"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

sábado, 15 de diciembre de 2012

POEMA: Guadalupe "La Chinaca"...


Por el puente viejo de Pula,
viejo y polvoso,
rebosante de amores
y ansias inmensas,
va la gentil ranchera
ebria de gozo,
como símbolo rustico
y glorioso de la patria,
que lleva en sus dos trenzas
en la fascinación de su reboso,
apasionada flor
que se destaca en los campos
como alegórica visión.

Es Guadalupe "La Chinaca",
que con su escolta de lanceros,
diez fornidos guerrilleros,
y en su cuaco retozón,
que la rienda mal aplaca,
de la fabrica de Aguirre
a los ranchos de Menchaca,
va a buscar a Pantaleón.

Pantaleón es su marido,
el gañán más atrevido
con las bestias y en la lid.
Faz trigueña, ojos de moro,
unos músculos de toro
y unos ímpetus de Cid.

Cuando mozo fue vaquero,
y en el monte y el potrero
la fatiga le templó
para todos los reveses.
Es terror de los franceses
y cien veces lo probó.

Con su silla plateada,
su chaqueta alamarada,
su vistoso cachirul
y su lanza de cañotos,
cabalgando pencos brutos
¡qué gentil se ve el gandul!

Guadalupe esta orgullosa
de su prieto; ser su esposa
le parece una ilusión,
y al mirar que en la pelea
Pantaleón no se pandea,
grita: ¡viva Pantaleón!

Ella cura los heridos
con remedios aprendidos
en el rancho en que nació,
y los venda en los combates
con los rojos paliacates
que la pólvora impregnó.

En aquella madrugada
todo halaga su mirada,
finge pórfido el nopal
y los órganos parecen
candelabros que se mecen
con la brisa matinal.

En los planes y en las peñas,
el ganado entre las breñas,
rumia y trisca mugidor
azotándose los flancos,
y en los húmedos barrancos
busca tunas el pastor.

A lo lejos, en lo alto,
bajo un cielo de cobalto
que desgarra su capuz,
van tiñéndose las brumas,
como un piélago de plumas
irisadas por la luz.

Y en las fértiles llanadas,
entre milpas retostadas
de calor, pringan el plan,
amapolas, maravillas,
cempaxóchitls amarillas
y azucenas de San Juan.

Guadalupe va de prisa
de retorno de la misa,
que en las fiestas de guardar,
nunca faltan las rancheras,
como sus flores y sus ceras,
a la iglesia del lugar;
con su gorra galoneaba,
su camisa pespunteada,
su gran paño para el sol,
su rebozo de bolita,
y una saya suavecita
y unos bajos de charol;
con su faz encantadora,
más hermosa que la aurora
que colora la extensión,
con sus labios de carmines,
que parecen colorines,
y su cutis de piñón,
se dirige al campamento,
donde reina el movimiento
y hay mitote y hay licor,
porque ayer fue bueno el día,
pues cayó en la serranía
un convoy del invasor.

¡Qué mañana tan hermosa!
¡Cuánto verde, cuánta rosa
y qué linda la extensión!
Rosa y verde se destaca,
con su escolta, la chinaca,
que va a ver a Pantaleón.


Amado Nervo

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