"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

domingo, 29 de abril de 2012

POEMA: Antes de nacer...


Si hubiese árboles altos y hierba corta
como en un increíble cuento,
si hubiese un mar azul, azul marino,
y azul celeste hubiese un viento,

si colgase del aire un fuego afable
que calentase todo el día,
si le creciese barba verde al prado...,
¡oh, qué bien sé lo que yo haría!

Duermo en la oscuridad, soñando que
hay ojos grandes y además
sombrías calles y calladas puertas
con gente viva por detrás.

Que venga una tormenta y me despierte,
y lloraré todo el derroche
de los sueños de vida que he soñado
en los imperios de mi noche...

Y si una vez pudiese caminar
por esos sueños unas millas,
sería el más alegre peregrino
del País de las Maravillas.

No me oirías palabras de desdén
ni una palabra lastimera,
si encontrara la puerta de ese mundo
alucinante, si naciera.
 
Por Gilbert Keith Chesterton.

Traducción de Enrique Garcia Maiquez. Publicado en “Lepanto y otros Poemas”, Renacimiento editores, España, 2003.

martes, 24 de abril de 2012

LAS PIRUETAS DE LOS NABOS: Por el Hermano Rafael Arnaiz Barón.

Hno. Rafael Arnaiz Barón
Las tres de la tarde de un día lluvioso del mes de diciembre. Es la hora del trabajo, y como es sábado y hace mucho frío, no se sale al campo. Vamos a trabajar a un almacén donde se limpian las lentejas, se pelan patatas, se trituran las berzas, etc... le llamamos el “laboratorio”[1].
 
En él hay una mesa larga, y unos bancos, una ventana y encima un crucifijo.
 
El día está triste. Unas nubes muy feas, un viento “si es no es” fuerte, algunas gotas de agua que caen como de mala gana y que lamen los cristales y, dominándolo todo, un frío digno del país y de la época.
 
Lo cierto es que, aparte del frío, que lo noto en mis helados pies y refrigeradas manos, todo esto se puede decir que casi me lo imagino, pues apenas he mirado a la ventana. La tarde que hoy padezco es turbia y turbio me parece todo. Algo me abruma el silencio, y parece que unos diablillos, están empeñados en hacerme rabiar, con una cosa que yo llamo recuerdos... paciencia y esperar.
 
En mis manos han puesto una navaja y delante de mí un cesto con una especie de zanahorias blancas muy grandes y que resultan ser nabos. Yo nunca los había visto al natural, tan grandes... y tan fríos... ¡qué le vamos a hacer!, no hay más remedio que pelarlos.
 
El tiempo pasa lento y mi navaja también, entre la corteza y la carne de los nabos que estoy lindamente dejando pelados.
 
Los diablillos me siguen dando guerra. ¡¡Qué haya yo dejado mi casa para venir aquí con este frío a mondar estos bichos tan feos!! Verdaderamente es algo ridículo esto de pelar nabos con esa seriedad de magistrado de luto.
 
Un demonio pequeñito, y muy sutil, se me escurre muy adentro y de suaves maneras me recuerda mi casa, mis padres y hermanos, mi libertad, que he dejado para ence­rrarme aquí entre lentejas, patatas, berzas y nabos.
 
El día está triste... no miro a la ventana, pero lo adivino. Mis manos están coloradas, coloradas como los diablillos; mis pies ateridos... ¿y el alma? Señor, quizá el alma su­friendo un poquillo... más no importa,... refugiémonos en el silencio.
 
Transcurría el tiempo, con mis pensamientos, los nabos y el frío, cuando de repente y veloz como el viento, una luz potente penetra en mi alma... una luz divina, cosa de un momento... alguien que me dice que ¡qué estoy haciendo! ¿Que qué estoy haciendo? ¡Virgen Santa!... ¡qué pregunta! Pelar nabos..., ¡pelar nabos!... ¿para qué?... y el corazón dando un brinco contesta medio alocado: pelo nabos por amor..., por amor a Jesucristo.
 
Ya, nada puedo decir que claramente se puede entender, pero sí diré que allá adentro, muy adentro del alma, una paz muy grande, vino en lugar de la turbación que antes tenía; sólo sé decir que el sólo pensar que en el mundo se pueden hacer de las más pequeñas acciones de la vida, actos de amor de Dios..., que el cerrar o abrir un ojo hecho en su nombre nos puede hacer ganar el cielo... que el pelar unos nabos por verdadero amor a Dios, le puede a El dar tanta gloria y a nosotros tantos méritos, como la conquista de las Indias. El pensar que por sólo su misericordia tengo la enorme suerte de padecer algo por El..., es algo que llena de tal modo el alma de alegría, que si en aquellos momentos me hubiera dejado llevar de mis impulsos inte­riores, hubiera comenzado a tirar nabos a diestro y sinies­tro, tratando de hacer comunicar a las pobres raíces de la tierra, la alegría del corazón... hubiera hecho verdaderas filigranas malabares con los nabos, la navaja y el mandil.
 
Me reía a "moco tendido" (quizá por el frío) de los diablillos rojos, que asustados de mi cambio, se escondían entre los sacos de garbanzos y en un cesto de repollos que allí había.  
 
¿De qué me puedo quejar? ¿Por qué entristecerse de lo que es sólo motivo de alegría? ¿A qué más puede aspirar un alma, que a sufrir un poco por un Dios crucifica­do?
 
Nada somos y nada valemos; tan pronto nos ahogamos en la tentación como volamos consolados al más pequeño toque del amor divino.
 
Cuando comenzó el trabajo, nubes de tristeza cubrían el cielo. El alma sufría de verse en la cruz; todo la pesaba: la Regla..., el trabajo, el silencio, la falta de luz de un día tan triste, tan gris y tan frío. El viento, soplando entre los cristales, la lluvia y el barro..., la falta de sol. El mundo tan lejos..., tan lejos..., y yo mientras tanto, pelando mis nabos sin pensar en Dios.
 
Pero todo pasa, incluso la tentación... ha pasado el tiempo, ya llegó el descanso, ya se hizo la luz, ya no me importa si el día está frío, si hay nubes, si hay viento, si hay sol. Lo que me interesa es pelar mis nabos, tranquilo, feliz y contento, mirando a la Virgen, bendiciendo a Dios.
 
Qué importa el pesar de un momento, el sufrir un instante... lo que sé decir es que no hay dolor que no tenga compensación en ésta o en la otra vida, y que en realidad para ganar el cielo se nos pide muy poco. Aquí en una Trapa, quizá sea más fácil que en el mundo, pero no es por el género de vida éste o aquél, pues en el mundo se tienen los mismos medios de ofrecer algo a Dios. Lo que pasa es que el mundo distrae y se desperdicia mucho. El hombre es el mismo aquí que allí; su capacidad para sufrir y para amar es la misma; adonde quiera que vaya llevará cruz[2].
 
Sepamos aprovechar el tiempo... sepamos amar esa bendita cruz que el Señor pone en nuestro camino, sea cual sea, fuere como fuere.
 
Aprovechemos esas cosas pequeñas de la vida diaria, de la vida vulgar... no hace falta para ser grandes santos grandes cosas, basta el hacer grandes las cosas pequeñas.
 
En el mundo se desaprovecha mucho, pero es que el mundo distrae... tanto vale en el mundo el amar a Dios en el hablar, como en la Trapa en el silencio; la cuestión es hacer algo por El..., acordarse de El... el sitio, el lugar, la ocupación, es indiferente.
 
Dios me puede hacer tan santo pelando patatas que gobernando un imperio.
 
Qué pena que el mundo esté tan distraído..., por­que he visto que los hombres no son malos..., y que todos sufren, pero no saben sufrir...
 
Si por encima de la frivolidad, si por encima de esa capa de falsa alegría con que el mundo oculta sus lágrimas, si por encima de la ignorancia de lo que es Dios, elevaran un poco los ojos a lo alto..., seguramente les ocurriría lo que al fraile de los nabos..., muchas lágrimas se enjugarían, mu­chas penas se endulzarían y muchas cruces se amarían para poder ofrecerlas a Cristo.
 
Cuando terminó el trabajo, y en la oración me puse a los pies de Jesús muerto..., allí a sus plantas deposi­té un cesto de nabos peladitos y limpios... No tenía otra cosa que ofrecerle, pero a Dios le basta cualquier cosa ofrecida con el corazón entero, sean nabos, sean Imperios.
 
La próxima vez que vuelva a pelar raíces, sean las que sean, aunque estén frías y heladas, le pido a María no permita se me acerquen diablillos rojos a hacerme rabiar. En cambio, la pido me envíe a los ángeles del cielo, para que yo pelando y ellos, llevando en sus manos el producto de mi trabajo, vayan poniendo a los pies de la Virgen María rojas zanahorias; a los pies de Jesús, blancos nabos, y patatas y cebollas, coles y lechugas...
 
En fin, si vivo muchos años en la Trapa voy a hacer del cielo una especie de mercado de hortalizas, y cuando el Señor me llame y me diga basta de pelar..., suelta la navaja y el mandil y ven a gozar de lo que has hecho..., cuando me vea en el cielo entre Dios y los Santos, y tanta legumbre..., Señor Jesús mío, no podré por menos de echarme a reír.
 
Hno. Rafael Arnaiz Barón, tomado de su “Obras completas”, Mi cuaderno - San Isidro, 12 de diciembre de 1936, Sábado, 25 años.

[1] Laboratorio: “Estará en cuanto sea posible, al lado de la cocina; en él se preparan las legumbres para las comidas. Habrá mucha limpieza y se observará silencio, no hablando más que lo tocante al trabajo. Los hospederos no introducirán seglar alguno, mientras estén los religiosos”. (Libro de USOS, cap. VIII, n.° 304).
[2] “Imitación de Cristo”, Libro II, cap. 12.

EL ORIGEN DEL UNIVERSO: Apuntes en el Cuaderno de Bitácora.

 
El “Big Bang” se ha convertido en un concepto sobre el cual expertos y legos hablan por igual.
 
En años recientes importantes descubrimientos han confirmado este modelo sobre el origen del universo.
 
Según éste hace 15.000 millones de años una gran explosión dio origen a todo lo que existe hoy.
 
Cuando publicaciones científicas y laicas han tratado el tema, muchos han inferido que la ciencia ha explicado el origen del universo (como antes lo hizo con el hombre) y que, por lo tanto, “Dios no es necesario”.
 
Este artículo explica breve y sencillamente las evidencias a favor de la idea de un universo en expansión y su relación con el origen del Universo. También pretende dar una perspectiva equilibrada sobre la teoría del Big Bang y sobre sus efectos en la fe.
 
Contrario a lo que muchos piensan, este “descubrimiento” es una evidencia a favor de lo que los creyentes han venido diciendo por milenios.

¿Cuál es la solución última al origen del universo?
Las respuestas de los astrónomos son desconcertantes y extraordinarias.
Lo más notable de todo es el hecho de que en la ciencia, al igual que en la Biblia, el mundo comienza con un acto de creación.
Robert Jastrow, astrónomo, en “Until the Sun Dies” (1977)

Probablemente los seres humanos hayan anhelado siempre poseer una respuesta a la pregunta: “¿De dónde venimos?”. Los científicos se han proyectado más y más hacia atrás en el tiempo para investigar el origen de la tierra y ahora incluso el origen del universo en su totalidad. Para Aristóteles el universo era eterno, sin principio ni fin. En nuestros propios días, el astrónomo Fred Hoyle se ha pronunciado en términos semejantes para tratar de evitar lo que él denomina “condiciones iniciales arbitrarias”. Aunque la idea de un universo eterno ha satisfecho a muchos pensadores, los descubrimientos modernos la han hecho de más difícil aceptación. Hoy en día la mejor evidencia científica de que se dispone apunta a un principio real, no sólo de la materia y la energía, sino también del tiempo y del espacio.

Un universo en expansión.
 
El primer indicio de que el universo podía estar expandiéndose vino de un descubrimiento fortuito realizado en 1914. Mientras realizaba otras observaciones, al astrónomo Vesto Slipher notó que ciertas nebulosas espirales se alejaban de nuestro planeta y del sol a enorme velocidad. Captando la importancia de dicha observación, Edwin Hubble y Milton Humason enfocaron el telescopio gigante del Monte Wilson hacia otras nebulosas, ahora denominadas galaxias, Entre 1925 y 1930 Hubble y Humason midieron las velocidades y distancias recesionales de un número de galaxias suficiente para demostrar que se alejan de nosotros a velocidades proporcionales a su distancia de nuestra galaxia.
 
Si todas las galaxias se alejan de nosotros, y unas respecto de otras, es que el universo en su totalidad debe estar expandiéndose. Podemos visualizar dicho efecto de manera algo imperfecta observando lo que sucede al hinchar un globo en cuya superficie hemos dibujado una serie de manchas. (Con mayor precisión, los astrofísicos hablan de que nuestro universo se expande en un “espacio-tiempo” de cuatro dimensiones.)
 
Si imaginamos que retrocedemos en el tiempo descubriremos que las galaxias se hallaban más próximas entre sí que ahora. Cuanto más atrás en el tiempo, más cerca estarán unas de otras, de manera que es posible imaginar un instante en cual todas las galaxias se encontraban comprimidas en un volumen muy pequeño. Las ecuaciones de la teoría de la relatividad se han verificado experimentalmente con suficiente precisión para describir el comportamiento del universo y establecen que la compresión podría hacerse tan grande que el universo se convertiría en un punto sin dimensiones y en consecuencia de densidad infinita. La materia y la energía tal como las conocemos no existirían, y las nociones de espacio y tiempo no tendrían sentido.
 
La idea de un universo confinado en un punto supera casi la imaginación humana; los científicos lo denominan singularidad, un acontecimiento absolutamente único. Correspondería al principio del universo, o al menos a un momento antes del cual no es posible obtener información que tenga sentido. De manera que la evidencia científica de un universo en expansión apunta a un universo con un principio.

La radiación cósmica de fondo.
 
En 1965, dos científicos de los Bell Laboratories que trataban de poner en funcionamiento un potente nuevo radio receptor de microondas veían obstaculizados sus esfuerzos por un molesto “parásito”. Arno Penzias y Robert Wilson pensaron que habían encontrado la clave del problema cuando descubrieron un nido de palomas en la enorme antena, pero la expulsión de las aves no solucionó el problema del parásito. Continuaron investigando su origen hasta encontrarlo, un hallazgo que les valió el Premio Nobel de Física de 1978.
 
Penzias y Wilson observaron que la misteriosa radiación de microondas procedía de más allá de su receptor, de más allá de la tierra e incluso de más allá de nuestra galaxia. Parecía como si todo el universo emitiese un leve “fulgor” de radiación de microondas en cualquier dirección hacia la cual apuntasen su antena. Su descubrimiento, actualmente denominado radiación cósmica de fondo (que no debe confundirse con los rayos cósmicos), parece ser el remanente diluido del intenso calor y luz desprendidos en los momentos iniciales de la explosión primordial.
 
La radiación de fondo cósmico puede compararse al calor y la luz que desprende el rescoldo de un fuego. Esa radiación ya no se halla en la región visible del espectro electromagnético sino en la infrarroja. Podría decirse que el “rescoldo” de la bola de fuego original del universo se encuentra a estas alturas muy frío y no emite ya ni tan solo radiación infrarroja. En su lugar se desprende radiación de microondas, de longitud de onda mayor y menor energía, detectable solamente mediante receptores de alta sensibilidad. Como cualquier radiación, las microondas existen en forma de “partículas de luz”, llamadas fotones; los fotones de la radiación de fondo cósmico corresponden a una temperatura tremendamente baja, de tres grados por encima del cero absoluto.
 
Sorprendentemente, casi veinte años antes de su descubrimiento, el científico George Gamow había predicho la existencia de dicha radiación de fondo cósmico como resultado de su modelo “caliente” del universo. Utilizando el modelo de Gamow, Ralph Alpert y Robert Herman predijeron en 1948 que el enfriamiento gradual del universo desde su fase incandescente inicial debería conducir, en el momento presente, a una radiación de fondo correspondiente a una temperatura cinco grados por encima del cero absoluto. Hoy en día, la presencia universal de ese fondo de radiación de microondas convence a la mayoría de científicos de que el universo no sólo tuvo un principio sino que dicho principio tuvo lugar en forma de una gigantesca explosión o “Big Bang”.

Expansión a velocidad creciente.
 
Otra evidencia que apoya el Big Bang fue descubierta por Allan Sandage, de los observatorios del Monte Palomar y Monte Wilson. En 1974, tras muy detalladas observaciones y cálculos, publicó que las galaxias se alejan unas de otras a velocidades decrecientes. La observación de una deceleración tal en las galaxias es una indicación más de que, al igual que un reloj al que un día se le dio cuerda, el universo tuvo un inicio.
 
¿Podría darse un universo oscilante?
 
Algunos científicos siguen tratando de encontrar evidencias de que el universo es eterno. Un modelo propuesto por Ernst Pik sugiere que la “gran explosión” (Big Bang) fue en realidad un “gran rebote”, (Big Bounce) y que el universo se contrae y expande como un acordeón. Según Opik, el universo completaría un ciclo de expansión y contracción aproximadamente cada cien mil millones de años. Entre los que se sienten atraídos por la idea de un universo oscilante, que no necesita de ningún principio, figuran divulgadores científicos como Carl Sagan e Isaac Asimov.
 
Recientemente, sin embargo, se ha demostrado que incluso si el universo contuviera suficiente masa como para que su gravedad detuviera a la larga la presente expansión y provocase una contracción, dicho colapso no produciría un rebote. Así pues, parece que, o bien el universo se expande indefinidamente, o sufre un único ciclo de expansión y contracción.

Más allá de la ciencia.
 
Si toda la evidencia de que actualmente se dispone parece indicar que nuestro universo tuvo un inicio definido, cabe hacerse multitud de preguntas: ¿De dónde procede el universo? ¿Qué existía antes de que comenzara? ¿De dónde surgió la increíble energía para la conflagración cósmica que supone el Big Bang?
 
Puesto que las probabilidades de obtener evidencia concreta de antes del Big Bang son escasas, la mayoría de científicos coinciden con el geólogo Preston Cloud (“Cosmos, Earth and Man”, 1978) en que “tales cuestiones trascienden los límites de la ciencia”.
 
Algunos físicos, como Allan Guth, continúan buscando una nueva teoría física que pueda explicar el origen del universo ex nihilo (esto es, de la nada) y en conformidad con los principios de la mecánica cuántica. El vacío del cual el universo teórico de Guth emerge no es, sin embargo, un verdadero vacío, ya que contiene energía. Los intentos de derivar un auténtico ex nihilo para el universo mediante lo que se denomina “tunneling” cuántico se han visto frustrados hasta la fecha. La mecánica cuántica impone severa restricciones a la “producción de partículas virtuales”, y la relatividad general coloca límites muy rigurosos al origen del tiempo y el espacio.
 
Incluso si resultase posible desarrollar una teoría tal, quedarían aún preguntas fundamentales por responder: ¿Por qué existe algo en vez de nada? Las fuerzas de la naturaleza, ¿son realmente autónomas o fueron preconcebidas? ¿Cómo podemos justificar la existencia de un modelo previo tan elegantemente diseñado, capaz de crear un universo tan vasto y complejo de la nada?
 
Cuestiones de tal envergadura no pueden abordarse desde una perspectiva científica, sino filosófica. No tenemos porqué sorprendernos ni sentirnos incómodos si los descubrimientos científicos nos conducen a preguntas de esta índole. Por otra parte, los que esperan demasiado de la ciencia no podrán evitar una cierta decepción al comprobar que ésta posee limitaciones inherentes.
 
En cualquier caso, es preciso aceptar que la ciencia plantea continuamente interrogantes filosóficos que trascienden su propia competencia o esfera de actuación.
 
Publicado en “Mente abierta”, tomado de: En el principio... © G.B.U. Barcelona. 1992. Alts Forns 68 Sot. 1ª Tel 934 322 523. Usado con permiso.

MENSAJES PARA LOS CRISTEROS: Apuntes en el Cuaderno de Bitácora.

“… enseñar al mundo que el Reinado Temporal de Cristo es pacifica y hay que implantarlo, sostenerlo y defenderlo por medios normalmente pacíficos, porque cuando se hace necesario debe implantarse y sostenerse y defenderse con sangre de mártires y heroísmo de cristeros. 
 
Así como no basto la palabra sola de Cristo para que su Doctrina arraigara y fue necesario que el redentor muriera en la Cruz, en el mas rotundo de los humanos fracasos, y que cientos de miles de mártires dieran su vida en testimonio de su Fe Cristiana, para que el catolicismo arraigara solidamente en la tierra; del a misma manera, fue preciso que el culto a la potestad real de Jesús, que la necesidad de reimplantar el imperio social, cívico y político del Reinado Temporal de Cristo, fuera predicado por nuestros mártires y nuestros Cristeros, combatiendo estos y muriendo unos y otros al grito de ¡Viva Cristo Rey!, para que aquel culto y esta aclamación se generalizara en todos los pueblos del orbe católico, y para que, mas tarde fructificara espléndidamente su enseñaza y su ejemplo sobre la restauración del Reinado Social, Cívico y político del Rey de Reyes.
 
Pío XI 
 
El 17 de julio de 1927 dirigió al Diario de El Paso Mons. Alejandro Macchi, Obispo de Andria, Italia, un mensaje en el que decía:

“También desde este lejano rincón de las Puglias, quiero que llegue el mas ferviente y entusiasta saludo del Obispo, del Clero de os Fieles y de todas sus asociaciones, al fuerte y valiente pueblo mexicano, perseguido y bañado con sangre en defensa de su Fe, por la admirable fortaleza con que hace frente y resiste al inicuo tirano. Semejante fortaleza edifca y conmueve al mundo, y no encuentra ejemplo en la historia, sino en los primeros siglos del Cristianismo, cuando la sangre de los mártires era semilla de cristianos.”
 
 El 27 de julio del mismo año, escribía Mons. Nicolás Charikiopulos, Obispo de Chios Grecia:

“El torrente de sangre que se esta derramando con tan grande generosidad por los perseguidos católicos mexicanos por la causa de Cristo, no solo abrirá a sus almas las puertas del Cielo, según la infalible promesa de Nuestro Señor : Beati qui persecutionem patiuntur propter justitiam”, sino que además fecundará la tierra de México, de la que brotaran juntamente con al paz, almas escogidas, dignas del nombre cristiano, soldados valientes de Cristo Nuestro Señor. Sepan los valientes católicos mexicanos, nuestros hermanos en la fe, que su admirable ejemplo ha producido un bien inmenso en el mundo católico. Ellos con su ejemplo han hecho revivir la Fe y han inspirado el mas puro amor, respeto y veneración para nuestra religión católica”
 
El mismo 27 de julio de 1927, escribía el Obispo de Basilea y Lugano, Suiza:

“Recibimos con sumo interés las noticias de lo que tiene que sufrir por su fe nuestros hermanos mexicanos. Admiramos su heroísmo y el magnifico ejemplo que nos dan de valor y de la fidelidad a la causa de Jesucristo, nos sirve de estimulo y edificación”.
 
El 25 de agosto del mismo año, transcribía Mons. Pedro Vera y Zuria, Arzobispo de la Puebla de los Ángeles, el siguiente mensaje de Mons. Miguel Akras, Arzobispo Maronita de Alep, Siria:

La terrible calamidad que se desencadeno sobre la Iglesia en México desde hace mas de un año con el fin de aniquilarla, no podía dejarnos insensibles. Con ansiedad y con esperanza recibíamos las noticias de los sufrimientos heroicos y de las ignominias indecibles que han tenido que padecer numerosos mártires. Las noticias traídas por los periódicos y revistas las anunciábamos al pueblo desde el pulpito. Los fieles las escuchaban con visible emoción, recordando los primeros siglos del cristianismo… El mundo entero mientras, condena y estigmatiza el infame proceder de los actuales gobernantes de México, admira en el Clero y en los católicos de aquella gloriosa Nación el heroísmo inteligente y perseverante con el cual sostienen el rudo combate. Con inquebrantable confianza esperamos que por medio de ellos triunfe Cristo Rey”.

El 27 de septiembre del mismo año, escribía Mons. Luis Zaffarami, Obispo de Todi, Italia:

“¡Que ejemplo tan insigne y admirable de unión y disciplina y de fortaleza dan a todos los fieles cristianos los católicos mexicanos!. Lucha ese pueblo por vindicar y conservar la libertad de su Iglesia, para implantar y consolidar el reino propicio de Cristo Rey; por doquiera se ve oprimido de la persecución y de los padecimientos; sujetos al destierro y al martirio, más no vencidos, renuevan ellos ejemplos de los cristianos de la era primitiva y siguen fielmente sus huellas”.
 
El 5 de marzo de 1928, escribía Mons. Joseph Lo Gonaze, Arzobispo coadjutor de Port au Prince, Haití:

“Con la Iglesia Católica entera, la Iglesia de Haití, sigue con profundo dolor y grande admiración para nuestros hermanos de México, los sombríos acontecimientos que se desarrollan en ese país. Nuestros corazones sangran ante las torturas que un gobierno perseguidor dirige contra los queridos católicos mexicanos; pero nuestra fe se aviva con la actitud maravillosamente valiente de las victimas de Calles”.

Poco antes, el 19 de febrero, se reunió en la ciudad de Budapest, Hungría, el congreso de Protesta Contra las Tiranías del Perseguidor de la Iglesia en México, al que acudieron miles de Católicos, siendo presidido el mitin, por l a eminencia, el Cardenal Justiniano Seredi, Arzobispo – Primado – Duque de Hungría, quien abrió el congreso diciendo:

“Amadísimos hijos míos, Católicos de Hungría: Las grandes calamidades que padecen ahora nuestros hermanos los católicos de México, nos han reunido en este lugar, para confesar ante la faz del mundo entero que sus desgracias son también las nuestras, que sus padecimientos nos llegan a nosotros en el alma… pero no solo nos hemos reunido aquí para demostrar nuestro dolor, sino también para reanimar nuestra fe, y enardecer nuestro valor cristiano ante los ejemplos sublimes del heroísmo de nuestros hermanos perseguidos, que nos recuerdan los tiempos de los Macabeos. Hemos venido aquí para rendir tributo de admiración a los que en estos mismos días han dado su sangre por Jesucristo, en defensa de su fe coronados del martirio. Finalmente nos hemos reunido para impetrar de los mártires gloriosos bendiciones y gracias celestiales”.
 
Poco después, se congregaron centenares de Católicos Germanos en las dos grandes salas de la Unión de Católicos Alemanes de la ciudad teutona de Friburgo, en la que dijo el prelado Friburgues Mons. Brettle, al exponer el fin del a reunión:

“Queremos que nuestros corazones latan de amor y de entusiasmo por la religión y que se fortalezcan con el ejemplo y la grandeza del alma de nuestros hermanos de México; queremos demostrar nuestra simpatía y compasión hacia aquellas pobres gentes, perseguidas y maltratadas por defender sus creencias; queremos aprender de ellos a conservar el tesoro de nuestras creencias y a cumplir nuestros deberes presentes y futuros; queremos demostrar que somos una comunidad cuya cabeza es Cristo y la visible, el Papa”.
 
En lo anterior no hay ninguna exageración, pues dos años antes, en plena epopeya Cristera, la Santidad de Pío XI dijo en la carta que el Emmo. Srio. De estado, Cardenal Gasparri dirigió el 27 de julio de 1927 al Obispo de Oviedo:
 
“El pensamiento y el magnánimo corazón del Santo Padre están fijos constantemente en la desolada Nación Mexicana y en los angustiosos sufrimientos de que son blanco aquellos fieles, tanto mas queridos y dignos de su amorosa solicitud, cuanto mas hoy a la prueba del dolor y hechos espectáculo ante el mundo, ante la historia y ante Dios, para demostrar de que heroísmo sea inspiradora la Fe, y como en el nombre de Cristo, su Iglesia y sus seguidores están siempre prontos a renovar las gloriosas hazañas de los Mártires”. 

lunes, 16 de abril de 2012

EL ÚLTIMO COMBATE: Por Juan Vázquez de Mella.

“Yo quiero estar dispuesto para reñir esa batalla. Y si caigo en el combate antes de ver ese glorioso final, ¡no importa! Porque, con los ojos fijos con la última mirada en los del Redentor agonizando en la cruz, aún podrán decirle, trémolos, mis labios: ‘¡Señor! ¡Señor! Cuando las muchedumbres que redimiste de doble servidumbre, enloquecidas por el viento de la impiedad te maldecían. Cuando los sofistas se mofaban de Ti y Te escarnecían saludándote con el Ave rex iudaeorum! Cuando los perseguidores echaban suertes sobre tus vestiduras, y los escribas y fariseos se concertaban para infamarte, y los cobardes pactaban con ellos, y discípulos pusilánimes te confesaban en silencio.., ¡Señor!, Tú bien lo sabes, yo no te negué. Y en horas muy amargas se levantó hasta Ti como una oración mi propia pesadumbre, para decirte: Que sea tu nombre el último que pronuncien mis labios; y que, cuando mi lengua quede muda, todavía con el postrer esfuerzo de mi brazo se alce mi pluma como una espada que te salude militarmente al rendirse a la muerte, peleando por tu causa”.

Discurso del 29 de julio de 1902.

UN SERMÓN DE VIERNES SANTO: Por Juan Manuel de Prada.

Al obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, le han montado un aquelarre por unas palabras pronunciadas en un sermón de Viernes Santo. ¿Y qué enormidades profirió el obispo Reig Pla en aquel sermón? Pues comenzó Reig Pla glosando la «malicia del pecado», que se nos presenta con la apariencia engañosa de bien, para destruirnos; y prosiguió apuntando que «más grande que el pecado es la gracia regeneradora» de Dios, que nunca permanece ajeno a esa destrucción y ofrece el sacrificio de su Hijo para sanarla. Reig Pla aportó muy diversos ejemplos de la «malicia del pecado» que, presentándose bajo la apariencia de bien, nos destruye: el hombre casado que comete adulterio; la mujer embarazada que aborta; el empresario que defrauda el salario a sus trabajadores; el sacerdote que lleva una doble vida, etcétera.
 
Más adelante, Reig Pla se refirió a quienes, ofuscados por una propaganda sexual confundidora, piensan desde niños que sienten atracción por personas de su mismo sexo; y, para probar esa atracción, «se corrompen y se prostituyen», hallando «el infierno». Aquí Reig Pla empleó la palabra «infierno» en sentido figurado, como destrucción en vida, como se desprende diáfanamente de su sermón, que justo entonces se refería a la grandeza del amor divino, que acoge y sana misericordiosamente el sufrimiento infligido por el pecado. Tales palabras provocaron una reacción furibunda de diversas asociaciones de homosexuales, enseguida secundada por los habituales pescadores y corsarios en río revuelto. ¿Y cuál fue la causa de tal reacción? Al parecer, que Reig Pla habría faltado a la dignidad de los homosexuales; pero si aceptamos tal dislate, también habremos de aceptar que faltó a la dignidad de los matrimonios (por denunciar el pecado de adulterio), de las mujeres (por denunciar el pecado de aborto), de los empresarios (por denunciar el pecado de defraudación del salario), de los sacerdotes (por denunciar el pecado de fariseísmo), etcétera. Vamos, que Reig Pla habría faltado a la dignidad de todo bicho viviente. Pero si los sacerdotes que no llevan doble vida, o los empresarios que no defraudan a sus trabajadores, o las mujeres que no abortan, o los cónyuges que no son adúlteros se sintieran aludidos por el sermón de Reig Pla pensaríamos que se han vuelto majaras. ¿Por qué no pensamos lo mismo de los homosexuales que se han revuelto furiosos? Pues si no se han prostituido, ni han prostituido a otros mediante propagandas engañosas, tales palabras no les aluden; y sentirse aludido por aquello que no nos alude es locura.
 
 Quizá lo más estremecedor del aquelarre que le han montado a Reig Pla nuevo Ecce Homo en el pretorio— es que su sermón rezuma piedad evangélica por los cuatro costados: señala la malicia del pecado, sin condenar al pecador; y nos recuerda que allá donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia de Dios, dispuesto a lavarlo en su propia sangre. Y esto es lo que en verdad escandaliza del sermón de Reig Pla: que afirme la realidad objetiva del pecado; y la realidad de un Dios dispuesto a perdonar siempre al pecador arrepentido. Pues para negar a ese Dios que perdona hay que negar primero el pecado, que —por emplear el mismo epíteto que una cabecita hueca ex-ministerial usase para calificar el sermón de Reig Pla— es «preconstitucional»; tan preconstitucional como nuestra naturaleza caída. Y el obispo de Alcalá, en su sermón de Viernes Santo, anunció que en el Gólgota se promulgó una Constitución de misericordia, capaz de redimir nuestra naturaleza caída. El aquelarre que le han montado nos confirma que el escándalo de la Redención permanece tan vigente como hace dos mil años.


Juan Manuel De Prada, 14 de abril de 2012, publicado en ABC.

martes, 3 de abril de 2012

LA TRAICIÓN DE JUÁREZ: Apuntes en el Cuaderno de Bitácora.



La pretendida idea heroica y gloriosa que ha existido y que aún hoy existe sobre Benito Juárez, idea que la Historia oficial de México nos ha vendido e inculcado con gran esmero desde hace más de un siglo, es absolutamente incorrecta.

Parece mentira que aún con tanto material, fuentes e investigaciones serias disponibles, el pueblo mexicano continúe considerando a Benito Juárez como un “héroe”, y no sólo un héroe, sino el más grande héroe que ha tenido México. Esto habla mucho sobre el actual grado de conciencia que posee nuestro pueblo.

El Juárez histórico v.s. el Juárez mitológico.

Las ideas fundamentales que nos han presentado sobre Juárez son:

- Juárez es un notable ejemplo de esfuerzo y dedicación, ya que de ser un humilde indígena que cuidaba rebaños, llegó por sí mismo a ser presidente del país.

- Ejemplo de intelectualidad superior. 
- Él separó a la Iglesia del Estado.
- Él es el autor de las Leyes de Reforma.
- Actuó siempre apegado a la ley, la defendió y nunca permitió que la soberanía del país fuese violada.


Veamos ahora qué tan ciertas son estas aseveraciones.

Cuando Juárez llega al poder después de la Guerra de Reforma se encarga de instaurar un gobierno completamente “liberal” y pretendió, lo que 60 años antes se había divisado en la guerra de independencia: "una nación donde todos los individuos fuesen iguales", ideal siempre utópico y fantasioso y más aún en "el país de la desigualdad", como una vez Humboldt llamara a México. Lógicamente muchas comunidades indígenas se opusieron a ese proyecto de nación porque, con gran acierto, no se consideraban mexicanos. Entonces Juárez comenzó una seria represión en contra de estas comunidades. El presidente indio olvidó sus raíces indígenas.

Juárez no demostró jamás estar orgulloso de su origen indígena, al contrario, al parecer se sentía avergonzado pues casó a toda su prole con gente de orígenes caucásicos.

En las elecciones presidenciales de 1871, Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Profirio Díaz se presentaron como candidatos, resultando ganador Benito Juárez, aunque con evidentes fraudes electorales, por lo que nunca fue presidente constitucional ni elegido por el pueblo, sino que aprovechó las circunstancias de la guerra. En respuesta, Porfirio Díaz se levantó en armas con el Plan de la Noria para arrojar del poder a Juárez, pero fracasó. Juárez se hizo pasar por presidente durante 11 años (1858-1864 y 1867-1872) sin ningún respeto por la legalidad existente, más que Antonio López de Santa Anna, quien apenas pudo sumar unos seis o siete años de gobierno. Además Juárez salía frecuentemente del país hacia lugares como Panamá, La Habana, Nueva Orleáns, sin permiso del congreso.

Se deshizo de sus enemigos políticos fuera de todo orden constitucional y de guerra y asesinó con toda impunidad. En cinco años, de 1867 a 1872, derramó más sangre a espaldas de la ley que el general Porfirio Díaz en treinta años.

Juárez se cansó de venderle el país a los Estados Unidos. Con el pretexto de reconocerlo como presidente firmó tratados con EE.UU. para que éste tuviera accesos en los pasos de Mazatlán a Matamoros, Nogales a Guaymas y en todo el Istmo de Tehuantepec (de Tabasco a Chiapas), cediéndole esos pasos a la soberanía de los estadounidenses, con permiso de matar, arrestar y poseer tierras, en el nefasto Tratado McLane-Ocampo que no se llevó a cabo por la negativa del senado estadounidense. Juárez también pidió dinero al gobierno de EE.UU. para que, en apoyo a las leyes de reforma, se construyeran campos de concentración con el propósito de internar a militares eclesiásticos y conservadores.

Acosado por Miguel Miramón y preocupado porque los estadounidenses no le prestaban ni un centavo, Juárez y sus esbirros se parapetaron tras las murallas de San Juan de Ulúa, y para fortuna de ellos, los conservadores rechazaron la propuesta de los americanos cuando éstos les ofrecieron 15 millones de dólares por la compra de Baja California, Sonora y Chihuahua, acto seguido enviaron a Lerdo de Tejada como representante liberal ante el embajador norteamericano comunicándoles el deseo de Juárez de que los estadounidenses invadieran México, que se impusiera el idioma inglés y se prohibiera la religión católica, también propuso la “americanización” con la inmigración masiva de norteamericanos e importar oficiales para que enseñaran al ejército mexicano disciplina militar.

Con autorización de Juárez comenzaron a maquinar la idea de hacer de México un “protectorado” estadounidense y concedieron todo lo que éstos pedían a cambio de asistencia económica y militar para la noble causa liberal. Sólo que las gestiones se estancaron momentáneamente ya que James Buchanan, presidente de EE.UU. de ese entonces, no quería protectorados sino territorios mexicanos.

Maximiliano de Habsburgo.

Casi todas las acusaciones que se le hicieron a Maximiliano de Habsburgo, podían con la misma facilidad hacérselas a sí mismos Juárez y sus secuaces; pero a Juárez le interesaba demasiado la sentencia de muerte del Emperador. Hasta supo desentenderse de la súplica que le envió el estadounidense William H. Seward pidiendo clemencia para Maximiliano, pero Juárez no mostró ninguna clase de ella con él cuando fue derrotado por las tropas juaristas y fusilado en el Cerro de las Campanas en 1867.

Además de esto, no hay que olvidar que la mayor parte de los liberales se adhirió, con todo el pueblo, a la intervención y al Imperio. Es risible, pues, la estúpida ley del 25 de mayo de 1862, promulgada por Juárez, en que se declara traidores a los intervencionistas y monarquistas, es decir, declaraba prácticamente culpables a todos los mexicanos, puesto que la autoridad de Maximiliano fue reconocida por la gran mayoría del pueblo.

Fue así como los abusos de los liberales trajeron como consecuencia un malestar social que fue uno de los factores más importantes de la Revolución de 1910.

Juárez, el legislador.

Juárez, además, inició el periodo no decente de la Historia de México, haciendo gala de ser el hombre de la Ley y la democracia, mientras burlaba el sufragio y la Ley, gobernaba tiránicamente e impedía la educación política del pueblo. Y, por sugerir el principio constantemente latente en su vocabulario de que es “Ley lo que se promulga” (por impopular, injusto e irracional que sea), resulta el primer gran falsificador en el orden jurídico, responsable de que en México, a partir de entonces y contra lo que exige un deber primordial, no se mire con respeto ni a la Ley ni a las autoridades que tan frecuentemente han sido meras falsificaciones.

Juárez fue, finalmente, uno de los principales destructores del rico patrimonio artístico y bibliográfico de México, puesto que el 15 de julio de 1867, cuando regresó a la Ciudad de México, su caravana destruyó obras de arte de diversos artistas como Bartolomé Esteban Murillo, El Greco, Francisco de Zurbarán y otros artistas más, además de que se dedicaba a saquear pueblos y conventos.

Las Leyes de Reforma y la separación entre la Iglesia y el Estado.

No fue Juárez el autor de las Leyes de Reforma, éstas fueron dadas en Estados Unidos en 1835 al también francmasón Valentín Gómez Farías, y éstas, tan defendidas y difundidas por el alocado juarismo, no son, a diferencia de lo que comúnmente se piensa, la simple separación de la Iglesia y el Estado, separación que es necesaria y completamente acertada, sino que se fue más allá, promulgando la subordinación total de la Iglesia al Estado, despojándola de sus bienes y libertades.

En realidad, la famosa separación entre Iglesia y Estado fue hecha por Ignacio Comonfort y Lerdo de Tejada, no por Juárez. Juárez sólo firmó la Ley Juárez que suprimía tribunales especiales de militares y eclesiásticos así como la anulación de su fuero.

Juárez, francmasón.

Juárez fue ferviente en la práctica masónica. Su nombre se conserva con veneración en diversos ritos. Muchas logias lo han adoptado como un símbolo sagrado, casi una deidad. Prueba de ello es el fastuoso monumento de la Ciudad de México dedicado a Juárez, que fuese construido por los masones mexicanos para honrar eternamente a su diosesito.

Benemérito de las Américas.


Aquí queda demostrado que Benito Juárez es el mexicano más antimexicano que haya dado la historia. Y la masonería mexicana e internacional lo celebra porque comenzó los planes de poder y persecución de sus opositores en México y en Latinoamérica, particularmente los eclesiásticos. Por eso es considerado el "Benemérito de las Américas", no por otra cosa.


"Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz".


Es un hecho ampliamente aceptado que Benito Juárez no sólo pronunció aquella célebre frase, sino que fue original del propio Juárez.

Efectivamente esa frase fue pronunciada por Benito Juárez en un discurso que dio cuando regresó a la ciudad de México el 15 de julio de 1867, después de que Maximiliano fuese fusilado. Sin embargo, la frase no es de su autoría. La frase fue escrita por Immanuel Kant en su obra "La Paz perpetua". Kant era un filósofo a quien Juárez admiraba, aunque es de dudarse que lo entendiera.

Conclusión.

Se nos enseña que Juárez fue un héroe pero fue un típico presidente mexicano. Trató de instaurar su propio concepto personal de nación, reprimió a los pueblos indígenas, expropió los bienes de la Iglesia para que los compraran sus secuaces en el poder, pisoteó la soberanía nacional en beneficio de EE.UU. y todo eso desembocó en la dictadura de Porfirio Díaz. Juárez, el idealista, le tendió la mesa al régimen de clientelismo, represión y liberalismo económico y social que continúa hoy sufriendo México.

LA FORMA Y EL CONTENIDO DE LA DEMOCRÁCIA: Por José Antonio Primo de Rivera.


Extracto de la conferencia pronunciada por José Antonio Primo de Rivera en Madid, en el local de la "Unión Patriotica" sobre el tema: "La forma y el contenido de la democarácia", el 16 de enero de 1931.

El ambiente que Impera es puramente democrático.

Al sentido etimológico de la palabra "democracia" ha llegado a sobreponerse en el espíritu de nuestra época un sentido ético: el que nos representa un estilo de vida pacífico, armonioso y tolerante; un tono de educación –Como ha dicho Pemán– "que se impone por sí mismo en los días adultos y civilizados de los pueblos". La aspiración a una vida así debió ser la primera que movió al pensamiento y la actividad política de los hombres cuando aún padecían a los tiranos.

Frente a esos tiranos se alza la primera, resueltamente, la teología medieval. De los conventos salen las primeras voces que preguntan a los que gobiernan cuál es el origen de su poder y con qué títulos pueden imponer su voluntad a los gobernados. Santo Tomás contesta a la pregunta con su admirable concepción del Estado, que se anticipa a muchas adquisiciones de la ciencia moderna, como ha reconocido el propio Ihering.

La doctrina de Santo Tomás.

Santo Tomás centra su doctrina del Estado en la idea de fin. El fin es el "bien común", la vida pacifica, feliz y virtuosa. Son justas las formas de gobierno (de uno, de varios o de muchos), en tanto se ordenan a ese fin, e injustas cuando lo menosprecian. El gobernante que no gobierna hacia el bien común, sino en provecho propio, es un tirano, contra el cual es lícito alzarse, siempre que la rebelión no traiga males mayores; es decir, no vaya en detrimento del "bien común", que nunca se pierde de vista. Santo Tomás prefiere la Monarquía, no por razones dogmáticas, sino porque entiende que la unidad de mando es favorable para el bien común.

He ahí señalado como aspiración de la ciencia jurídica un "contenido de vida" que pudiéramos llamar, en el sentido ético que se dijo al principio, democrático. Vida en común no sujeta a tiranía, pacífica, feliz y virtuosa.

Desviaciones.

Pero cuando ya iba tan adelantada la ciencia en el logro del "contenido" de una vida política justa, surgen dos desviaciones para las cuales es dogma de fe que la vida justa se produce necesariamente por la sola virtud de una forma determinada; que hay seres o máquinas políticas con poder "soberano", cuyas decisiones se justifican por razón de su origen: es decir, son legítimas, independientemente de su contenido, por emanar del Soberano. La vida pacífica, feliz y virtuosa no se espera ya de un contenido político, sino de una forma política.

El derecho divino de los Reyes.

Una de estas dos desviaciones es la del derecho divino de los Reyes, expuesta, sobre todo en Francia, en los siglos XVI y XVII, y formulada por Luis XV en el preámbulo del edicto de 1770. Los Reyes se suponen investidos de poder directamente por Dios, sin mediación del pueblo. Contra lo que se ha dicho, no es la doctrina católica la que lo propugna. Están en contra textos de Suárez, Belarmino, Santo Tomás, León XIII y el Código social de Malinas (art. 37), iniciado por el cardenal Mercier. Nadie defiende ya esa doctrina.

La soberanía popular.

Pero igualmente dogmática es la de la "soberanía popular", cuya expresión más acabada, resumen en parte de otras ideas corrientes en su época (Hobbes, Jurieu), se halla en el Contrato social, de Rousseau.

Para Rousseau la sociedad no puede tener más origen que el contrato en el que cada uno renuncia a su independencia, a cambio de la libertad civil que adquiere. El conjunto de las voluntades engendra un "yo común" diferente de los agrupados, una "voluntad general" distinta de la suma de voluntades particulares. Este "yo común" es el Soberano, y su soberanía, inalienable e indivisible. Sólo el Soberano puede legislar sin conferir su representación a nadie. El Gobierno (cuya forma puede variar según los países) es simplemente comisario del Soberano.

Lo más importante para nuestro tema de las ideas de Rousseau es la afirmación de que el Soberano no puede querer nada contrario al interés del conjunto de los asociados, ni de ninguno de ellos, por lo cual el particular, al ingresar en la asociación, no se reserva derecho alguno. Esto quiere decir que toda resolución de la voluntad general soberana es legítima por ser suya. En tal principio se inspiran las declaraciones y constituciones revolucionarias (1789, 1791, 1793) y cuantas han seguido sus tendencias fundamentales. Del mismo principio se deduce la implantación del sufragio universal, que no es, para Rousseau, una decisión de la mayoría sobre la minoría, sino un cómputo de conjeturas formuladas por los electores acerca de cuál será la voluntad general: los electores de la minoría, para Rousseau (con sofisma que indigna a Duguit), son, en realidad, personas que "se han equivocado" al suponer cuál era la voluntad general.

He aquí reemplazada la tendencia tomista, que aspira a alcanzar el bien común mediante una política "de contenido", por otra tendencia que espera lograrlo por la sola mágica virtud de una "forma".

Ineficacia de los Parlamentos magníficos.

Pero la esperanza no se ha cumplido. Quizá no se ha llegado a lo que profetizó Ganivet, que preveía la caída del poder en manos de los peores. Pero sí se dan dos fenómenos: de un lado, la general ineficacia de los Parlamentos elegidos por sufragio universal, incluso en aquellos países, como Inglaterra y Bélgica, donde ha alcanzado mayor perfección. De otro lado, la tendencia del cuerpo electoral a dejarse arrastrar por los partidos extremos, de guerra, como los comunistas y nacionalistas; es decir, por los partidos "antidemocráticos". Con lo que la democracia "de forma", en vez de dar como fruto la democracia "de contenido", amenaza con alejarnos de ella definitivamente.

No menor que el fracaso práctico ha sido el fracaso teórico de la doctrina rousseauniana. El positivismo rechazó, por metafísica, la existencia de ese "yo común" diferente de los asociados. Singularmente, Duguit ha sido implacable en la crítica: considera la existencia de ese yo como un dogma indemostrable, la teoría del contrato contradictoria, por cuanto no puede haber contrato sino cuando ya existe vida social, e imposible de legitimar, en todo caso, lo que la voluntad general (prácticamente la mayoría de los electores, que no son sino una minoría del país) acuerde, lo cual puede ser tan injusto y tiránico como si lo acordase un hombre solo.

El positivismo está en crisis. La democracia "de contenido" no ha fracasado.

Aunque el positivismo está en crisis, por haber querido prescindir de todo concepto lógico y religioso, nos ha dejado, como conquistas definitivas, esa crítica de la superstición rousseauniana y una gran parte de la admirable construcción de Ihering, coincidente en tantos puntos con la de Santo Tomás. Y si hoy el pensamiento jurídico va por otros derroteros (Stammler, Del Vecchio, renacimiento tomista) es para buscar al Derecho una norma de validez absoluta, nunca para recaer en la creencia de que una forma tiene poder taumatúrgico.

Pero si la democracia como forma ha fracasado, es, más que nada, porque no nos ha sabido proporcionar una vida verdaderamente democrática en su contenido. No caigamos en las exageraciones extremas, que traducen su odio por la superstición sufragista, en desprecio hacia todo lo democrático. La aspiración a una vida democrática, libre y apacible será siempre el punto de mira de la ciencia política, por encima de toda moda.

No prevalecerán los intentos de negar derechos individuales, ganados con siglos de sacrificio. Lo que ocurre es que la ciencia tendrá que buscar, mediante construcciones de "contenido", el resultado democrático que una "forma" no ha sabido depararle. Ya sabemos que no hay que ir por el camino equivocado; busquemos, pues, otro camino; pero no mediante improvisaciones (como las del año pasado en la Academia de Jurisprudencia), sino mediante el estudio perseverante, con diligencia y humildad, porque la verdad, como el pan, hemos de ganarla con el sudor de nuestra frente.

Publicado en "La Nación", 17 de enero de 1931.

Unión Monárquica, núm. 105, 1 de marzo de 1931.