fieles, es escuchar a Pedro hablar como Pedro.

Aquella abdicación de Benedicto nos dolía, supimos decir. También nos duele esta designación. Es un dolor indescriptible y hondo, amasado en el recuerdo vivo y fresco del sinfín de actitudes opuestas a la Verdad que le vimos protagonizar cara a cara al entonces Jorge Mario Bergoglio. Es un dolor que no se parece a ningún otro, y que sólo puede cauterizar la espera esperanzadora y longánima de los frutos.

En esa espera tensa nos acompaña una promesa, un pedido y un ejemplo. La promesa es de Nuestro Señor Jesucristo. “Yo rezaré por tí para que no desfallezca tu fe”, le dijo a su primer vicario, y en él a todos sus sucesores. Si la Fe no le desfallece y la conversión lo reviste con su gracia, habrá un bien para la Barca y aún para la Argentina.

El pedido es el del mismo Papa Francisco, en su primera aparición; quien sin olvidar su clásico “recen por mi”, agregó además el recemos los unos por los otros. Oremus ad invicem. Éso hagamos. Recemos recíprocamente para sostenernos en estos tiempos, tal vez apocalípticos, sin el uso hiperbólico sino estricto de la palabra; y elevemos en común la plegaria a la Trinidad Santa para que nos permita discernir, sirviendo siempre a lo que es de Dios y combatiendo con ahínco cuanto se le oponga, proceda de donde procediera. Si fuera la hora de la luz, que nos dejemos envolver por ella, olvidándonos de las tenebrosidades del pasado. Si en cambio éstas persistieran, que no desertemos de la luz, como diría Thibon. No estamos llamando a la rebeldía ni a la desobediencia, ni a dar por nula la autoridad pontificia, sino al recto discernimiento. Sin palabras crípticas digámoslo ya todo: no podemos ni debemos seguir al Cardenal Bergoglio. Si transfigurado en cambio por la plenitud de la gracia de estado, ese pastor que conocimos se ha convertido ya en el dulce Jesús en la tierra, se nos conceda el privilegio de prosternarnos ante él.

Una promesa , un pedido y un ejemplo, decíamos. El ejemplo es el de San Francisco de Asís. Así lo contempló Anzoátegui, con su pluma señera:

“Juglar de Dios, rotoso
Príncipe y paje de Nuestra Señora,
¡Qué dulce, qué gozoso
aquel ritual que otrora
te abría las compuertas de la aurora!”

Imaginémoslo –como lo hizo Rubén Darío- saliendo a la búsqueda del lobo para quitarle el demonio del cuerpo. O mejor aún, como lo describe la hagiografía, recibiendo en el monte Alverna los estigmas de Jesucristo, después de lo cual quedó transido de un maravilloso fuego de amor.

No los halagos de los más perversos enemigos de la Cruz, que hoy forman fila para congratularse y encomiarlo, sean los adornos del Papa Francisco. Sino quellos rituales “que otrora abrían las compuertas de la aurora”. Y mejor aún: las señales cruentas, abiertas y sangrantes del Madero. Porque la única revolución que necesita la Iglesia es en la acepción que hiciera Chesterton de la odiosa palabra: dar la vuelta entera; que en este caso no sería otra cosa más que regresar a las fuentes vivas, primeras y fundantes de su Gloriosa Tradición.