"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

viernes, 13 de mayo de 2011

POEMA: En una entraña se teje la vid...

En una entraña se teje la vid,
el fruto total que se derrama,
que se esparce líquidamente sobre el cielo manantial,
que se traza sobre constelaciones y ventanas.

Se envuelve en seda para la ocasión,
para el instante de mareas y olas descamisadas,
ruboriza una sonrisa y un cabello de ámbar,
también su sombra cómplice, con almendras perfumadas.


Se hace niña la vid,
hilándose en delirios zigzagueantes;
en cada centella,
cada viento abrazado tras la puerta,
sobre su pierna, su vientre,
su ombligo,
su grieta de luz cegadora.


Toda ella empapada hasta el paraíso,
respira y evoca la vid,
alza su sentido plateado,
recorre los rincones causando explosiones,
éxtasis infinitos en cada roce,
conexiones que apuntan hacia el punto más lejano,
que atraen el ave y lo regresan a voluntad.


En la inspiración, deja de estar acá la vid.
Luego de encontrarse en su velo mistérico
retorna al salto con su núcleo lleno:
de electrones y trufas,
chocolates de otra realidad,
cantares para sembrar,
sombrillas menguantes,
tamboras,
cencerros y cascabeles,
toda una magia.


Aterriza la vid:
su derecha apunta al cenit,
su izquierda una rama de romero en flor.

Regresa la vid,
se posa sobre la arena y descansa,
cierra sus ojos, vuelve a la entraña;
se viste otra vez de alborada,
esperando el vino nuevo.
Espera su luna en la tierra,
un sueño pleamar del alma.

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