"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

martes, 26 de julio de 2011

LA FIRMA DEL HOMBRE: Por Juan Manuel de Prada.

Hace unas semanas, publicaba en esta revista mi admirado Eduardo Punset un artículo en el que mencionaba ciertos experimentos que, basándose en «procesos de aprendizaje y memorización» efectuados en diversos animales, «contradicen la idea heredada de que entre los humanos y el resto de animales hay una solución de continuidad».

Nos hallaríamos, según Punset, ante un continuo evolutivo. Siempre me ha llamado la atención la rotundidad con que se suele negar la intervención del misterio cuando se trata de explicar el origen del hombre; pero lo cierto es que, si existe un momento en la historia del universo en que parece más que probable la intervención del misterio, es precisamente el momento en que el hombre irrumpe en el mundo. Sobre ese momento, vertiginoso y revolucionario, nos habla Gilbert K. Chesterton en un hermosísimo ensayo titulado El hombre eterno, que me permito recomendar a las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan.

Chesterton nos invita a entrar, para mejor entender ese momento, en alguna de las cavernas que habitaron nuestros antepasados, allá en la noche remota de los tiempos. Lo que encontramos en dichas cavernas -unas pinturas rupestres realizadas no sólo por la mano del hombre, sino por la mano de un verdadero artista- rebate esas hipótesis evolucionistas que lo enmarañan y complican todo para que no podamos comprender la verdad, la sencilla y escueta verdad. Aunque hubiésemos sido adoctrinados en las más ortodoxas teorías evolutivas, llegaríamos a la conclusión de que esas mismas pinturas nunca las habría podido concebir ni realizar un animal. Podríamos fatigar el entero atlas, bucear en los océanos profusos de la fauna, asomarnos a los helados abismos donde se refugian las bestias más huidizas de la luz, y el resultado seguiría siendo el mismo: jamás encontraríamos una línea trazada con intención artística por la garra de un animal. Resulta chocante que los hombres de las cavernas, tan alejados de nosotros en el tiempo, sean al mismo tiempo tan cercanos a nosotros; y que bestias tan cercanas a nosotros en el tiempo, como el chimpancé o el gorila, sean a su vez tan lejanas. ¿Por qué los animales no realizan ningún tipo de arte, por rudimentario o balbuciente que sea? La respuesta la hallamos, de nuevo, en las pinturas rupestres: el hombre se diferencia de los brutos en especie y no en grado. Suena a perogrullada que el hombre primitivo dibujara un mono en las paredes de una caverna, mientras que tomaríamos a broma que nos dijeran que el mono más inteligente había dibujado un hombre. Existe una clara desproporción, una barrera insalvable entre hombres y animales, una ruptura en ese \“continuo” \ del que hablaba Punset. El arte es la firma del hombre, el rasgo exclusivo de su personalidad.

Ésta es la sencilla y escueta verdad que debería dejarse bien clara en cualquier intento mínimamente honesto de dilucidar los inicios de la humanidad. Si el autor de las pinturas rupestres hubiera sido tan animal como el mono que pintó, sería increíble que fuera capaz de hacer lo que al resto de animales les estaba vedado. Tampoco me sirve esa hipótesis que afirma que el hombre llegó a dibujar al final de un proceso evolutivo: las pinturas rupestres no fueron comenzadas por monos y terminadas por hombres. Los animales no dibujan mejor a medida que se produce su evolución: el rudo chimpancé prehistórico no pintaba de forma más rudimentaria que el refinado chimpancé contemporáneo. El hombre no puede ser considerado sino como una criatura absolutamente independiente y singular respecto a las demás criaturas. La señal más evidente de su independencia y misteriosa singularidad, la prueba de que no es el producto de un mero continuoevolutivo, es el impulso artístico. El hombre es único y diferente del resto de animales porque es creador además de criatura.

La aparición de la inteligencia humana -afirma Chesterton- no fue el fruto de una evolución, sino de una revolución. Sostener que una criatura se convierte repentinamente en creador mediante un puro proceso de agregaciones y síntesis químicas se me antoja reduccionista. Lo cierto es que la inteligencia humana no existía; y que comenzó a existir. No sabemos en qué momento o en qué infinidad de años. Algo misterioso sucedió, y tiene toda la apariencia de una acción que trasciende los límites del tiempo, quizá también los límites de nuestra comprensión. Explicarlo como un mero “continuo” no me parece, sinceramente, una hipótesis satisfactoria.

miércoles, 20 de julio de 2011

¡OH! ¡INCRÉDULOS, CRÉDULOS, CRÉDULOS!: Por Leonardo Castellani.

R.P. Leonardo Castellani.
Antiguamente se creía que un incrédulo era uno que no creía en nada; d’onde salió el chiste que dice: “—¡Yo no creo sino lo que entiendo! —¡Ah!, con razón la gente dice que Vd. no cree en nada!”.

Mas velay que subsiguientes investigaciones han demostrado que los incrédulos creen en muchas cosas; antes bien, son más dados a creer que el resto de los mortales “las cosas aptas para hacer descreer lo que los creyentes creen” —decía mi tío el Cura un poco quevedescamente.

Así, pues, se han dado incrédulos creyentes en la yetta, otros en el espiritismo, otros en el Progreso Indefinido, otros en el número 13, otros en el Dios del Vicario Saboyano, otros en la De­mocracia, otros en el mal de ojo, otros en la Ciencia, otros en los talismanes o mascotas, otros en las adivinas, otros en la Humanidad, en el curundú, en la Civilización, en la Revolución Francesa, en la Santa Rusia. Ingenieros creyó en la Nueva Metafísica que iba a comenzar con él. Augusto Compte creyó en la Religión Humanitaria y en Clotilde de Vaux. Agustín Alvarez creyó en la Moral, Almafuerte en la Santa Chusma, Brunswichg cree en la Idea, Wells cree en Inglaterra, Huxley en la Democracia Pura, Freud creía firmemente en el Dios de Manes, la Venus Ultrix y la nueva Humanidad Nacidera.

Una vez encontré a mi tío leyendo una poesía larguísima en verso en un viejo “Suplemento” de un gran diario argentino.

Mi tío se restregaba las manos y se agitaba en su sillón sin pausa, como en sus momentos de gran inspiración filosófica. Me dijo que había encontrado de golpe el retrato mental del bachiller, del diputado y del incrédulo argentino todo en uno: que dése punto de vista, la tal poesía era una ejecución maravillosa, una obra maestra. El autor se llamaba el diputado nacional Dr. Joa­quín Castellano (hoy finado); era como poeta una especie de Olegario Andrade rebajado, es decir, una caricatura de una cariatura de Víctor Hugo. La poesía se llamaba: “el Viaje Eterno”, es decir, “La Historia Universal en síntesis” y estaba dedicada “A mi amigo querido Doctor J. H. Martínez Castro”. Empezaba de este modo:

"¡Como la fuente de los grandes ríos
la cuna está del pensamiento
en los bosques sombríos!

y concluía desta guisa:

¡Alma del infinito,
desconocido espíritu sin nombre
cuya grandeza por doquier contemplo,
la tierra es tu ara, la creación tu templo,
y el sacerdote de ese templo, el hombre!"

Y entre estas dos profundas aserciones, se extendían 64 párrafos rimados, ni uno más ni uno menos, acabados todos en sendos signos de admiración, y conteniendo exactamente toda la Historia, la Geografía, la Filosofía y la Retórica que da a sus alumnos el Bachillerato argentino, ni un punto más ni un ápice me­nos. Resumen total de nuestro "Bachi", enciclopedia escolar en verso para la enseñanza media, yo no comprendo cómo algún Congreso Pedagógico no lo ha propuesto ya como TEXTO ÚNICO, complexivo, gratuito y obligatorio.

Porque como detrás la Divina Comedia está toda la Italia y el mundo y el Trasmundo del siglo XIII; como en el fondo del Quijote está la España Grande y el Hombre Sempiterno; y en la entraña de Shakespeare toda la Inglaterra Isabelina y el Misterio del Alma; y en Dostoievsky toda la Rusia Epiléptica y el abismo del Dolor ateo...; así aquí desentrañando verso por verso este poema romanticón y fachendoso —como hizo mi tío con sin igual gracia aquella mañana memorable— se puede hacer surgir por ensalmo todo el Universo declamatorio acaramelado y escenográfico de un buen liberal del XIX que es en el fondo el ideal latente de nuestros programas de estudios, o sea en una palabra:

“ese río inmortal de las Ideas
que por el cauce inmenso de la Vida
corre a desembocar al Infinito...”

Mi tío no fue propiamente un hombre alegre; fue un humorista, pero su humor era más bien mordaz; era chispeante, pero sus chistes tenían un resabio acre y concentrado. Su enfermedad y dolores físicos le vedaban la mesura y el paso manso y natural; y por ende había siempre en él algo de “pinzado”, de exagerado y premioso. “Yo estoy siempre borracho —me dijo una vez— o de alegría o de tristeza o de coraje o de ternura: yo no estoy nunca del todo vígil”. Pero aquel día que le oí disecar el cuitado poema del tal Castellano, esa sí que fue curda de alavez regocijo y saña, borrachera mental que duplicaba su ingenio siempre picante.

¡Válgame Dios, y los epigramas que halló el empecatado viejo en cada verso y en cada coma del poema! Yo creo que el rencor, que él guardaba a su primera educación laica se desahogó allí todo, pero dulcificado en cómico perdón, como en las abejas, aguijón y miel. ¡Qué criollas ironías no halló para Don Progreso Indefinido Inevitable, que es el tema del himno, para Don Pensamiento Humano, que es el protagonista del mentado Viaje Eterno que va a parar nada menos que al Infinito, es decir a Ninguna Parte, pues el Infinito si bien se mira es Todo, y marchar hacia Todo es marchar hacia Nada (todo el que marcha, elige) y en fin para el Amor (el amor digamos conyugal), que es la primera etapa de este viaje Eterno. ¿Con quién se imaginan Vds. se encontró el Pensamiento Humano

(“habitador del bosque primitivo”)
apenas dio el pequeño envión que lo convirtió bruscamente...

(“¡Es que ha brotado la primer idea!
¡Es que ha nacido el Pensamiento Humano!”) de mono antropopiteco que era, en hombre hecho y derecho?
“¿Quién lo espera con júbilo sonriente
con guirnaldas de flores en la frente
y caricias de luz en la mirada?
¿Quién? la mujer...".

Mi tío, que era medio bruto para hablar, decía que por lo visto los monos nuestros antepasados eran todos varones.

Pero sin seguir a mi tío y al vate en los 74 versos en que canta esta primera etapa, sin duda importantísima, del descubrimiento del sistema reproductivo, veamos someramente los otros grandes saltos (pues este Pensamiento Humano tiene una manera de caminar a modo de canguro), que constituyen el Viaje Eterno hasta la Etapa que hoy ocupa. Pues señor, primeramente empieza por “ver a Dios en sus obras”, como si dijéra­mos hacer sus rezos de la mañana; pero precavido siempre,

“donde la imagen del Creador se vela...
no en las biblias humanas
sino en tu libro eterno
¡Oh santa y colosal Naturaleza!".

Esta medida de no buscar a Dios en las “Biblias Humanas”, por otra parte escasas entonces por falta de librerías, produce excelentes resultados, entre otros el siguiente:

“Aún las nubes del error no eclipsan
al sol del Pensamiento,
ni absurdos dogmas la razón empañan
como al limpio cristal impuro aliento.
No había aún los falsos sacerdotes
que la conciencia oprimen:
¡que dando formas de virtud al vicio
de Dios invocan el sagrado nombre
y bendicen el crimen!
¡Entonces aún no había
intermediarios entre Dios y el hombre!".

Pero por desgracia, estos fatídicos intermediarios con sus “Biblias Humanas” bajo el brazo no tardan en aparecer como traidor de melodrama después de un resumen de la Historia de la India, de Egipto y de Grecia. Como esas historias son de primer año, en la memoria del poeta están en poco desmejoradas, y eso explica que olvide en la India los Brahmas y en Egipto la Casta Sacerdotal, superior a la de los guerreros. Pero no hay mal que por bien no venga. Con eso la aparición del traidor de melodrama viene después de la muerte de Sócrates, y el autor ahorra numen repitiendo al revés los versos arriba citados (que son de lo mejorcito del poeta es cierto), poniendo un SI donde hay un NO; procedimiento económico que señalamos a nuestros escritores jóvenes:

Es que las nubes del error ya eclipsan... el Sol del Pensamiento, etc. Había ya los falsos sacerdotes… que la conciencia oprimen..., etc. Es que entonces ya había..., intermediarios entre Dios y el hombre...!

Creados así protagonista y antagonista, a saber, Pensamiento humano y Sacerdotes, el poema como una seda se desarrolla en caídas armoniosas; no hay más que descubrir en el texto de Malet y después poner en solfa y en rima rica los avatares de cada uno de los dos. El protagonista Pensamiento, humano siempre más galán y simpático; el antagonista cada vuelta más feo, erre que erre en sus malas intenciones y peores instintos. Véase unos ejemplos:

“¡Ellos, los que al filósofo de Atenas
dieron la copa de cicuta; ellos...
Ellos darán mañana
la Cruz a Cristo y a Juan Hus la hoguera!

II

¡Dos poderes al mundo esclavizaban
dictándole sus leyes
los reyes a los pueblos dominaban
los papas a los pueblos y a los reyes!...
¡Del pueblo se hacen el sangriento azote
cuando instituyen como sacro fuero
la servidumbre física, el guerrero,
la esclavitud moral, el sacerdote!...

III

¡La Iglesia omnipotente
alzaba aquí un cadalso, allí una hoguera...
y castigaba con bárbaro escarmiento
el delito sublime
de pensar en su propio pensamiento! (sic).

IV

¡Por el cáncer del vicio corroída
la Iglesia vacilaba en desconcierto
de Jesús con túnica arropada
era un cadáver fétido cubierto
con un manto de púrpura sagrada!

V

Desmintiendo su voz con sus ejemplos
el clero oraba hipócrita de día
y de noche, a espaldas de los templos (sic)
¡en bacanales lúbricas reía!”

Y así sucesivamente, que dan ganar de citar todo; el Señor Adversario del buen Pensamiento Humano cada vuelta más malo más malo, cada vuelta más sucio más sucio. ¿Pero creen ustedes que se asusta por eso el bravo Pensamiento Humano? No señor, camina sin amainar de Oriente a Occidente, y no parará hasta llegar como Krishnamurti, a la Argentina. (“Es digna de me­ditarse la coincidencia —anota el autor al pie—, de que la civilización, avanzando de Oriente a Occidente, ha seguido una mar­cha paralela a la del sol en su curso diario”).

Primeramente se encarna en “Homero, en Píndaro y Esquilo —y en Platón y Aristóteles razona. — Con el Homero del cincel, con Fidias — el gigantesco Partenón eleva — esa Iliada de mármol...”. El autor escribe I-lia-da sin acento, para que conste el verso.

Después se lonza a otra feliz ribera” (es decir, al otro tomito de Malet), y: “Roma, Tíber, Apenino Vesubio, diosa Pa­las, Aníbal, Numancia, África, Cartago, Hércules y Anteo, Escipión, Marte, Venus, Ceres, Horacio, Virgilio, exámetro, sáfico...” (¿está o no está toda la tercera bolilla, Roma?).

Cuarta bolilla: habla de Jesucristo. Él le perdone. Saltemos esta página —dijo mi tío— es innoble. El autor, “adolescente eterno”, no tiene sombra de idea de las proporciones, ni aún de las conveniencias, y se sube al Gólgota y acomete al agonizante Crucificado ¡con una manguera de jarabe! mucho más repug­nante de tragar que la hiel que le dieron. Sigamos mejor al Pensamiento Humano en sus otras encarnaciones humanas, que no dejan de ser sorprendentes. Helas aquí, brevemente.

1º El grande, el inmortal Savonarola, sacerdote y tribuno-y el noble pensador Giordano Bruno!
2º Lutero, ese Jesús del Occidente!
3º Galileo y Colón con noble audacia...
4º Copérnico adivina el movimiento...
5º Pero Kepler se expande...
6º Pero Descartes penetró en el alma...
7º Halley, ese profeta de la ciencia...
8º Franklin ya tiene en su poder el rayo...
9º Y al valeroso Washington lo entrega!
10º Rousseau los corazones enardece...
11º Diderot argumenta y Volter ríe!

En este momento el Otro, es decir:

“¡el trono envilecido de los Papas
y el trono ensangrentado de los reyes,
Papado Monarquía
nuevas Babeles del orgullo humano!”

viéndose malamente apretado por tantos paladines, hace una salida desesperada. Pero es al ñudo; porque
la Francia en honda convulsión que lanza
“grito de libertad tan alto y fuerte
“que para siempre sonará en la historia...

le para las patas para siempre; y encarnada en un guerrero que no es de aquellos malos de

“la servidumbre física, el guerrero,

sino muy al contrario:

“Polen fecundo en el espacio inmenso!
“Ese fue Bonaparte!”

agarra a pulso al señor Pensamiento Humano y lo transporta en vilo:

“en el espejo colosal del Plata”

¿Qué más queremos los argentinos, siempre golosos de hués­pedes ilustres?
Aquí —decía mi tío el cura— comienza el diputado nacional acabando el bachiller.
Lo que sigue es una proclama electoral, modelo y tipo del género. ¡Vengan después con Fichte y su “Reden an die Deutsche Nation”.Ese les prometió a los alemanes, solamente en virtud de su Raza, es decir, por ser alemanes, el predominio de Europa. Pero nuestro Castellano a los argentinos, solamente en virtud de nuestra Geografía, es decir, por el solo hecho de estar aquí y no en otra parte, nada menos que la encarnación postrera y definitiva de Buda, quiero decir del Pensamiento Humano, en nuestros ilustres colodrillos. Porque en efecto (y lo que sigue no tiene pierde):

“Al pie de estas gigantes cordilleras”…

(sigue un resumen de orografía e hidrografía argentina)

“su trono asienta el Pensamiento Humano
rey del orbe moderno,
y en el vergel del argentino llano
detiene el curso de su Viaje Eterno!
¡Y aquí demorará siglos y siglos,
que al fin encuentra en esta tierra virgen
en donde el sol del porvenir asoma
una patria más bella que la Grecia
más potente que Roma!...” (¿Nada menos?).

—¡Tío, es un imbécil! ¡Por favor, basta, es un imbécil! —le interrumpí en este punto—. No se necesita tanto para demostrarlo, tío.

—Tan imbécil, no —repuso mi tío. ¡Este ha cobrado du­rante seis años 1.500 pesos mensuales por algunas cosas como éstas, y aún no tan innocuas ni tan bien rimadas!

Pero lo que yo quería demostrar no fue que es un imbécil; sino que es un “creyente”. ¿Te das cuenta la cantidad inmensa de cosas que él al cantar y todos los que lo siguieron y nutrieron tuvieron que creer para eso? ¡Qué tiene que ver lo que nosotros creemos con lo que creen estos señores incrédulos! Al fin nosotros no creemos más que cuatro cosas, dos de necesidad de me­dio y dos de necesidad de precepto:

Existe Dios Creador Existe Dios Remunerador Dios es Trino en Uno Dios se hizo Hombre, y a mucho tirar creemos los doce artículos del Credo, en que estos cuatro dogmas eflorecen; pero éstos tienen también su Credo dificilísimo, que un día por embromar me puse a resumir y es más o menos como sigue:

(Mi tío sacó aquí un papel y me leyó: “El Credo del In­crédulo”, que reproduzco tal cual, dejándolo a él del todo responsable).

CREO en la Nada Todoproductora d’onde salió el Cielo y la Tierra.
Y en el Homo Sapiens su único Hijo Rey y Señor,
Que fue concebido por Evolución de la Mónera y el Mono.
Nació de la Santa Materia
Bregó debajo del negror de la Edad Media.
Fue inquisionado, muerto achicharrado
Cayó en la Miseria,
Inventó la Ciencia
Ha llegado a la era de la Democracia y la Inteligencia.
Y desde allí va a instalar en el mundo el Paraíso Terrestre.
Creo en el libre Pensante
La Civilización de la Máquina
La Confraternidad Humana La Inexistencia del pecado,
El Progreso Inevitable
La Rehabilitación de la Carne
Y la Vida Confortable. Amén.

Leonardo Castellani, “Las ideas de mi tío el Cura”, Ed. Excalibur, Buenos Aires, 1945. Págs. 141-148.

MUJERES TORTURADAS: Por G. K. Chesterton.

Gilbert Keith Chesterton 
En su hogar, una mujer puede ser decoradora, cuentacuentos, diseñadora de moda, experta en cocina, profesora... más que una profesión, lo que desarrolla son veinte aficiones y todos sus talentos. Por eso no se hace rígida y estrecha de mente, sino creativa y libre. Ésta es la sustancia de lo que ha sido el papel histórico de la mujer. No niego que muchas han sido maltratadas e incluso torturadas, pero dudo que jamás hayan sido torturadas tanto como ahora, cuando se pretende que lleven las riendas de la familia y, al mismo tiempo, triunfen profesionalmente. No niego que antes la vida era más dura para las mujeres que para los hombres. Por eso nos descubrimos ante ellas.

Es la misma Naturaleza quien rodea a la mujer de niños muy pequeños que requieren que se les enseñe, no cualquier cosa, sino todas las cosas. Los bebés no necesitan aprender un oficio, sino que se les introduzca en un mundo entero. El niño es un ser humano capaz de hacer todas las preguntas posibles, y muchas de las imposibles. Si alguien dice que responder a ese niño insaciable es una tarea agotadora, tiene razón. Si dice que es un cometido desagradable, admito que puede ser tan desagradable como el de un cirujano o un bombero. En cambio, cuando la gente dice que esa tarea femenina no sólo es cazadora, sino trivial y odiosa, se me hace imposible entender lo que quieren decir. Si odioso significa insignificante, descolorido e intrascendente, confieso que no lo entiendo. Porque decidir y organizar casi todo; ser ministro de economía que invierte y compra ropa, libros, sábanas y pasteles, ser Aristóteles que enseña lógica, ética, buenos modales e higiene... Todo esto puede dejar a una persona exhausta, lo que no puedo imaginar es cómo podría hacerla estrecha y limitada.

La manera más breve de resumir mi postura es afirmar que la mujer representa la idea de salud mental, el hogar intelectual al que la mente ha de regresar después de cada excursión por la extravagancia. Corregir cada aventura y extravagancia con su antídoto de sentido común no es -como parecen pensar muchos- tener la posición de un esclavo. Es estar en la posición de un Aristóteles o de un Spencer, es decir, poseer una moral universal, un sistema completo de pensamiento. Una mujer así tiene que hacer muchos equilibrios para arreglar y resolver casi todo, para adaptarse a lo que haga falta. Y hacer equilibrios puede ser propio de personas cobardes, que se arriman al más fuerte. Pero también define a las personas de carácter noble, que siempre se ponen al lado del más débil, como el regatista que equilibra un velero sentándose donde se necesite su peso. Así es la mujer, y su oficio es generoso, peligroso y romántico. Su carga es pesada, pero la humanidad ha pensado que valía la pena echar ese peso sobre las mujeres para mantener el sentido común en el mundo.

martes, 19 de julio de 2011

19 DE JULIO: PARRICIDIO EN PADILLA.


“¡Mexicanos! En el acto mismo de mi muerte os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión: ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros; no quedará a mis hijos y su posteridad otra mancha: no soy traidor no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos mandan, es cumplir con Dios. No digo esto lleno de vanidad porque estoy muy distante de tenerla”.

Últimas palabras, pronunciadas en el paredón de fusilamiento, de Don Agustín de Iturbide y Arambúru, Libertador de Méjico.

MENTIRAS BICENTENARIAS: Apuntes en el Cuaderno de Bitácora.

El Libertador

El 16 de septiembre del año pasado el periodista Sergio Sarmiento escribía en su columna: "El impoluto Miguel Hidalgo de nuestra mitología, por ejemplo, es distinto del que con "frenesí destructivo" permitió la salvaje matanza de la alhóndiga de Granaditas e hizo asesinar a cientos de españoles en Guadalajara y Valladolid. Muchas de las mujeres y niñas asesinadas por órdenes de Hidalgo fueron también violadas. Un amigo torero de Hidalgo, Joaquín Marroquín, toreaba a los prisioneros y los mataba con estoque. Cuando se le preguntó a Hidalgo en el juicio de la Inquisición por qué no había procesado a los españoles, él respondió que porque sabía que eran inocentes.

No es malo que Hidalgo haya sido de carne y hueso. Sus debilidades dan realce a sus innegables virtudes. Pero los fabricantes de la "historia de bronce" se han negado a aceptar o divulgar cualquier falta del padre de la patria.

Así como han creado héroes sin mancha, como Hidalgo, Morelos, Juárez o Madero, para el culto popular, han forjado también villanos a modo, como Iturbide, López de Santa Anna, Miramón o don Porfirio, para contrastarlos con los héroes. Esta visión maniquea de la historia nos impide ver los errores de los próceres o los actos positivos de los "villanos". Se le escatima a Agustín de Iturbide la consumación de la independencia y a Miguel de Miramón su papel como "niño héroe" en la defensa del castillo de Chapultepec en 1847".

En efecto una "historia" maniquea creada a gusto de la facción triunfadora ha deformado la verdadera historia y ha creado una ficción oficial donde se mezclan verdades y mentiras. El pueblo que poco lee e investiga compra todo lo que se le diga y se le enseñe en la escuela y a través de todos los medios informativos de control. Por ello, que algunos escritores empiecen a cuestionar los mitos históricos aunque no siempre atinen en todos sus juicios es promisorio, como es el caso del artículo de Sarmiento. En él reclama que se le escatime a don Agustín de Iturbide la realización -que no la consumación, como él la llama- de la Independencia. Y aunque yerre -como tantos- al suponer que la causa de la independencia la inció Hidalgo y la consumó Iturbide, es un enorme avance el que reclame que se escatimen -a éste último- los méritos correspondientes. Y, efectivamente, se yerra cuando se liga como inicio la guerra civil llevada a cabo por don Miguel Hidalgo y Costilla que con ríos de sangre terminó en un verdadero fracaso y no logró nada, con la realización de la Independencia alcanzada por don Agustín sin derramamiento de sangre.

Por ello también resulta gratificante que don Armando Fuentes Aguirre “Catón”, que en nada puede ser acusado de clerical o conservador, haya dicho:

“A mí me sorprende mucho que hasta los más fervientes admiradores de Iturbide lo llamen ‘el consumador de nuestra independencia’. Me asombra eso porque pasan inadvertido el hecho de que Iturbide no es el consumador de nuestra independencia, sino su hacedor, su único, verdadero autor. A Iturbide le debemos la independencia, la libertad, el nombre de nuestra patria, su bandera y los chiles en nogada”.

“Si tuviéramos todo lo que se necesita para echar por la borda los viejos clichés, estereotipos mentirosos; si de verdad nos apegáramos a la verdad, si hubiera una sola historia de México y no varias, opuestas y contradictorias, Iturbide, y no Hidalgo, sería llamado el Padre de la Independencia Mexicana”.

Lejos de querer incurrir en el forjamiento de seres fantasiosos de leyendas, deshumanizados, o de santos de mármol, aclaramos que Iturbide fue un héroe... no un santo en vías de canonización. En efecto, Iturbide fue un héroe de carne y hueso, con virtudes y defectos, como todo ser humano. Dejamos el mito y la forjación de seres perfectísimos para los inventores de la historia de bronce pagados por la nómina oficial. Pero sin negar la carga de virtudes y defectos innata a todo hombre, nadie puede honradamente negar el amor de Iturbide por su Patria y su alta calidad moral.

Esto se evidencia, de una manera particular cuando el libertador abdica como emperador para evitar más sangre a su Patria y, más tarde, cuando es apresado a su regreso a México desconociendo el infame decreto del Congreso que lo sentenciaba a muerte si ponía sus pies en suelo mexicano. Entonces, escribe una carta al Congreso en donde inquiere qué delito había cometido y enumerando todos y cada uno de los servicios que realizó a su Patria, preguntaba por cuál de ellos se le condenaba a muerte.

A Iturbide no se le concede su último deseo de asistir al Santo Sacrificio de la Misa y es confesado sacramentalmente por el presidente del Congreso que había decretado el parricidio. Así, la ejecución se apresura pues sus enemigos le temen.

Dejemos que don Alejandro Rosas nos narre ese final:

"A ver, muchachos… daré al mundo la última vista", dijo Iturbide minutos antes de las 6 de la tarde, cuando fue sacado de la prisión para ser llevado al lugar de la ejecución. Se veía sereno. No quiso que nadie le vendara los ojos; lo hizo él mismo con tal naturalidad que parecía haber pasado ya por el trance de la muerte. Se opuso a que le ataran las manos, pero ante la insistencia del oficial de que debía hacerlo no puso más reparos. Minutos antes le entregó al sacerdote una carta para su esposa, su reloj y el rosario que llevaba al cuello a fin de que lo remitiese a su hijo mayor que se había quedado en Londres.

Parado ya en el lugar donde habría de morir expresó: “¡Mexicanos! En el acto mismo de mi muerte os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión: ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros; no quedará a mis hijos y su posteridad otra mancha: no soy traidor no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos mandan, es cumplir con Dios. No digo esto lleno de vanidad porque estoy muy distante de tenerla”.

Rezó el credo por algunos minutos e hizo un acto de contrición; besó el crucifijo que le presentaron y de pronto se oyó la descarga que cegó su vida. Su cuerpo inerte fue recogido, varios vecinos lo reconocieron para beneficio de la autoridad y finalmente lo sepultaron en la iglesia del pueblo de Padilla. En 1838, Anastasio Bustamante trasladó sus restos al altar de San Felipe de Jesús, en la Catedral de la Ciudad de Méjico, donde se encuentran actualmente. Lejos del reconocimiento nacional; lejos de ocupar un lugar entre los personajes fundadores de la nación mexicana."

Hasta aquí el relato histórico de don Alejandro Rosas.

Por su parte, liberales honrados (Sierra, Bocanegra, Arias, Zavala, Prieto, Toro, Bustamante, Bulnes, Riva Palacio, etc.) contrarios a la postura conservadora han reconocido la calidad moral y los méritos del libertador de México. Citaremos sólo a los dos últimos.

A principios del siglo XX, el intelectual y político liberal Francisco Bulnes escribió:

"Espero que para el Centenario de 2110, dentro de doscientos años, se habrá reconocido que los tres héroes prominentes de nuestra independencia, fueron Hidalgo Morelos e Iturbide. Como los muertos no se cansan de reposar en sus tumbas, Iturbide bien puede esperar algunos cientos de años, a que el pueblo mexicano, en la plenitud de su cultura, le reconozca con moderados réditos lo que le debe. Mientras no se honre como debe ser a los verdaderos héroes de la independencia y se llegue hasta suprimir de los homenajes, la figura de uno o algunos de los más grandes, habrá derecho para decir que en las solemnes fiestas del centenario de la Independencia quedó vacío el lugar del primero de los personajes: la Justicia... ¿cómo se explica el atentado contra la memoria de de Iturbide, denigrándolo y dirigiendo sobre ella la odiosidad del pueblo? La respuesta es tan bochornosa como fácil, dado el analfabetismo de nuestras masas y su organización tan científica para el servilismo demagógico. El jacobinismo dispone temporalmente de todos los lugares de la historia patria, sin que en frente puedan ponérsele los pocos escritores elevados que en México se ocupan de asuntos históricos. Entre nosotros, y desgraciadamente, la historia es una especie de club faccioso, en cuya tribuna dominan los que hacen de la literatura un puñal, de la verdad un delito, de la lógica una ofensa a la nación, y de la justicia un vaso de embriaguez, pérfida y degradante. Mientras que el pueblo mexicano, en sus masa sin instrucción y moral pública, tenga por la demagogia el culto que debía tener por la civilización, no conocerá como debe ser a sus grandes hombres, pues no son todos los que están, ni están todos los son". (Bulnes, Francisco, La Guerra de Independencia, Hidalgo-Iturbide, México, Editora Nacional, 1969. Pgs 417 y 425)

Finalizamos con los juicios de don Vicente Riva Palacio, prominente liberal y nieto de don Vicente Guerrero:

"Iturbide, libertador de México; Iturbide emperador; Iturbide, ídolo y adoración un día de los mexicanos, expiró en el patíbulo y en medio del más desconsolador abandono...yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada en Padilla ha sido y es quizá una de las manchas más vergonzosas de la historia de México.

El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su libertador es tan culpable como el hijo que atenta sobre la vida de su padre. Hay sobre los intereses políticos de las naciones una virtud que es superior a todas las virtudes: la gratitud.

El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres se expone a no tener por servidores más que los que buscan en la política un camino para enriquecerse y sofocan todas las pasiones nobles y generosas.

Dios permita que las generaciones venideras perdonen a nuestros antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de sus fastos esta sangrienta y negra página". (Riva Palacio, Vicente. El Libro Rojo, México, Editorial Leyenda, S.A., 1946, pp 351-352).

Y sin embargo, Iturbide fue nuevamente excluido, ahora de la conmemoración del mal llamado bicentenario. Y existen pseudomexicanos que aún aplauden el parricidio de quien les dio Patria y libertad.

Tomado de Catolicidad.

http://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2010/09/el-27-de-septiembre-de-1821-don-agustin.html

LA MUERTE DEL LIBERTADOR: Por Mario Alejandro Tapia.


El bergantín Spring se acercaba paulatinamente a las costas Tamaulipecas procedente de Inglaterra. Abordo, el otrora emperador mexicano arreglaba sus asuntos y soñaba con ser recibido como en los viejos tiempos, con los honores de héroe de la independencia. Sin embargo, la razón debió llamar su atención y antes de atracar en Soto la Marina, regresó a su habitación a redactar su testamento.

El 12 de julio de 1824 y después de dos meses de viaje, Agustín de Iturbide volvió a México tras pasar un año en el exilio. Le acompañaban su esposa embarazada y sus dos hijos más chicos. El pretexto resultaba contundente: España comenzaba a amenazar seriamente la independencia del naciente México y el consumador de ella no podía mantenerse al margen. Así lo había hecho saber al pueblo mexicano al redactar su proclama titulada “A bordo del bergantín Spring”, justo unos días después de zarpar del puerto de Southampton.

"Vengo no como Emperador –explicaba Iturbide-, sino como un soldado, y como un mexicano; más aún por los sentimientos de mi corazón que por los comunes de la cuna; vengo como el primer interesado en la consolidación de nuestra cara independencia y justa libertad: vengo atraído del reconocimiento que debo al afecto de la nación en general y sin memoria alguna de las calumnias atroces con que quisieron denigrar mi nombre, mis enemigos o enemigos de la patria".

Pero sus detractores ya estaban listos para recibirle. Desde el 16 de marzo de ese mismo año, varios diputados del Congreso propusieron se declarase al ex emperador, traidor de la patria. No muchos se atrevieron a contrariar tal proposición y el 28 de abril, el presidente de la República, Nicolás Bravo, expidió un decreto en el que se le proscribía y en caso de que tocara suelo mexicano, sería pasado por las armas.

Iturbide no tardó mucho tiempo en enterarse. Aprehendido por Felipe de la Garza el ex emperador fue llevado a la villa de Padilla, donde se encontraba sesionando la recién creada legislatura de Tamaulipas. El ilustre prisionero llegó el 19 de julio, no sin antes haber despachado tres cartas el Congreso del estado, en las que trataba de explicar las razones de su arribo al país. Los legisladores, sin embargo, no prestaron atención a sus palabras y decidieron aplicarle todo el rigor de la ley.

Agustín de Iturbide fue fusilado aquel 19 de julio de 1824 en las afueras de Padilla, Tamaulipas. No permitió que las balas entraran en su cuerpo sin antes expresar frente al pelotón: “Mexicanos: en el acto mismo de mi muerte os recomiendo el amor a la patria, y observancia de nuestra santa religión, ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros, y muero gustoso porque muero entre vosotros. Muero con honor, no como traidor: no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha; no soy traidor, no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos os mandan cumpliréis con Dios; no digo esto lleno de vanidad, porque estoy muy distante de tenerla”. Minutos más tarde, el cuerpo del primer emperador de México yacía sin vida.

Días después, el diputado José Antonio Gutiérrez de Lara, quien presidía la legislatura de Tamaulipas en esos momentos, escribió a un amigo cercano que había acompañado al caudillo en sus últimos momentos. “Muchas veces, Iturbide dijo en el Congreso general –recordaba Gutiérrez- que para él no se había hecho el miedo; y aún esta verdad confirmó en su muerte, la recibió sin que le temblara un dedo y la precedió con una elocuente y bien concertada arenga, que produjo con los ojos ya vendados y en una voz tan sonora y entera como la que vio en el Soberano Congreso reducida a los mexicanos para que siempre unidos y sujetos a sus autoridades evitaran segunda esclavitud, concluyéndola para manifestar que no era traidor a su Patria suplicando, que no recayese esta impostura sobre su familia”.

Gutiérrez de Lara no pudo olvidar la ejecución, que tanta impresión le había causado: “Vi su cuerpo despedazado por las balas y su sangre corriendo sobre la tierra que antes había libertado: mi corazón quedó herido de este primer estrago que habían visto mis ojos y lo vieron por fin en una persona tan amada”.

Nada impidió que Iturbide fuera ejecutado. Ni sus servicios al país ni haber sido el libertador y consumador de la independencia. Nada fue suficiente para perdonarle la vida. De ese modo, la clase política de entonces, acabó con uno más de los héroes de la independencia.

ITURBIDE, LIBERTADOR DE MÉJICO: Por Enrique Sada Sandoval.

Don Agustín de Iturbide, Libertador de Méjico
El 15 septiembre de 1910, México celebra las fiestas del primer centenario de su independencia. Las calles revientan en desfiles alegóricos secundados por grandes banquetes; el zócalo de la capital se viste de luces y colores, los cielos se pintan en ráfagas con juegos pirotécnicos. Entre el repique de campanas se da el "grito" y voces llenas de untuosa retórica elevan "vivas" a los hombres de la primera revolución de insurgencia, cuyos restos reposan al pie del ángel que se eleva en el Paseo de la Reforma. Las masas envueltas en la farsa teatral de aquella noche ignoran el papel que juegan. No saben que secundan por decreto una interpretación histórica oficial y que lejos de conmemorar su emancipación, en efecto, celebran aquel día por ser el cumpleaños de su presidente: el general Porfirio Díaz.

Ajena a cuanto ocurre en ese momento, en un rincón oscuro de la catedral metropolitana se encuentra la capilla de San Felipe. Ahí se levanta sobre un nicho, callada e indiferente, la urna de cristal que guarda los restos de quien fuera en vida el verdadero libertador de la nación que se aglutina afuera: Agustín de Iturbide.

La historiografía oficial, de manera perniciosa, ha condenado largamente a Iturbide al oprobio o al olvido, sobre todo tras el encono de la intervención francesa y del segundo imperio (Maximiliano había adoptado a su nieto, Agustín Iturbide y Green, como príncipe heredero). A diferencia de otros libertadores de América como Bolívar, San Martín y Washington, la inquina en su contra se ha extremado hasta el grado de negarle, más que el sitio que merece en el calendario cívico, el título de padre de la nación y libertador de México.

Se ha acusado a Iturbide de ser enemigo de la independencia por haber combatido a los primeros insurgentes. Nada más falso, puesto que él, como la mayoría de los criollos, estaba de acuerdo con alcanzarla desde que era coronel realista, aunque eso sí, nunca comulgó con los procedimientos de los primeros insurgentes, a los que combatió con severidad. La desolación, los asesinatos y el pillaje fueron, en efecto, los únicos resultados visibles de la primera insurrección. Esto explica porqué una gran cantidad de partidarios de la independencia prefirieron apoyar al virrey ante el peligro que suponía para sus vidas y propiedades el paso de la multitud sin cabeza.

Los detractores de Iturbide olvidan, con su corta memoria, que fue su ingenio político-militar el que alcanzó en cuestión de meses todo aquello que diez años de lucha fratricida y estéril no lograron: la emancipación sin derramamiento de sangre, con la entrada triunfal del ejército trigarante a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821. A él se debió la anexión de Centroamérica, que pidió su incorporación al imperio mexicano que en ese entonces extendió su territorio desde Oregon y las márgenes del río Mississipi hasta Panamá.

Ante el rechazo de Fernando VII para reconocer la independencia de México, junto a la prohibición de sus parientes para aceptar la corona que se le ofrecía, el pueblo propone libremente que Iturbide (quien se desempeñaba como regente del imperio) sea coronado.

Sorprendido por la manifestación cívico-militar fuera de su casa y los gritos de "¡Viva Agustín Primero!", tuvo que salir al balcón para pedirles calma a sus seguidores. No estuvo seguro de aceptar la corona hasta que sus amigos y colaboradores cercanos lo convencieron de ceder a las demandas del pueblo.

Algunos días después, ya en la intimidad, en una carta Iturbide le confiaría sus pensamientos a Bolívar, considerándolo el único hombre de América que podía comprenderlo: "Carezco de la fuerza necesaria para empuñar un cetro; lo repugné, y cedí al fin por evitar males a mi patria, próxima a sucumbir de nuevo, si no a la antigua esclavitud, sí a los males de la anarquía".

Ante la aclamación del pueblo, el congreso se reunió a deliberar, y por votación mayoritaria se procedió a proclamar a Iturbide emperador constitucional de México. Dos días después la decisión sería ratificada, esta vez, por unanimidad.

Lo anterior desmiente a quienes alegan que la elección de Iturbide como emperador fue viciada de origen y que no contaba con el voto popular. Lucas Alamán, que no simpatiza con Iturbide, manifiesta que todas las provincias del imperio aceptaron con grandes muestras de júbilo su elevación al trono; y Lorenzo de Zavala reconoce que la inmensa mayoría de la nación estaba a favor del Imperio. Francisco Bulnes, historiador republicano y liberal, lo confirma en pleno siglo XX: "En 1910 he visto sostener unánimemente por todos los escritores jacobinos, que para que haya democracia basta que el gobernante emane de la voluntad de la mayoría del pueblo. Conforme a esta doctrina (...), debe asegurarse que Iturbide con su imperio fundó la democracia mexicana de la manera más correcta y completa."

Otra acusación sin fundamento es que disolvió el congreso para convertirse en monarca absoluto. La realidad difiere totalmente, pues las pugnas por el poder entre facciones, la envidia y la amenaza del exterior no se hicieron esperar. El congreso en vez de dividirse en dos cámaras o empezar a redactar la Constitución esperada, todo el tiempo se dedicó a obstaculizar al emperador o a conspirar en su contra. Esto por acción de la masonería escocesa y las maniobras efectuadas por Joel Poinsett, agente confidencial de los Estados Unidos en México, quien veía a Iturbide con gran desprecio debido a que éste se negó a entregar a su gobierno parte del territorio nacional que deseaba a cambio de reconocer a México como nación independiente.

La conspiración fue descubierta y se aprehendió a sus participantes, de los cuales, no pocos eran diputados; en vista de ello, recibiendo miles de cartas de las provincias y escuchando el parecer de muchos, disolvió el congreso y estableció de manera provisional una Junta Nacional Instituyente mientras convocaba a elecciones para un nuevo congreso. Nadie lamentó la desaparición de este órgano político y el pueblo, por este hecho, volvió a llamarlo libertador.

Sin embargo, todo esto fue el pretexto ideal para los enemigos de Iturbide, y los generales de la Garza, Santa Anna, Bravo y Guerrero -amigos y colaboradores de Poinsett- iniciaron levantamientos en su contra, aunque fracasaron por falta de apoyo popular. Iturbide pensó que todo era un malentendido, puesto que él deseaba que se hubiera un congreso; pero una vez convencido de la mala fe de quienes dirigían el movimiento en su contra, incluso pensó en combatirlos. Contaba en todo momento con el apoyo popular, así como con los medios necesarios y gran parte del ejército. Pero, ¿cómo reafirmar un trono que nunca ambicionó derramando sangre mexicana?

Resentido por las voluntades desleales, restableció el viejo congreso y presentó su abdicación. El congreso, para humillarlo todavía más, no quiso discutir, manifestando, contrario a lo dicho meses antes, que la coronación había sido obra de la violencia. Con el fin de evitar una guerra civil, Iturbide decidió exiliarse, y en mayo de 1823 partió rumbo a Europa.

Las provincias de Centroamérica no tardaron en mostrar su apoyo a Iturbide junto a la inconformidad respecto a su abdicación, por lo que se declararon independientes de México. Provincias como Querétaro, Michoacán, México y Guadalajara manifestaron la misma disposición mediante levantamientos armados.

Una vez en el exilio, Iturbide publicó sus memorias en Inglaterra, a donde le llegaban miles de cartas de México, las cuales le hablaban de la anarquía en que había caído el país y pedían su regreso. Él, a su vez, informado de los planes de una invasión española para reconquistar México, decide volver para prevenir a las autoridades y ponerse a su disposición como simple soldado. Sus enemigos temen ser desplazados del poder con su retorno y por órdenes del congreso, es aprehendido al desembarcar en Soto la Marina. Es condenado a muerte sin ser sometido a juicio -derecho que no se le niega ni al peor criminal- y a morir fusilado en Padilla, Tamaulipas. Sus últimas palabras al pueblo fueron de obediencia al gobierno que lo ejecutaba y en defensa de su libertad ante cualquier intento de reconquista española: "Mexicanos, ¡muero gustoso porque muero entre vosotros!".

Al saberse su muerte, se produjo una gran conmoción y México nunca volvió a ser el mismo. Acerca de este hecho, Manuel Payno afirma que "La muerte de Iturbide es una de las manchas más vergonzosas de nuestra historia. El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su Libertador es tan culpable como el hijo que atenta contra la vida de su padre".

"¿Qué aberración tan monstruosa, sólo vista en México -dice Alfonso Junco- (...) loar la libertad y maldecir al libertador, glorificar la obra y desdeñar al obrero, tomar el don y escarnecer al que lo da? (...) Iturbide es una gloria de México (...) Su genio militar, su visión política, su gobierno magnánimo, su abdicación gloriosa, su decencia personal, su amor al pueblo y el amor de su pueblo, pónenlo entre las figuras universales".

Iturbide no es héroe de facción, como ingenuamente algunos creen, es un héroe nacional a secas. Para honrarlo bastan dos cosas: saber historia y ser justo. Este 27 de septiembre México cumple 180 años como nación independiente, y hasta ahora, no se ha dado algún intento por reivindicar la imagen de Iturbide, otorgándole la importancia que tiene en la consolidación de nuestra patria.

Hoy más que nunca, suena un eco lejano que se pierde. Las últimas palabras que el héroe de Iguala dejara escritas en sus memorias: "Cuando instruyáis a vuestros hijos en la historia de la patria, inspiradles amor por el jefe del ejército trigarante (...) quien empleó el mejor tiempo de su vida para que fueseis dichosos".


Bibliografía:


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Tomado de Catolicidad.
http://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2009/09/la-independencia-de-mexico.html