"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

martes, 30 de abril de 2013

MÁS SOBRE HOMOSEXUALIDAD Y HOMOSEXUALISMO: Por Pío Moa.

En la polémica sobre la homosexualidad ha intervenido ahora el señor Esplugas con un artículo algo confuso y palabrero, como suelen ser muchas discusiones en España, sugiriendo además que homosexualismo y liberalismo van juntos. Para no perder el tiempo, resumiré algunas cuestiones básicas:

1. Una cosa son los homosexuales y otra el homosexualismo, como una cosa son los obreros y otra el marxismo, o las mujeres y el feminismo, o los catalanes y el nacionalismo catalán, etc. Esas ideologías se dicen, falsamente, representantes de los homosexuales, los obreros y demás, y pretenden transformar la sociedad de acuerdo con sus particulares concepciones.

2. El término "GAY" se ha interpretado como "Good As You", pero no es verdad. Un homosexual puede ser tan bueno o mejor que la mayoría como arquitecto, nadador o matemático, pero su homosexualidad no será "tan buena" como la normal: seguirá siendo una desgracia, que puede afrontar mejor o peor. Por hacer una comparación trivial, un cojo puede ser un gran empresario o científico, pero no logrará convencernos de que andar cojeando es tan bueno como andar normalmente.

3. Tampoco lograrán convencernos –ni convencerse– de que el único problema consiste en la actitud de la gente con respecto a esas desgracias o a cualesquiera otras, o de que solo hay desgracia si uno se siente desgraciado. Se trata de la idea de que la realidad no existe, que solo existen constructos o invenciones mentales, y que basta cambiar el punto de vista sobre la realidad para que esta se transforme en otra cosa. "La mujer no nace, se hace", decía Simone de Beauvoir, y esa concepción se ha extendido mucho. Este modo de ver las cosas es inconsecuente, porque entonces valdría igual un punto de vista que otro, una opinión que otra, etc., ya que todas son invenciones en el fondo arbitrarias. Valdría tanto, por ejemplo, el homosexualismo como lo que llaman la homofobia. Pero ahí las ideologías se detienen: solo valen los puntos de vista, las invenciones de ellas.

4. La homofobia, como el antiobrerismo, el machismo o el anticatalanismo, son, en ese sentido, palabras-policía, intimidatorias, a fin de paralizar la expresión de ideas o puntos de vista no conformes a tales ideologías. Estas rebosan odio a sus contrarias, pero no toleran el mismo odio en las demás. Pretenden, incluso, crear leyes para perseguir criminalmente a quienes piensan u obran de modo diferente, y cultivan asiduamente el victimismo sobre el pasado para justificar privilegios y opresiones presentes a los que aspiran –y a menudo logran.

5. El homosexual razonable no hace de su condición sexual el centro de su personalidad y de su vida, acepta su realidad si cree que no puede cambiarla, y la lleva con discreción, ya que se trata de un asunto íntimo, como debieran hacer también los heterosexuales, aunque hoy se procura ya desde la escuela destruir los sentimientos de pudor y otros parecidos. El homosexualista, más consciente que nadie de su desgracia, en lugar de asumirla intenta grotescamente convertirla en motivo de orgullo y obligar a los demás a creerla "good as you".

6. El homosexualismo no se limita a decir que un homosexual es una persona y debe ser respetado. En realidad eso le importa poco y va mucho más allá. Hace de su condición sexual el centro de su pensamiento y de su acción, y pretende que la sociedad se conforme según sus teorizaciones. Necesita creer y hacer creer que el apego social a una sexualidad normal, a la reproducción, a la familia, al pudor, etc. son "prejuicios" que deben desarraigarse por todos los medios. El homosexualismo, el feminismo y otras ideologías "radicales" suelen ir juntos, con efectos "progresistas" como el creciente fracaso matrimonial y familiar, el auge de la prostitución en mil formas y otros muchos que en otro artículo he definido como índices de mala salud social.

lunes, 29 de abril de 2013

VIOLENCIA DE GÉNERO O DECIR UNA VERDAD PARA DEFENDER UNA MENTIRA: Por Juan Carlos Monedero.

Este artículo ha sido escrito en el contexto de lo que ocurre en la nación Argentina, pero no dista mucho de lo que ocurre en México. El proceso de ideologización se ha impulsado en todos los países de occidente con iguales resultados. 

Un folleto arrojado en la vía pública –y que llegara a nuestras manos al advertir su tema: Violencia de género– ha disparado este artículo. Porque, efectivamente, creemos que la retórica de la agresividad sufrida por las mujeres –de la forma que sea– es sólo una pantalla que enmascara intenciones y objetivos mucho más oscuros.

Con ésto no se quiere negar la existencia de esta agresividad sino objetar la legitimidad de ese discurso. Y si pretendemos objetarle es porque bajo esos términos puede entenderse muchas cosas. Algunas, por ejemplo, son malas: el acoso verbal hacia una mujer, la humillación a la esposa por parte del marido, la agresividad física para con ella e incluso la trata de personas. Otras no, aunque nos las quieran vender como si lo fueran. Por éso, para no ser cómplices de la confusión, debemos hacer las siguientes aclaraciones.

1. La reprobación de estas agresividades sólo es “la punta de lanza” de la propaganda del pensamiento de género. Debe saberse que el rótulo de “violencia de género” encubre otras cosas que son muy buenas. Se dirá que llevar a término un embarazo no deseado es violencia de género, justificando el aborto; que el oficio de ama de casa también lo es, plantando la sospecha en el hogar; que la vocación de madre es violencia contra la mujer, sembrando la semilla de pensamientos anticonceptivos.

El plan es sencillo: el descrédito de las cosas malas debe proyectarse sobre las buenas, ensuciándoles. La fuerza de esa indignación frente al mal –ese montar en cólera ante la injusticia– será conducida –mejor dicho: utilizada– contra el bien. Se condena la agresividad hacia las mujeres a los efectos de manipular esa adhesión. Se dice una verdad para defender una mentira.

2. Fue pretextando estos casos que se sancionó –el 11 de marzo del 2009– la ley 26.485, denominada “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. Con semejante título, parecería que quien osara criticar la ley justifica la violencia contra la mujer. Así, de un lado, las mujeres luchando por “ser respetadas”. Del otro, arrinconados, los malvados varones a quienes sólo se nos permite asentir servilmente con la cabeza.

3. Como era de esperar, los diarios se hicieron eco de esta terminología nada inocente. Por ejemplo, Clarín –que para algunos “ahora es bueno” porque pelea contra el gobierno– tiene una sección denominada Violencia de Género, en donde notas tales como la muerte de una mujer a manos de su ex marido –antes ubicadas en la sección Policiales– ocupan ahora esa plana.

La noticia recibe, por el peso mismo de esta palabra, una determinada “lectura”: antes, se trataba de un atentado contra la justicia; palabra que, por sí misma, nos remitía a la verdad. Ahora, el marco ha cambiado. Son problemas de género. El marco en el que se leen y se comprenden este tipo de noticias es la perspectiva de género; y luego, la falsa disyuntiva: ¿condena usted el hecho sucedido?

Si decimos sin más que lo condenamos, habiendo aceptado esa palabra talismán, nos obligarán a aceptar también toda la galaxia de ideas que gira en torno a esa palabra. Pero si –en cambio– decimos que no lo condenamos en los mismos términos que ellos, astutamente nos acusarán de justificar la violencia contra la mujer. Es la falacia de las muchas preguntas; en efecto, se habla de varias cosas que pasan como si fueran una y la misma.

4. Debe comprenderse lo siguiente: la verdadera intención de estos ideólogos y de sus propagandistas no es eliminar las injusticias que la mujer pueda padecer. Ésa es sólo una pantalla. En realidad, pretenden legitimar tanto la promiscuidad sexual como el aborto, dos pilares de la mentalidad anticonceptiva.

Que no nos confundan con estadísticas imposibles de comprobar. Que no nos confundan con su palabrería vana y su griterío desaforado. Las palabras “violencia de género” son un anzuelo: por ellas, se subordina la vida del niño por nacer a la elección de su madre. Y si la madre decide quitarle la vida “interrumpiendo su embarazo”, todo aquél que busque salvar al hijo ejercerá una inaceptable violencia contra su supuesta “libertad reproductiva”. Ésto no es una deducción nuestra ni una proyección arbitraria. Está en la ley mencionada, cuyo decreto reglamentario (1011/2010) es aún más explícito. Dice la ley:

“Artículo 6°. Modalidades. A los efectos de esta ley se entiende por modalidades las formas en que se manifiestan los distintos tipos de violencia contra las mujeres en los diferentes ámbitos, quedando especialmente comprendidas las siguientes: (…) d) Violencia contra la libertad reproductiva: aquella que vulnere el derecho de las mujeres a decidir libre y responsablemente el número de embarazos o el intervalo entre los nacimientos…”.

En una palabra: afirmar que la vida del hijo no es objeto del capricho de su madre, será violencia de género. Ésto es lo que buscan; si definen los términos del debate, definen asimismo el pensamiento que determinará el resultado de ese debate.

5. ¿Cómo escapar de este callejón sin salida?

El camino para evitar estos males está en la inteligencia, “aquello que Dios más ama en el hombre”, según expresión de Santo Tomás. Sólo el cultivo permanente del discernimiento y la vigilancia constante del lenguaje puede impedir que caigamos en la confusión. De lo contrario, seremos víctimas de la guerra de las palabras, hoy desatada sin filtro alguno en nuestra sociedad. Que Cristo, Palabra Encarnada, se haga presente en nuestras gargantas para que nuestra voz sea un eco de la Voz. Si por nuestro testimonio salvásemos una sola vida, valió la pena.

sábado, 27 de abril de 2013

HONOR A QUIEN HONOR MERECE: Por Gastón Abellán.

Así como el gran Cortés y la inteligente Doña Marina son los padres de nuestra nacionalidad mestiza y al mismo tiempo, por desgracia, dos de las figuras más vilipendiadas de nuestra historia; del mismo modo, el verdadero padre de la patria mexicana es el malogrado emperador Agustín Cosme Damián de Iturbide y Aramburú, quien, el 27 de septiembre, pero de 1821, proclamó la independencia con respecto de España: no una potencia enemiga, sino nuestra madre, con la que importaba mantener estrechos nuestros lazos de agradecimiento y afecto.

Fue este criollo, nacido también un 27 de septiembre, mas de 1783, en Valladolid, hoy Morelia, quien a más de ser el verdadero responsable de la independencia de nuestra patria, nos dio los símbolos que la distinguen: el escudo y la bandera nacional; también, nuestro primer himno: la Marcha Solemne Mexicana, a la que quizá no sea desacertado llamar: Marcha Imperial Mexicana; pues hay que tener presente que nacimos siendo un imperio; hoy, cuando niños, se nos inculca en las escuelas el orgullo de ser parte de una república mutilada. Pero conviene anotar que nuestro territorio abarcaba desde Oregon hasta Panamá... algo que, convenientemente, se calla: todos los mexicanos sabemos que perdimos gran parte de nuestras tierras norteñas luego de la injusta agresión de los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX, pero casi ninguno sabe que perdimos también Centroamérica sin que nadie hiciera nada para evitarlo.

Además de inculcarnos, en las escuelas, el absurdo orgullo de ser parte de una repúbliquita, se nos inculca el orgullo de poseer un sistema de gobierno ajeno a nuestras raíces, que ni los indios eran republicanos ni los españoles tampoco. Piénsese en los tlatoanis aztecas o en los reyezuelos indígenas; piénsese, asimismo, en el emperador Carlos V, o en los sucesivos monarcas españoles.

En otro tema: el asesinato infame del verdadero padre de la patria (que no el sinvergüenza del cura Hidalgo, criminal elevado a los altares de la historia oficial), no ocurrió por desgracia sólo una vez en Padilla, Tamaulipas, lugar donde fuera fusilado, sin juicio, tras desembarcar procedente de Europa; ocurre, simbólicamente, cada que se calla el hecho de ser él el auténtico responsable de nuestra corta independencia, conseguida de manera incruenta y reconciliando a todos los sectores de la sociedad novohispana: el llamado Ejército Trigarante que entró triunfal en la ciudad de México, luego de la firma del plan de Iguala, que establecía las condiciones de nuestra separación con respecto a la metrópoli, estaba compuesto en parte por el antiguo ejército realista, antaño fiel a la corona de Castilla y por las tropas insurgentes. Ambos ejércitos, tanto el español como el otro, estaban compuestos, a su vez, por europeos, criollos, mestizos, indios y negros. José Joaquín Fernández de Lizardi, autor de "El periquillo sarniento", dijo en éste libro, palabras más, palabras menos, lo siguiente: «que nadie se llame a engaño, la nombrada "guerra de independencia" nunca fue una guerra entre españoles y americanos fue una guerra civil entre hermanos».

Otra infamia, ésta por cuenta de nuestros gobernantes, que cuando efectúan la ceremonia del «Grito», rinden honores, a quienes como el cura no pelearon en nombre de una patria que ni siquiera existía (Hidalgo se levantó en contra de la presencia napoleónica en la península ibérica e invocando al príncipe Fernando VII); o bien, a quienes como Morelos, eran partidarios del desmembramiento de nuestros territorios (el caudillo planeaba vender Texas a los angloamericanos), es tergiversar el significado de los colores patrios en alianza con la Secretaria de Educación, so pretexto de laicismo y siguiendo consignas masónicas: los mismos colores que eligiera Iturbide, con significados claramente explícitos: verde: independencia, blanco: religión (la católica), rojo: unión de todas las razas y grupos sociales, es decir, las Tres Garantías, y, también, las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad; siendo, el blanco, el símbolo de la pureza de la fe; el verde, el símbolo de la esperanza puesta en la nueva patria y el rojo: el símbolo del amor, de la unión entre todos los nacidos en la otrora Nueva España, sin importar su origen. (Aquellos que se atrevan a dudarlo, pueden mirar las alas tricolores del angelito que se halla a los pies de la Virgen Morena, cuya origen se remonta a la época colonial y es, como resulta evidente, muy anterior a la existencia de nuestra enseña).

Fue el emperador Iturbide, asimismo, quien eligió como emblema patrio, él que carecía de sangre indígena, el águila azteca que hoy constituye el elemento más significativo de nuestro escudo. Fue él, también, quien asumió no ser sino un continuador de la tradición monárquica indígena, como hicieran antaño los españoles, que gobernando estas tierras, siempre asumieron ser continuadores de Moctezuma, cuyos descendientes, reconocidos como nobles por Carlos V, volvieron a reinar en América con posterioridad a la conquista: en México y en el Perú: hoy, todavía se alza en España, el palacio de los condes de Austria-Moctezuma, lo mismo que se alza en otro rincón de la península el palacio de la hija de los antiguos reyes del Perú… que la colonización española nunca fue como la inglesa o la francesa y hay que saber que la inglesa fue la peor de todas.

Francisco Gonzáles Bocanegra, poblano, autor del Himno Nacional, dejó bien claro en un par de estrofas de su himno a quién deberíamos honrar como abanderado y guía, jamás mencionó al párroco de Dolores; estrofas que, por obvias razones y para no disgustar a Washington, fueron suprimidas más adelante: la Casa Blanca estuvo detrás de la caída del Dragón de Fierro —apodo dado a Iturbide—, a través de su agente Joel R. Poinsett —cercano amigo de Santa Anna y de Vicente Guerrero—; así como estuvo detrás de la imposición del sistema republicano y de nuestro posterior desmembramiento.

Aquí, las estrofas eliminadas:

Si a la lid contra hueste enemiga
os convoca la trompa guerrera,
de Iturbide la sacra bandera,
mexicanos, valientes, seguid.

Y a los fieros bridones les sirvan
las vencidas enseñas de alfombra,
los laureles del triunfo den sombra
a la frente del bravo adalid.

Del parricidio de Iturbide y de la posterior imposición del régimen republicano (obra del nefasto Santa Anna por indicaciones de Poinsett), data que, para deshonra nuestra, nuestro nombre oficial, a imitación del país de allende el Bravo, sea: Estados Unidos Mexicanos en contraposición a México, nombre otorgado por el libertador (no se olvide que éramos la Nueva España y los jefes insurgentes jamás se refirieron a nuestro actual país con ese nombre: Hidalgo y Morelos, por ejemplo, aludían a la América Septentrional...).

En suma, que para concluir: Ni somos independientes ni recordamos a quién si nos dio, aunque efímeramente, la independencia, nombre a nuestro país, la bandera y el escudo...: ¡Viva Agustín de Iturbide, verdadero padre de la patria mexicana! Que, evidentemente, no supo merecerlo ni tampoco supo merecer ser libre.

Tomado de Mitófago: http://www.mitofago.com.mx/2013/04/27/honor-a-quien-honor-merece/

martes, 23 de abril de 2013

APUNTES EN EL CUADERNO DE BITÁCORA: Los mexicanos prehispánicos comían pozole con carne humana...

Al igual que en el Neolítico en Europa, el canibalismo era una actividad frecuente en el México prehispánico, según un estudio realizado por un equipo de antropólogos de la UNAM, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Universidad de Granada, sur de España.

Miguel Botella, director del Laboratorio de Antropología Física de la Universidad de Granada, señaló que los más de 20 mil restos óseos estudiados por estos expertos han demostrado que el canibalismo era “sistemático”, lo que “posiblemente indica que lo llevaron los humanos que pasaron el estrecho de Bering cuando ocuparon el continente por primera vez”. El antropólogo señaló que en el México prehispánico, tras los sacrificios rituales en los que se ofrecían los corazones de la víctima a las deidades, el resto del cuerpo se cocía con maíz y era repartido entre todos los participantes en una especia de acto de comunión o sólo entre determinados sacerdotes. “Ocurría como en las actuales corridas de toros, donde todo sigue un ritual, pero una vez que muere, el animal es carne”, manifestó Botella.

En la investigación se han recabado recetas de cocina de carne humana que recogieron los frailes españoles durante su labor evangelizadora tras la conquista, que señalan que nunca se tomaba asada y que era habitual añadirla al pozole. Según el testimonio de uno de estos frailes, la carne humana “sabía como la del cerdo”, de ahí que, tras ser prohibido su consumo durante la cristianización de los indígenas, fuera sustituida por el puerco. La manipulación de los cuerpos humanos para su ingesta —cortes, desuello, descarnado o cocción, entre otros— dejó marcas en los huesos, que han sido analizadas por estos expertos y han permitido determinar “toda la metodología utilizada en lo que constituían acontecimientos ritualizados”.

Botella subrayó que es “interesantísimo” comprobar que las descripciones de estos rituales por parte de los frailes españoles “se corresponden con las marcas de los huesos estudiados”, por lo que concluyó que “exageraban bastante menos de lo que se suponía”. El equipo de investigadores, que lleva diez años enfrascado en este estudio, trabaja ahora en “unir las celebraciones de las que hablan los frailes españoles con las evidencias de canibalismo”. Se trata de una tarea “bastante complicada” porque la variedad de sacrificios prehispánicos era “enorme” y hay que estudiar “a qué fiestas o motivos se corresponde cada cual”. Una muestra de que el canibalismo era “sistemático” es que este antropólogo ha estudiado en Guadalajara más de 2.000 herramientas hechas con huesos humanos, desde punzones a arpones pasando por instrumentos musicales, lo que evidencia “una industria artesana establecida”. Es decir, el cuerpo humano no sólo sirvió para alimentar a esos pueblos, sino que generó una industria del hueso, que era considerado “el mejor material para las herramientas”.


Tomado de La Crónica de Hoy: http://www.cronica.com.mx/notas/2007/317065.html

domingo, 14 de abril de 2013

EL FRAUDE DE MARGARET THATCHE: Por Eduardo Arroyo.

El cardenal Bertone ha enviado en nombre del Santo Padre un telegrama al Primer Ministro de Reino Unido, David Cameron, con motivo del fallecimiento de Margaret Thatcher. El telegrama de pésame “…recuerda con aprecio los valores cristianos que sostuvieron su empeño en el servicio público y en la promoción de la libertad entre el concierto de las naciones”.

¿Cuáles son esos valores cristianos que sostuvieron a la difunta Thatcher? Tal vez sean los de la comunión anglicana o los de alguna “masonería cristiana”. No olvidemos que la baronesa puso en marcha la ampliación de la ley del aborto de 1967 y desarrolló una política económica de capitalismo salvaje.

La redacción del telegrama merece crítica. Pudo ser más sobria y no hacer elogios discutibles e innecesarios. Hubiera bastado con usar fórmulas protocolares y encomendar su alma a la misericordia de Dios.

Un telegrama diplomático en sí mismo no tiene gran relevancia. No obstante, en el universo mental neocon, todo acto del Papa o de la Curia debe defenderse como si fuera magisterial. Por afán apologético algunos llegan a decir sobre este punto que “si el Papa dice A y yo B, es el Papa quien tiene razón”. Otros, por vía indirecta, se concentran en una defensa política de la dama de hierro. Reproducimos un artículo que contribuye a desmitificar la figura de Margaret Thatcher.

Pese a su "patriotismo", fracasó en contrarrestar las consecuencias disolventes de la revolución moral y social de los 70. Para ella, obsesionada por la economía, esos problemas ni existían.

Con la muerte de Margaret Thatcher cada analista ha retornado a donde solía: la izquierda a sus tópicos más o menos fundados y la derecha a los suyos. Nadie ha reparado sin embargo en el fraude que ha supuesto su figura dependiendo de la perspectiva con la que se miren sus años de gobierno. ¿Qué queremos decir? Pues que, aunque suene extraño, nosotros creemos que la figura de Margaret Thatcher puede ser reivindicada por igual desde posiciones liberales e izquierdistas. Y que nadie se asombre por ello porque esta afirmación cobra todo su sentido cuando se supera la disyuntiva, en parte aparente, de "izquierdas" y "derechas".

En las filas liberales, la leyenda dice que, tras el desastre anterior laborista, Thatcher convirtió a Gran Bretaña en una potencia influyente animada –todo eso del "vínculo transatlántico", etc- por una economía próspera. El pasado día 8 el ex presidente del Gobierno José María Aznar subrayó la "energía reformadora" y la "pasión por la libertad" de la ex primera ministra británica, a la que considera una "protagonista indiscutible de la gran política del siglo XX". Para Aznar, Thatcher "fue un ejemplo de convicciones, de coraje y de capacidad de desafío, y una de las más valientes y enérgicas defensoras de la libertad del pasado siglo" y, además, siempre según Aznar, Thatcher consiguió establecer su "propio paradigma de crecimiento y prosperidad basado en la libertad y las reformas", lo cual "no sólo acabó con la hegemonía socialista en su país, sino también con el ambiente de resignación y el fracaso económico y social".

Pese a que esta retórica sobre la "libertad" carece absolutamente de contenido, cabe subrayar el hincapié que se hace en torno a la economía, como no podía ser de otro modo. Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre también se han explayado en términos similares acerca de las "reformas", la "libertad", etc. Nada nuevo bajo el sol, como se ve. El caso es que, con una hábil maniobra, la estadista británica ha sido propuesta como figura referencial a los electores conservadores españoles desde los medios de la "derecha".

En la trinchera de enfrente, desde la izquierda, ya Rubalcaba recriminó en su momento a Esperanza Aguirre el identificarse con una especie de "thatcherismo castizo y cañí". Medios como Público o El País –y también, por ejemplo, el canal de noticias basura de Yahoo- se gozan también en titulares y contenidos que difunden los clásicos tópicos de la izquierda: Thatcher fue responsable de durísimas medidas contra las clases trabajadoras. Es cierto. Pero aquí también los últimos gobiernos de la UCD y los socialistas de Felipe González adoptaron medidas similares durante la célebre "reconversión industrial", a fin de hacernos más "competitivos" y de "reajustar la oferta a la demanda".

Eso conllevó cierres, despidos y desmantelamientos de buena parte de nuestro tejido industrial. Otros gobiernos de izquierda, como el SPD de Gerhard Schröder en Alemania, hicieron luego cosas similares. Y es que, como se ve, no es que los ataques a los trabajadores sean patrimonio exclusivo de los gobiernos liberales, sino que, más bien, es la propaganda de la izquierda quién se encarga de ocultar los hechos cuando estos se refieren a gobiernos a los que sirve. Cabe afirmar, por tanto, que Thatcher no llevó a cabo nada esencialmente diferente a lo que hicieron otros gobiernos "progresistas" en su mismo país y en otros lugares de Europa.

Lo que muchos no parecen preguntarse es qué es lo que queda a fecha de hoy de su legado o, dicho de otro modo, en qué se ha convertido la Gran Bretaña de la señora Thatcher. Porque de un correcto análisis sobre estas cuestiones podrá deducirse si lo que hoy es Gran Bretaña puede cargarse en el "debe" de la primera ministra. Aquí hay que decir que Margaret Thatcher, pese a su "patriotismo", fracasó en contrarrestar las consecuencias disolventes de la revolución moral y social de los años sesenta. Para ella, obsesionada por la economía –la liberal, se entiende- esos problemas ni existían y ella más bien fue parte activa de los mismos. No en vano votó a favor de la iniciativa de Leo Base para despenalizar la homosexualidad, a favor de la iniciativa de David Steel para despenalizar el aborto y a favor de leyes que favoreciesen el divorcio.

Se piense lo que se piense de la homosexualidad, el aborto y el divorcio, el caso es que resulta difícil encajar a Thatcher en el estereotipo de conservador que abunda en la propaganda de la izquierda. Por eso hoy, Gran Bretaña, es un lugar donde existe una activa y numerosa "policía del pensamiento" que denuncia y delata a "homófobos" y "racistas", al tiempo que su población indígena envejecida va siendo progresivamente sustituida por mil etnias inasimilables y sin ningún sustrato común con el pueblo británico. La islamización de Gran Bretaña se está produciendo a pasos agigantados y muchos se preguntan cómo ha podido ese país perder de tal modo el control de sus fronteras.

Peter Hitchens, hermano del fallecido Christopher Hitchens, en su artículo The Myth of Margaret Thatcher, explica todos estos asuntos tras haber vivido de cerca el "thatcherismo". Refiriéndose a la Gran Bretaña de hoy, Hitchens dice cosas como que, "en las regiones donde se aseaban los mineros y los obreros del metal, bandas de jóvenes que nunca han trabajado y nunca lo harán, fuman marihuana y se inyectan heroína sin que los moleste una policía castrada y sus hermanas tienen hijos fuera del matrimonio que se suman el enorme número de familias monoparentales… La Gran Bretaña de hoy tiene todavía un amplio sector público consistente en hospitales, gobiernos locales y centros educativos (N. Del A.: es decir, entidades de servicios que no producen porque la industria fue desmantelada y deslocalizada en Asia por Thatcher y demás). Existe una legión de monitores de la homofobia y dispensadores de anticonceptivos pagados todos con fondos públicos… ". Además Hitchens añade: "La corrección política está escrita en la ley bajo a forma de ´leyes de igualdad´ que fijan criterios en el sector público y en todos los que contratan con él… El sistema educativo británico, que cree que la igualdad social es más importante que el conocimiento, produce todos los años decenas de miles de los más ignorantes jóvenes del mundo industrializado…".

¿Qué significa todo este panorama? Pues que Gran Bretaña no escapa a los moldes de decadencia, y decrepitud de otros países occidentales. Sus patologías son las nuestras, aunque de vez en cuando se azuce el estereotipo del británico que defiende su imperio –Gibraltar, por ejemplo- y se oculte que se hace más por preservar los intereses de oscuras élites que por un genuino patriotismo, proscrito en Gran Bretaña, al igual que en otros países europeos, como si tratara de una forma más de "fascismo".

Por si fuera poco, Thatcher nunca entendió la enorme amenaza para la soberanía británica que suponía la construcción de la Unión Europea y, más en concreto, la globalización. Así, hoy, los sindicatos con los que en su época ella se enfrentaba han perdido su función más que por las políticas thatcheristas, porque las manufacturas británicas han sido deslocalizadas y, sencillamente, han desaparecido.

Es decir, Thatcher, como se ve, defendió su empleo a conciencia y mandó una "task forcé" a las Malvinas pero fracasó estrepitosamente en frenar la decadencia y la descomposición del país. Más aún: contribuyó activamente a este proceso igual que los gobiernos que la han sucedido. No es por tanto nada raro que gentes como Aguirre, Rajoy o Aznar alaben una trayectoria política análoga a la suya y con las mismas carencias letales para el país. Tampoco es raro que la izquierda tenga la cara dura de recriminarle lo que ella misma haría y silencie aquellas cosas en las que Thatcher y ellos estaban de acuerdo. Unos y otros forman parte de lo mismo: que todo cambie para que todo siga igual. Pero de momento, baste decir que la mitificación de Thatcher no es si no otro más de los embustes necesarios para neutralizar e intoxicar a las fuerzas sanas del pueblo. Por lo demás, que Dios tenga piedad de su alma.

domingo, 7 de abril de 2013

POEMA: Do quiera que estoy...


... como un rumor de millones de olas que bebe la orilla del mar, así -constante, desde hace ya años- me trae tu recuerdo, a mi orilla, la misma Verdad. Lejos de aquí, de estar cerca no dejas. Te regalo luciérnagas que, aunque vuelan muy bajo, por ti quisieran ser estrellas... do quiera que estás.

Pablo de María.

miércoles, 3 de abril de 2013

APUNTES EN EL CUADERNO DE BITÁCORA: Don Blas de Lezo, el español que puso de rodillas a Inglaterra...

El Gran Almirante Blas de Lezo
Blas de Lezo y Olavarrieta (u Olabarrieta), primer marqués de Ovieco (a título póstumo), almirante español conocido como Patapalo, o más tarde como Mediohombre, por las muchas heridas sufridas a lo largo de su vida militar, es considerado uno de los mejores estrategas de la historia de la Armada Española.

Blas de Lezo y Olavarrieta nació en Pasajes, Guipúzcoa, España, el 3 de febrero de 1689. Pertenecía a una familia con ilustres marinos entre sus antepasados, en un pueblo dedicado, prácticamente en exclusiva, a la mar. Se educó en un colegio de Francia y salió de él en 1701. En aquel entonces la armada francesa era aliada de España en la Guerra de Sucesión, que acaba de empezar al morir Carlos II sin descendencia. Dado que Luis XIV deseaba el mayor intercambio posible de oficiales entre los ejércitos y escuadras de España y Francia, Lezo se embarca, a sus 12 años, en la escuadra francesa, enrolándose como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Luis Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV.

Guerra de Sucesión

La guerra enfrenta a Felipe de Anjou, apoyado por Francia y nombrado heredero por el rey español, con el Archiduque Carlos de Austria, apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los Borbones en el continente. La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada. Frente a Vélez-Málaga se produjo el 24 de agosto de 1704 la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra franco-españolas (51 navíos de línea, 6 fragatas, 8 brulotes y 12 galeras, sumando un total de 3.577 cañones y 24.277 hombres) y la flota anglo-holandesa, mandada por el almirante Rooke y compuesta por 53 navíos de línea, 6 fragatas, pataches y brulotes con un total de 3.614 cañones y 22.543 hombres, dando como resultado al final de la contienda 1.500 y 2.700 bajas, respectivamente.

Blas de Lezo participó en aquella batalla batiéndose de manera ejemplar, hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar, sin anestesia, por debajo de la rodilla. Cuentan las crónicas que el muchacho no profirió un lamento durante la operación. Debido al valor demostrado tanto en aquel trance como en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV. Se le ofrece ser asistente de cámara de la Corte de Felipe V. Siguió su servicio a bordo de diferentes buques, tomando parte en las operaciones que tuvieron lugar para socorrer las plazas de Peñíscola y Palermo; en el ataque al navío inglés Resolution de 70 cañones, que terminó con la quema de éste, así como en el apresamiento de dos navíos enemigos que fueron conducidos a Pasajes y Bayona. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la Corte, pues ambicionaba conocer las artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola.

Continúa patrullando el Mediterráneo, apresando numerosos barcos ingleses y realizando valientes maniobras con un arrojo inusitado. Tanto es así que se le premia permitiendo que lleve sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiados de Barcelona al mando de una pequeña flotilla. Sirviéndose de su aguda inteligencia, realiza brillantemente su cometido, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin de crear un densa nube de humo que ocultase los navíos españoles, pero además carga «sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados, prenden fuego a los buques británicos». Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra las tropas del príncipe Eugenio de Saboya. En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en el ojo izquierdo, que explota en el acto, perdiendo así para siempre la vista del mismo.

Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort, donde lo ascienden a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710 una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas. Por estas fechas tiene lugar el referido combate con el Stanhope mandado por John Combs, que lo triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: «Cuando los ingleses vieron aquello, entraron en pánico».

El abordaje de los españoles era una temible maniobra ofensiva, que los ingleses temían particularmente: los navíos españoles cañoneaban de cerca, tras lo cual lanzaban garfios y abordaban el navío contrario, buscando el cuerpo a cuerpo, hasta la rendición del enemigo. De este modo, con tripulaciones muy inferiores en número, los navíos españoles lograban apresar otros con mucha mayor dotación y porte. Blas de Lezo se cubrió de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, siendo ascendido a Capitán de Fragata.

En 1712 pasa a servir bajo las órdenes de Andrés de Pes. Este afamado almirante quedó maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año más tarde. Posteriormente participó en el asedio de Barcelona al mando del Campanella, en el que el 11 de septiembre de 1714, al acercarse con demasiado ímpetu a sus defensas, recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo. En esa época, y al mando de una fragata, apresó once navíos británicos, entre ellos el emblemático Stanhope, navío de gran poder ofensivo.

En 1715, al mando de Nuestra Señora de Begoña, y ya repuesto de sus heridas, se dirige con una gran flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo disparo.

El Caribe

Terminada la Guerra de Sucesión, se le confió el buque insignia Lanfranco. Un año después parte hacia La Habana escoltando a una flota de galeones en el Lanfranco, barco que será retirado del servicio debido a su calamitoso estado, a su regreso a Cádiz.

Allí se queda hasta 1720, cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco, conocido asimismo como León Franco y Nuestra Señora del Pilar, y es integrado dentro de una escuadra hispano-francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur, o lo que es lo mismo, las costas del Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra y una fragata, y por parte francesa por dos navíos de línea. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success y el Speed Well del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarle y tras hacer algunas capturas huyó a Asia, donde fue apresado y muerto.

En 1725 contrajo matrimonio en Lima, Perú, con Josefa Pacheco.

Mediterráneo

En 1730 regresó a España y fue ascendido a jefe de la escuadra naval del Mediterráneo. Habiendo surgido diferencias con la república de Génova, España estaba resentida por la conducta observada por aquel Estado, y no de acuerdo con sus procedimientos, el general Lezo, por orden superior, se personó en aquel puerto con seis navíos y exigió, como satisfacción, el pago de los dos millones de pesos pertenecientes a España que se hallaban retenidos en el Banco de San Jorge, además de un homenaje a la bandera real de España. Mostrando el reloj a los comisionados de la ciudad, que buscaban el modo de eludir la cuestión del pago, fijó un plazo, transcurrido el cual la escuadra rompería el fuego contra la ciudad. Los dos millones de pesos recibidos fueron enviados, por orden del rey, medio millón para el infante don Carlos y el resto fue remitido a Alicante para sufragar los gastos de la expedición que se alistaba para la conquista de Orán.

En reconocimiento de sus servicios al Rey, éste le concede en 1731 como estandarte para su capitana la bandera morada con el escudo de armas de Felipe V, las órdenes del Espíritu Santo y el Toisón de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos.

En 1732, a bordo del Santiago mandó una expedición a Orán con 54 buques y 30.000 hombres, y rindió la ciudad, si bien cuando se marchó, Bay Hassan logró reunir tropas y sitiarla. Lezo retornó en su socorro con seis navíos y 5.000 hombres, logrando ahuyentar al pirata argelino tras reñida lucha. No contento con esto, persiguió su nave capitana de 60 cañones, que se refugió en la bahía de Mostagán (hoy Mostaganem), baluarte defendido por dos castillos fortificados y 4.000 hombres. Ello no arredró a Lezo, que entró tras la nave argelina despreciando el fuego de los fuertes, incendiándola y causando además grave ruina a los castillos. Patrulló después durante meses por aquellos mares, impidiendo que los argelinos recibieran refuerzos de Estambul, hasta que una epidemia lo forzó a regresar a la ciudad de Cádiz.

De vuelta a América

El rey lo ascendió en 1734 a Teniente General de la Armada. Regresó a América con los navíos Fuerte y Conquistador en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias, plaza que tuvo que defender de un sitio (1741) al que la había sometido el ataque del almirante inglés Edward Vernon. La excusa de los ingleses para iniciar un conflicto con España fue el apresamiento de un barco corsario comandado por Robert Jenkins cerca de la costa de Florida. El capitán de navío Juan León Fandiño apresó el barco corsario y cortó la oreja de su capitán al tiempo que le decía (según el testimonio del inglés): «Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve.» A la sazón, el tráfico de ultramar español se veía constantemente entorpecido e interrumpido por los piratas ingleses. En su comparecencia ante la Cámara de los Lores, Jenkins denunció el caso con la oreja en la mano, de ahí que los ingleses conozcan el conflicto como «Guerra de la oreja de Jenkins».

Vernon estaba envalentonado tras el saqueo de la mal guarnecida plaza de Portobelo (Panamá), y el inglés desafió a Lezo, a lo que el marino español contestó:

«Si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía.»

Monumento a Blas de Lezo en Cartagena de Indias
La flota inglesa, la agrupación de buques de guerra más grande que hasta entonces había surcado los mares (2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte, y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas de Virginia bajo las órdenes de Lawrence Washington, medio hermano del futuro libertador George Washington), superaba en más de 60 navíos a la Gran Armada de Felipe II. Para hacerse idea del mérito estratégico de la victoria, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: Galicia, que era la nave Capitana, San Felipe, San Carlos, África, Dragón y Conquistador. Blas de Lezo, sin embargo, contaba con la experiencia de 22 batallas. El sitio de Cartagena de Indias fue una gran victoria con una enorme desproporción entre los dos bandos.

Tan colosal fue la derrota de los ingleses, que aseguró el dominio español de los mares durante más de medio siglo hasta que lo perdió en Trafalgar, cosa que la historia inglesa no reconoce. Humillados por la derrota, los ingleses ocultaron monedas y medallas grabadas con anterioridad para celebrar la victoria que nunca llegó. Tan convencidos estaban de la derrota de Cartagena que pusieron medallas en circulación que decían en su anverso: «Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741» y «El orgullo español humillado por Vernon».

Fue justo lo contrario: con sólo seis navíos, 2.830 hombres y mucha imaginación, Blas de Lezo derrotó a Vernon, que traía 180 navíos y casi 25.000 hombres, fue tal la derrota que el Rey de Inglaterra, Jorge II prohibió hablar de ella o que se escribieran crónicas alusivas al hecho, como si nunca hubiese ocurrido. Mientras en su retiro, el almirante Vernon se alejaba de la bahía con su armada destrozada le gritaba al viento una frase: «God damn you, Lezo!» (¡Que Dios te maldiga Lezo!). En respuesta escrita a Vernon, Blas de Lezo pronunció la inmortal frase:

«Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo cual les hubiera sido mejor que emprender una conquista que no pueden conseguir.»

Últimos días

Blas de Lezo falleció en Cartagena de Indias al contraer la peste, enfermedad generada por los cuerpos insepultos (casi todos ingleses) ocasionados por los sucesivos combates, el 7 de septiembre de 1741. 

El Puerto de Santa María (Cádiz) y Blas de Lezo.

La estancia de los Lezo en El Puerto de Santa María tuvo varias fechas. El almirante ya había estado en 1719-20 y en 1730 en Cádiz. De allí partió, ya viviendo en El Puerto de Santa María, el 3 de febrero de 1737 hacia Cartagena dirigiendo la que sería la última carrera de Indias y donde encontraría, como ya se ha reflejado, su fatal destino.

Tras las investigaciones realizadas en los padrones de la época de la Iglesia Mayor Prioral portuense, se ha constatado que Blas de Lezo, su mujer, Josefa Pacheco Bustos -una criolla peruana con la que se había casado el 5 de mayo de 1725 en Lima- sus hijos y un criado afroamericano llamado Antonio Lezo, vivieron desde 1736 en una casa de la calle Larga, para ser más exactos en Larga, 70, hoy reconvertida en apartamentos de alquiler. Tras su muerte, su viuda -conocida en la localidad como 'La Gobernaora'- y sus hijos permanecieron en ella hasta la muerte de ésta el 31 de marzo de 1743.

La Excelentísima Señora Doña Josefa Pacheco fue enterrada en el Convento de Santo Domingo, sito en la calle del mismo nombre. A partir de esta fecha, los descendientes de Blas de Lezo desaparecen de los padrones portuenses.

Durante su residencia en la ciudad, el Cabildo Municipal, siendo conocedor del prestigio del almirante, hizo a su familia diferentes concesiones, entre las que destacó una toma de agua para la casa.

Hasta hace pocos años, la ciudadanía portuense siguió llamando a la mansión casa de «La Gobernaora».

Su memoria en la actualidad

La Real Armada Española honra la memoria de Blas de Lezo con el mayor honor que puede rendirse a un marino español: tiene por costumbre inveterada que uno de sus buques lleve su nombre. El último así bautizado es una fragata de la clase Álvaro de Bazán: la Blas de Lezo (F103). Otro barco de este nombre, el crucero Blas de Lezo, se perdió en 1932 al tocar un bajío frente a las costas de Finisterre.

La Armada de Colombia también tuvo un buque con el nombre del almirante, el ARC Blas de Lezo (BT-62), un petrolero de clase Mettawee, antes llamado USS Kalamazoo (AOG-30), adquirido a la Armada de los Estados Unidos el 26 de noviembre de 1947 y dado de baja en enero de 1965.

Existe una placa en su honor en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando (Cádiz), donde reposan otros héroes de la Armada Española. También existe una maqueta de la Batalla de Cartagena de Indias en la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares (Madrid). Análogamente, en el Museo Naval de Cartagena de Indias se exhibe un conjunto de maquetas con detalle de las fortificaciones de aquella bahía y que describen el sitio de la ciudad por el almirante Vernon, la defensa organizada por Don Blas de Lezo, y su victoria sobre el inglés.

Sin embargo, aunque las proezas de Blas de Lezo estén a la altura de los más grandes marinos de la historia, es un personaje prácticamente olvidado. Actualmente, la empresa española DL-Multimedia está preparando un documental sobre su vida para los canales Historia y Odisea. Hay calles con su nombre en Valencia, Málaga, Fuengirola, Alicante, Las Palmas de Gran Canaria, Huelva, San Sebastián,Rentería, Pasajes —su localidad natal—, y finalmente, tras una recogida de firmas,7 el 28 de abril de 2010 se aprobó dedicarle una avenida en la capital de España, Madrid.

Blas de Lezo es, por supuesto, un reconocido héroe en Cartagena de Indias, que le rinde homenaje de varias maneras: barrios, avenidas y plazas le conmemoran en sus nombres; y su estatua frente al baluarte de San Felipe mantiene vivo entre los cartageneros el recuerdo del defensor de su ciudad.

El día 5 de noviembre de 2009, en Cartagena de Indias, se dio cumplimiento a un deseo de Blas de Lezo, que en su testamento pedía que un grupo de españoles pusiese una placa que conmemorase aquella victoria. En la inscripción se puede leer: «Homenaje al Almirante D. Blas de Lezo y Olavarrieta. Esta placa se colocó para homenajear al invicto almirante que con su ingenio, valor y tenacidad dirigió la defensa de Cartegena de Indias. Derrotó aquí, frente a estas mismas murallas, a una armada británica de 186 barcos y 23.600 hombres, más 4.000 reclutas de Virginia. Armada aún más grande que la Invencible Española que los británicos habían enviado al mando del Almirante Vernon para conquistar la ciudad llave y así imponer el idioma inglés en toda la América entonces española. Cumplimos hoy juntos, españoles y colombianos, con la última voluntad del Almirante, que quiso que se colorara una placa en las murallas de Cartagena de Indias que dijera: AQUÍ ESPAÑA DERROTÓ A INGLATERRA Y SUS COLONIAS. Cartagena de Indias, Marzo de 1741».

Asimismo, el 21 de noviembre de 2009 se descubrió para su memoria una placa en la calle Larga n.º 70 del Puerto de Santa María, ciudad donde residió Blas de Lezo antes de librar la Batalla de Cartagena y donde nacieron algunos de sus hijos. En dicho acto se estrenó la marcha militar Almirante Blas de Lezo, compuesta para la Real Armada por Joaquín Drake García, e interpretada por la Banda de Música del Tercio Sur (Infantería de Marina). Presidieron el acto el Almirante de la Flota, el Alcalde de la ciudad y la presidente del Club de Mar Puerto Sherry. La lápida reza: «En 1736 vivió en este lugar junto a su familia el Teniente General de la Armada D. Blas de Lezo y Olavarrieta, insigne e invencible marino, héroe de la Batalla de Cartagena de Indias en la que la flota inglesa sufrió una humillante derrota en el año 1741. La ciudad del Puerto de Santa María en homenaje a su memoria. 21 de noviembre de 2009».

La vida de Blas de Lezo y su defensa de Cartagena de Indias ha sido llevada a la novela histórica al menos por cuatro escritores en los últimos años: el novogranadino Pablo Victoria Wilches, Senador que fue de la República de Colombia, inició la serie con El día que España derrotó a Inglaterra (Madrid, Áltera, 2005), el militar español Ramiro Ribas Narváez, descediente de Blas de Lezo, publicó después La conjura de la mentira. La derrota de Inglaterra en Cartagena de Indias (Astorga, Akrón, 2008), el también español Alber Vázquez, guipuzcoano como el biografiado, ha titulado la suya Mediohombre. La batalla que Inglaterra ocultó al mundo (Barcelona, Inédita, 2009) y otro escritor español, J. Pérez-Foncea (también guipuzcoano), ha publicado El Héroe del Caribe, la Última Batalla de Blas de Lezo (Libros Libres, 2012).

APUNTES EN EL CUADERNO DE BITÁCORA: Homilía sobre la Resurrección de San Bernardo de Claraval...

San Bernardo de Claraval
Ha vencido el León de Judá. La sabiduría es más fuerte que el mal. Alcanza con vigor de extremo a extremo y gobierna suavemente el universo. Actúa con energía en mi favor y me trata siempre con blandura. Soportó en la Cruz las injurias de los judíos, encadenó en su palacio al hombre fuerte y bien armado, y redujo a la impotencia al que imperaba sobre la muerte. Judío, ¿qué fue de tu arrogancia? Zabulón, ¿dónde tienes el botín? Muerte, ¿dónde está tu victoria? El impostor está avergonzado, y el saqueador desvalijado.

Apareció un nuevo poder. La muerte, siempre victoriosa, está pasmada.¿Qué dices ahora, judío, tú que ayer levantabas airoso tu cabeza ante la Cruz? ¿Por qué lanzas tus dardos a Cristo, que es la verdadera cabeza del hombre? Cristo, dices, Rey de Israel, baja de la Cruz. Lengua envenenada, palabras infames, lenguaje perverso. ¿No decías hace un momento, Caifás, que antes que perezca la nación entera conviene que muera uno por el pueblo? Como proferías una verdad, no hablabas por ti mismo, ni sabías lo que decías. Si es el Rey de Israel, que baje de la Cruz.

Así opinas tú y el eterno mentiroso. El rey nunca debe descender, sino ascender. ¿No recuerdas, vieja serpiente, la humillación que recibiste al decir: tírate abajo, o te daré todo eso si te postras y me rindes homenaje? ¿Cómo olvidas tú, judío, eso que tantas veces has oído, que el Señor reinó desde el madero, y te mofas de ese rey porque aguanta en el madero? Pero es posible que no lo hayas oído, porque este mensaje no es para los judíos, sino para los gentiles: Decid a los pueblos que el Señor triunfó desde un madero.

El gobernador pagano acertó al poner sobre el madero el título de rey; y el judío, aunque lo intentó, no pudo deformar la inscripción, ni impedir la pasión del Señor y nuestra redención. Si es rey de Israel que baje, gritan aquéllos. No, precisamente porque es rey de Israel, no abandona su título real ni olvida su cetro. Lleva al hombro el principado, cantó hace tiempo Isaías. Los judíos insisten a Pilato: no dejes escrito el rey de los judíos; pon: éste dijo que era rey de los judíos. Pero Pilato contesta: lo escrito, escrito queda. Si Pilato mantiene su palabra escrita, ¿no va a coronar Cristo lo que comenzó? lo decidió y nos salvará.

Ellos siguen diciendo: ha salvado a otros y él no se puede salvar. Pero si descendiera de la cruz no salvaría a nadie. Si el que quiere salvarse debe perseverar hasta el fin, con mayor motivo quien desea ser el Salvador. Por eso salva a los demás, porque él mismo es la salvación y no necesita salvarse a sí mismo. Está realizando nuestra salvación, y no quiere dejar incompleto el sacrificio vespertino de la víctima propiciatoria. Intuye tus pensamientos. No esperes que te brinde la menor ocasión de arrebatarnos la perseverancia y con ella la corona. No apagará la lengua que predica, ni la que consuela a los débiles, o dice al oído de cada uno: no te retires. Y no se atreverían a pedir esto si pudiéramos responderles que Cristo abandonó su puesto.

El corazón del hombre se pervierte desde la juventud. Has fracasado ajustando saetas a la cuerda, y aumentando la ansiedad de los discípulos con los insultos de los judíos. Aquéllos pierden la esperanza, y éstos insultan alevosos, pero a Cristo no le afecta ni lo uno ni lo otro. Ya le llegará el momento de alentar a los suyos y humillar a los enemigos.

Mientras tanto derrocha paciencia, manifiesta humildad, practica la obediencia y llega a la cumbre del amor. Estas son las cuatro piedras preciosas que engalanan los cuatro extremos de la cruz: en o más alto el amor, la obediencia a la derecha, la paciencia a la izquierda, y en el suelo la humildad, fundamento de las virtudes. Mira las riquezas que aportó la pasión del Señor al triunfo de la cruz: humildad frente a las blasfemias de los judíos y paciencia en los tormentos; interiormente le torturaban las lenguas, y por fuera los clavos. Pero su amor era tan inmenso que dio la vida por sus amigos, y en un gesto sublime de obediencia, reclina la cabeza, entregó el espíritu, obedeciendo hasta la muerte.

Estas riquezas y esta gloria quería arrebatar a la Iglesia de Cristo el que gritaba: si es rey de Israel que baje de la cruz. Quería suprimir el modelo de obediencia, el estímulo del amor, y hasta el más mínimo ejemplo de paciencia y humildad. Y aquellas tiernas palabras del Evangelio, más dulces que el panal de miel: no hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Y aquellas otras que dirige al Padre: he llevado a cabo la obra que me encargaste. O las que confía a los discípulos: aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Cuando me levanten de la tierra atraeré a todos hacia mí.

La envenenada y astuta serpiente no soporta esa otra serpiente de bronce colocada sobre el estandarte, que cura las heridas de quienes la miran. Por eso instiga a la mujer de Pilato diga a su marido: deja en paz a ese inocente, que esta noche he sufrido mucho en sueños por causa suya. Ya tenía miedo entonces. Pero mucho más ahora. El enemigo se siente impotente ante el poderío de la cruz, y quiere volverse atrás cuando ya no hay remedio: a los que antes incitó a crucificar, ahora quiere le convenzan que baje de la cruz. Y dicen: si es rey de Israel, que baje de la cruz y le creeremos.

¿Es posible una astucia más serpentina y un artificio más perverso? El Salvador había dicho: sólo me han enviado para las ovejas descarriadas de Israel, y todos sabían con qué ardor se había entregado a salvar a su pueblo. Por eso ahora el malvado quiere enmascarar las lenguas blasfemas y que digan: que baje y le creeremos. Como queriendo decir: ya no existe ningún impedimento para que baje, porque lo único que desea es que creamos en Él.

Pero ¿qué atenta o contra quién trama asechanzas este astuto? Nada menos que contra Aquel a quien no lo engañará el enemigo ni los malvados lo humillarán. Las vanas promesas no afectan al que ve el interior del hombre. Ni le intimidan las ruines blasfemias, al que es la mansedumbre por excelencia. Lo que pretende esta diabólica sugerencia no es que aquéllos lleguen a creer, sino que desaparezca por completo nuestra fe pobre y vacilante. Porque si se nos dice que las obras de Dios son perfectas, ¿cómo íbamos a creer en Dios, al ver que dejaba incompleta nuestra salvación?

Escuchemos, en cambio, qué responde Cristo, usando las palabras del Profeta. Judío, ¿quieres una señal? Pues espérame el día de mi resurrección. Si quieres creer ya tienes pruebas mucho mayores que ésta. He realizado prodigios, he curado a los enfermos ayer y anteayer. Hoy debo morir. ¿No es mucho más asombroso hacer salir de los posesos a los espíritus inmundos, como tú mismo lo has visto, o que los paralíticos corran con sus camillas al hombro, que quitarme estos clavos que tú has puesto en mis pies y manos? Ha llegado el momento de sufrir, no de hacer. Y así como no habéis podido adelantar la hora de la pasión, tampoco podréis impedirla.

Mas si esta gente idólatra y perversa sigue pidiendo señales, no se les dará otra que la del profeta Jonás, no del Jonás que desciende, sino del que resurge. Si el judío no a acepta, recíbala lleno de gozo el cristiano. Sí, ha vencido el león de Judá. A la voz del Padre despertó el cachorro. Rasgó las entrañas del sepulcro, el que no quiso bajar de la cruz. Nuestros enemigos juzgarán si esto es lo más extraordinario: ellos que habían sellado la losa, y asegurado con guardias la vigilancia del sepulcro.

Esa gran losa que tanto preocupaba a las piadosas mujeres, al resucitar el Señor la corrió un ángel y se sentó encima. De este modo el cuerpo salió lleno de vida de un sepulcro bien cerrado, como había nacido del seno intacto de una Virgen, y se presentó donde estaban reunidos los discípulos con las puertas atrancadas. En cambio, hay un lugar de donde no quiso salir con las puertas cerradas: la cárcel del infierno. Rompió los cerrojos de hierro y arrancó las aldabas, para sacar tranquilamente a los suyos, a los que había rescatado del enemigo. Y con las puertas de par en par salieron los radiantes escuadrones que lavaron y blanquearon sus vestiduras con la sangre del Cordero. Sí, las blanquearon con la sangre, porque juntamente con ella, como atestigua el que lo vio, también brotó agua que emblanquece. También podemos decir que las blanquearon en la sangre, en esa sangre y leche a la vez del Cordero blanco y sonrosado del Cantar: Mi amado es blanco y sonrosado, descuella entre diez mil. Por eso el testigo de la resurrección tiene aspecto de relámpago y viste todo de blanco.

Para rechazar las falacias de los judíos le bastó salir de una tumba cerrada. Ese mismo a quien poco antes insultaban: si es rey de Israel, que baje de cruz. Habían puesto más empeño en sellar y asegurar el sepulcro, que en sujetar los clavos. Si el león de Judá ha vencido en todos estos acontecimientos, y ha hecho mucho más de lo que le pedían, ¿a qué podremos comparar el milagro de la resurrección?

Se nos dice que antes habían ocurrido otras resurrecciones, o retornos a la vida. Eran preludio de ésta, la cual las aventaja por doble motivo. Aquéllos resucitaban pero volverían a morir. Cristo, en cambio, resucitado de la muerte no muere ya más, la muerte no tiene dominio sobre él. Aquéllos al volver a morir necesitaban resucitar de nuevo. En el caso de Cristo su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios, eternamente. Con razón decimos que Cristo es la primicia de los resucitados: resucitó de tal modo que no vuelve a morir es inmortal.

Existe otro motivo que hace especialmente gloriosa su resurrección. ¿Hubo jamás alguien que se resucitara a sí mismo? Es inefable que un muerto se despierte a sí mismo. Es algo único, y nadie más lo puede hacer. El profeta Eliseo resucitó a un difunto, pero era otra persona distinta de él mismo. Y hace ya muchos siglos que yace en el sepulcro, esperando que le resucite otro, porque él no puede hacerlo por sí mismo.

Ese otro es el que triunfó de la muerte en sí mismo. Por eso decimosque algunos han sido resucitados, y que Cristo ha resucitado: es el único que salió triunfante del sepulcro por su propio poder. Así, ha vencido el león de Judá. ¿Cuál no será su poder, o qué no podrá hacer ahora el que está vivo y dice a su Padre: he resucitado y estoy contigo.

No quiso demorar más de tres días la resurrección para confirmar el oráculo del Profeta: en dos días nos hará revivir, y al tercer día nos resucitará. Conviene además que donde está la cabeza le acompañen los miembros. Era el día sexto de la semana cuando redimió al hombre muriendo en la cruz, el mismo día sexto en que lo había creado. Al día siguiente descansó en el sepulcro, con toda su obra terminada. Y al tercero, que ahora es el primero, apareció el hombre nuevo, vencedor de la muerte y primicia de los que duermen.

Nosotros, pues, que seguimos a nuestra cabeza, vivamos entregados a la penitencia en ese día en que fuimos creados y redimidos. Carguemos con la cruz y perseveremos en ella como él perseveró, hasta que el Espíritu nos mande descansar de nuestros trabajos. No prestemos oído a nadie que nos invite a bajar de la cruz, aunque sea de nuestra propia carne y sangre, o un espíritu. Perseveremos en la cruz y muramos en ella. Que nos descuelguen las manos de otros, no nuestra inconstancia. A nuestra cabeza lo descolgaron unos santos varones. Que envíe él ahora a sus ángeles y nos bajen a nosotros.

Mientras tanto vivamos con valentía el día de la cruz, descansemos en paz otro día en el sepulcro, aguardando la dicha que esperamos, la venida de nuestro Dios, que nos resucitará a los tres días, transformando nuestro ser con su resplandor. Porque los difuntos de cuatro días, como Lázaro, huelen mal; recordemos la Escritura: Señor, ya huele mal, lleva cuatro días.

Los hijos de Adán han añadido un cuarto día, que no procede del Señor. Por eso se corrompen cometiendo execraciones, y se revuelcan en sus heces como los animales. El plan divino es de tres días: dolor, descanso y gloria. Los humanos aceptan esto, pero anteponen su día; y de ese modo retrasan la penitencia para entregarse al placer. Ese día no lo ha hecho el Señor. Tienen ya cuatro días y huelen mal.

El Santo que nació de María no hizo tal cosa: resucitó al tercer día y no conoció la corrupción. Por eso ha vencido el león de Judá. Murió como un cordero y venció como un león. Ruge el león, ¿quién no temerá? El león, el más valiente de los animales, el que no retrocede ante nadie. El león de Judá. Tiemblen quienes lo rechazaron diciendo: no tenemos más rey que al César. Teman quienes decían: no queremos a éste por rey. Ha vuelto con el título real y hará morir de mala muerte a estos malvados.

Y sabemos que ha vuelto con el titulo real porque nos dice: "Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra". Y su Padre añade en el salmo: "Pídemelo, te daré en herencia las naciones; en posesión los confines de la tierra; los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza". El león es fuerte, no cruel; su indignación es terrible. La ira de la paloma es insoportable. Pero este León rugirá en favor de los suyos, no en contra de ellos. Teman los extraños y salte de gozo Judá.

Regocíjense quienes le alaban y proclamen: Dios mío, ¿quién como tú? Tú eres el león de Judá y la raíz de David. David significa envidiable o de mano fuerte. El mismo dice: "No se te ocultan mis deseo". Y en otro lugar: "Por ti conservo mi fuerza". Ha dicho Raíz de David. No es David raíz de ÉL, sino ÉL la raíz de David. Porque ÉL es quien lo sostiene y no al revés. Tienes razón, David, en llamar señor tuyo a tu hijo, porque no eres tú quien sostiene a la raíz, sino que es la raíz la que te sostiene a ti. El es la raíz de tu fuerza y de tu deseo, una raíz envidiable y vigorosa. Ha vencido el león de Judá, la raíz de David. ÉL abrirá el rollo y sus siete sellos. Son palabras del Apocalipsis. Apréndanlo quienes lo ignoran, y recuérdenlo quienes lo sabían.

Escuchemos nuevamente a Juan: "En la diestra del que está sentado en el trono vi un rollo sellado con siete sellos, y nadie podía abrirlo ni examinarlo". Y continúa: "Lloraba yo mucho porque no había nadie que fuera capaz de abrir el rollo. Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores, ha vencido el león de la tribu de Judá", etc. Entonces vi entre el trono un Cordero: estaba de pie, aunque parecía degollado. Se acercó y recibió el rollo de la diestra del que está sentado en el trono; lo abrió y hubo gozo y alegría, con acción de gracias.

Juan oyó al león, y vio el Cordero. Y los ancianos aclaman: El Cordero que está degollado merece todo poderío. Sin perder la mansedumbre recibe la fortaleza. Sigue siendo cordero y se convierte en león. Y me atrevo incluso a decir que él mismo es el libro que nadie podía abrir. ¿Hay alguien capaz de abrir este libro? El mismo Juan Bautista, el más grande nacido de mujer, se considera indigno. No merezco ni desatarle la correa de las sandalias. Efectivamente, la majestad vino a nosotros con unas sandalias, la divinidad se hizo carne. Teníamos la Sabiduría de Dios, pero en un rollo cerrado y sellado. Allí lo atan las correas de las sandalias, aquí lo ocultan los sellos del rollo.

¿Y cuáles son esos siete sellos? ¿No podíamos pensar en las tres facultades del alma: inteligencia, memoria y voluntad, y en los cuatro elementos del cuerpo? De este modo el Salvador participa realmente de nuestra naturaleza humana. ¿O tal vez el libro es su naturaleza humana, y debemos buscar los siete sellos?

Yo pienso en siete cosas que ocultaban por completo la presencia de la divinidad en su carne, y hacían imposible abrir el rollo y conocer la sabiduría allí encerrada. Y se me ocurre que son éstas: el matrimonio de la Madre, por el cual queda oculto el parto virginal y la concepción inmaculada, hasta el punto de que el creador del hombre pasara como hijo de un carpintero. La debilidad natural, que ora y suspira, mama y duerme, y acepta todas las demás necesidades, para encubrir de ese modo la fuerza de la divinidad. El hecho de someterse al rito de la circuncisión, como remedio del pecado y medicina contra la enfermedad; siendo así que él venía a suprimir toda dolencia y pecado. Huye también a Egipto por temor a Herodes, para que no fuera reconocido como Hijo de Dios y rey del cielo.

¿Y qué nos dicen las tentaciones en el desierto, en el alero del Templo y en el monte? Si eres Hijo de Dios, le dice, di que las piedras se conviertan en panes. O: tírate abajo. Pero Cristo no hace nada de eso, porque quiere dejar bien sellado el sello, y engañar al astuto. Y tanto se engañó que lo toma por un simple hombre bueno; de aquí que, llevado de su soberbia, ya no le dijo si eres Hijo de Dios, sino te daré todo esto si te postras y me rindes homenaje. El sexto sello es la Cruz, donde el rey de la majestad estuvo colgado entre dos malhechores y lo tuvieron por un criminal.

El sepulcro también selló este rollo, y ningún otro sello ató y ocultó tanto este asombroso misterio de amor. Con el Señor en el sepulcro únicamente había lugar para desesperarse. Por eso los discípulos decían: "Nosotros esperábamos". ¿Quién no iba a llorar entonces al ver el rollo tan fuertemente cerrado y nadie capaz de abrirlo?

Pero no llores, Juan; ni tú, María. Olvidad el llanto y la tristeza. Alegraos justos con el Señor; aclamadlo, los hombres sinceros. Lo merece el Cordero degollado, el León resucitado. El es el Libro que se abrirá a sí mismo. Y lo hará resucitándose a sí mismo de los muertos, resucitando por su propio poder, y siendo testigos de ello, a los tres días, sus propios enemigos. Una resurrección tan sublime y gloriosa manifiesta con evidencia que los sellos y velos eran voluntarios, no necesarios; que no procedían de su naturaleza, sino de su benevolencia.

¿Por qué sellabas, ¡oh judío!, hace unos días el sepulcro? "Porque aquel seductor, estando en vida, anunció: A los tres días resucitaré". Cierto, era un seductor, pero bueno, no malvado. Lo dice el Profeta por vosotros: "Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste". Judíos: os sedujo en la pasión; y en la resurrección os forzó y os derrotó el león victorioso de Judá. Si lo hubieran descubierto no habrían crucificado al Señor glorioso. ¿Qué piensas hacer ahora? Lo anunció, y ha resucitado.

Examina atentamente los sellos del sepulcro: está de par en par. Tienes ante tus ojos el signo de Jonás, que él mismo te dio. Jonás salió del vientre del monstruo. Cristo surge de las entrañas de la tierra.Y convence mucho más que Jonás, porque se arrancó él mismo de las garras de la muerte. Los habitantes de Nínive se alzarán para carearse contra vosotros, y os condenarán: porque ellos escucharon al profeta, y vosotros habéis rechazado al Señor de los profetas.

¿No decíais: que baje de la cruz y creeremos en él? Intentabais romper el sello de la cruz y prometíais creer en él. Ya lo tenéis abierto, no roto: entrad. Si no creéis en el que ha resucitado, menos aún si hubiera bajado de la cruz. Si la cruz de Cristo os escandaliza -porque el mensaje de la cruz es un escándalo para los judíos- animaos al menos con el prodigio de la resurrección. Para nosotros la cruz es un orgullo. Para los que hemos recibido la salvación es un portento de Dios, y la plenitud de todas las virtudes. Compartid, al menos, la resurrección.

Pero resulta que aquí reside vuestro mayor escándalo, y lo que para nosotros es un olor que da vida y sólo vida, para vosotros es un olor que da muerte y sólo muerte. Inútil continuar. El hermano mayor no soporta la música y el baile, y se indigna por el ternero cebado matado en nuestro honor. Está a la puerta y se niega a entrar. Entremos nosotros, hermanos, y celebremos la fiesta, con los panes sin levadura, que son el candor y la autenticidad, porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ya fue inmolado. Y practiquemos las virtudes que nos predica desde la cruz: la humildad y paciencia, la obediencia y el amor.

Consideremos, además, con atención, el mensaje de esta solemne festividad. Resurrección significa paso, transición. Cristo hoy no vuelve, sino que resucita; no retorna, sino que cambia de vida; ya no habita aquí, sino en otra patria. La misma Pascua que celebramos no significa retorno, sino paso. Y el nombre de Galilea, donde veremos al resucitado, quiere decir cambiar de país, y no permanecer en el mismo.

Ya veo que algunos se adelantan a mi discurso, e intuyen mis intenciones. Lo diré en dos palabras, pues no quiero hacerme pesado y quitaros la devoción que os inspira esta solemnidad. Si después de morir en la cruz, Cristo no hubiera resucitado y siguiera sometido nuevamente a nuestra existencia mortal y a las miserias de este mundo, para mí no habría cambiado de vida, sino retornado; no habría pasado a otra más perfecta, sino a la misma de antes. Pero si pasó realmente a una vida nueva nos invita también a nosotros a cambiar, nos espera en Galilea. Su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre, porque su vivir no es un vivir para la carne, sino para Dios.

¿Qué diremos a todo esto nosotros, que vaciamos del sentido de Pascua la sagrada Resurrección del Señor, porque no hacemos de ella un paso, sino un retorno? Estos días hemos llorado, y nos hemos entregado a la oración y a la compunción, a la sobriedad y abstinencia, para quedar libres y absueltos en este santo tiempo de cuaresma de las negligencias de todo el año. Hemos compartido los sufrimientos de Cristo, y nos hemos vinculado de nuevo a él por el bautismo de las lágrimas, de la penitencia y de la confesión.

Si hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a vivir todavía sujetos a él? Si hemos sentido dolor de nuestros defectos, ¿vamos a reincidir en ellos? ¿Seremos tan curiosos como antes? ¿Tan charlatanes, perezosos y negligentes? ¿Tan vanidosos, sospechosos, detractores e iracundos? ¿Tornaremos a los mismos vicios que tan sinceramente hemos llorado estos días? Ya me quité la túnica, ¿cómo voy a ponérmela de nuevo? Ya me lavé los pies, ¿cómo voy a mancharlos otra vez? Hermanos, eso no es cambiar de vida. Así no veremos a Cristo, ni es ése el camino que nos lleva a la salvación de Dios. Porque como sabemos todos, quien sigue mirando atrás no vale para el Reino de Dios.

Los amantes del mundo y enemigos de la Cruz de Cristo llevan en balde el nombre de cristianos: suspiran toda la cuaresma por el día de Pascua, para entregarse desenfrenados al placer. De este modo una triste realidad anula el gozo pascual. Nos duele la injuria que se hace a esta solemnidad, porque se hace precisamente en ella. ¡Qué pena! La resurrección del Salvador se ha convertido en el tiempo propicio de pecar, en la cita para volver a caer. Vuelven las comilonas y borracheras, la obscenidad y el libertinaje; y se da vía libre a la concupiscencia. Como si Cristo hubiera resucitado para esto, y no para rehabilitarnos.

¿Así honráis, miserables, al Cristo que aceptasteis? Antes de llegar le preparasteis hospedaje, confesando con lágrimas los pecados, mortificando el cuerpo y dando limosnas. Y ahora que ya lo tenéis con vosotros entregáis a los enemigos, y le obligáis a que se marche, porque tornáis a vuestros antiguos desenfrenos. ¿Pueden mezclarse la luz y las tinieblas? ¿Tiene algo que ver Cristo con la soberbia, la avaricia, la ambición, el odio entre hermanos, la lujuria o la fornicación? ¿Merece menos el que está presente que quien va a venir? ¿Pide menos santidad vivir el espíritu de Pascua que el de Pasión? A vosotros os importa lo mismo una cosa que otra. Porque si hubierais compartido sus sufrimientos, compartiríais ahora su gloria; y si hubierais muerto con él, estaríais también resucitados.

Esta lamentable situación que impide la renovación espiritual, se debe a las costumbres seculares, a la desidia. Como dice el Apóstol,ésta es la razón de que haya entre vosotros muchos enfermos y achacosos y de que hayan muerto tantos. Esta es la causa de tantas muertes como suceden por todas partes en nuestros días. Ya veis, transgresores, cómo os domina la ansiedad, no por ser transgresores, sino por aferraros a vuestro pecado y amontonar delitos. No os arrepentís, o lo hacéis con indolencia; ni evitáis los peligros de pecar, a pesar de que los conocéis por experiencia.

Como dice la Escritura: el enemigo os ha agarrotado los nervios secretos de los testículos. Mientras os comportéis así con los misterios de Cristo, no sois de Cristo, ni tendréis vida. Escuchad: "Si no coméis la carne y no bebéis la sangre del Hijo del hombre, no tendréis vida en vosotros". Si lo recibís indignamente, os tragáis vuestra condenación, porque no discernís el don sagrado del Señor. Rebeldes, entrad dentro de vosotros, y buscad al Señor con todo vuestro ser. Odiad el mal y arrepentíos, no sólo de palabra y con la lengua, sino con espíritu y verdad.

Pero a estos hombres no les pesa haber caído: siguen en el resbaladero; ni creen estar equivocados: no se dejan guiar por nadie. Ojalá dieran muestras de auténtica compunción, huyendo de las ocasiones y alejándose del peligro. En caso contrario temed la condena de ese día que está establecido para que muchos caigan o se levanten. Si vivís totalmente ajenos a Cristo y desligados de él, si sois camaradas de Judas, en quien entró Satanás al comer el trozo de pan, estad ciertos que os condenará.

Pero nosotros no somos quién para juzgar a los de fuera. Lo hacemos únicamente porque también nosotros estuvimos en aquel fango, del cual fuimos arrancados por pura misericordia, y nos duele ver a estos hermanos nuestros todavía sumergidos en él. Dios quiera que nosotros estemos ya totalmente santificados y libres de esa miserable y sacrílega costumbre. Y que nuestra vida espiritual no decaiga ni se debilite al llegar el tiempo de la resurrección, sino que nos esforcemos en mejorar y superarnos. El que después de los rigores de la penitencia no vuelve a los consuelos humanos, sino que vive confiado en la misericordia divina y respira el fervor y gozo del Espíritu Santo; el que ya no se angustia con el recuerdo de los pecados pasados, sino que se deleita y se inflama con el recuerdo y deseo de los premios eternos, ése es el que resucita con Cristo, el que celebra la Pascua, el que corre a Galilea.

Vosotros, hermanos, si habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; estad centrados arriba, no en la tierra, para que así como Cristo fuere resucitado de la muerte por el poder del Padre, así también vosotros empecéis una vida nueva. Cambiad las alegrías y consuelos humanos por la compunción y tristeza que Dios quiere, para gozar de la devoción santa y espiritual. Nos la concederá aquel que pasó de este mundo al Padre, y nos llama a Galilea para manifestarse a nosotros.

Él es Dios por los siglos.