"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

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miércoles, 25 de julio de 2012

APUNTES EN EL CUADERNO DE BITÁCORA: El Hijo del Trueno...

El Hijo del Trueno
25 de julio, Solemnidad de Santiago el Mayor, Apóstol, hijo de Zebedeo, hermano de San Juan, llamados Boanerges ("los hijos del trueno") por NSJC. 

Batalla de Clavijo. 

Cercanías de Clavijo (La Rioja), 23 de mayo del año 844: «A este tiempo se apareció Santiago sobre un fuerte y hermoso caballo blanco. A su vista se animaron briosos los cristianos y se amedrentaron tanto los infieles que, cobardes, volvieron las espaldas, huyendo desordenados, dejando el campo lleno de cadáveres moros y corriendo arroyos de su sangre que llegaron hasta el río Ebro, que dista de aquel sitio dos leguas». Relatos como este, atribuido al historiador de principios del siglo XIX José González de Tejada, o heroicas escenas como la que ilustra este reportaje, pintada por José Casado del Alisal en 1885, han tenido a lo largo de los siglos una influencia enorme en la formación de la identidad nacional española.

Muchos han sido los historiadores, de toda tendencia y condición, que han venido rastreando los orígenes y repercusiones de la leyenda de esta batalla de Clavijo, en la que, según se ha contado desde la Edad Media y hasta no hace mucho (cuando con el V2 se vino abajo la fe, imponiéndose el cancer del racionalismo), se apareció el apóstol de España a lomos de un gran caballo blanco, espada en ristre y, a gritos de «¡Dios ayuda a Santiago!», se puso a cercenar cabezas de moros en auxilio de los cristianos.

Los hechos se han narrado siempre de forma gloriosa, al estilo de la prosa densa y piadosa de la Edad Media. El «caballero andante de Dios», lo llamó Cervantes. Y con ellos se impregnaron el espíritu de toda la Reconquista, inspirándose además el nacimiento de varias órdenes militares, algunas de la cuales han llegado hasta nuestros días a grito del famoso «Santiago y cierra España». 

El «Tributo de las Cien Doncellas». 

Cuentan que el Rey Ramiro I de Asturias, hijo de Alfonso II «el Casto», se negó en el 844 a seguir acatando el bochornoso tributo establecido por los sarracenos a sus antecesores, bajo la condición de que no les atacaran. Según este impuesto, conocido como el «Tributo de las Cien Doncellas», los reyes de Asturias debían enviar anualmente a Córdoba 100 doncellas cristianas, 50 nobles y otras tantas plebeyas. Avergonzado por semejante deshonor, Ramiro decidió ponerle fin.

El Rey reunió entonces a toda la región y formó un poderoso ejército, con el que se lanzó contra los musulmanes en Albelda (Logroño). La derrota fue tan dura que se vio obligado a correr a esconderse en Clavijo, a 17 kilómetros de Logroño, con los pocos hombres que habían quedado vivos. Pero allí acorralado, sumido en la desesperanza, se le apareció el Apóstol Santiago en sueños para anunciarle su presencia en la batalla que tendría que librarse al día siguiente.

El encuentro tuvo lugar en las laderas del monte sobre el que se alzó después el castillo de Clavijo. Los cristianos, agotados y diezmados, se lanzaron sin temor contra el infiel convencidos previamente de su victoria, gracias a que su Rey les había dicho que Santiago el Mayor aparecería para batallar a su lado. Alfonso X el Sabio incluso reproduce en su «Primera Crónica General» (1270) las palabras del Apóstol a Ramiro I en sueños: «Sepas que Nuestro Señor Jesucristo repartió entre todos los apóstoles todas las provincias de la tierra. Y a mí sólo me dio España para que la guardase. Rey Ramiro, esfuérzate en tu oración y se bien firme y fuerte en tus hechos, que yo soy Santiago. Y ten por verdad que tú vencerás mañana con la ayuda de Dios a todos esos moros…». 

Santiago, el «Matamoros». 

Al rato de comenzar la contienda, cuando parecía ya perdida para los cristianos, surgió de repente un jinete desconocido sobre un gran caballo blanco, despidiendo resplandores y blandiendo una espada de plata con la que, en un abrir y cerrar de ojos, decapitó a 70.000 enemigos. El valeroso ataque le valió para los restos el sobrenombre de Santiago el «Matamoros».

Algunos relatos hablaron de esta batalla como «la primera en la que se hizo una invocación a España» y se convirtió en una de las claves para que actualmente entendamos el movimiento jacobeo en el país, convirtiendo particularmente a Santiago de Compostela en uno de los lugares de peregrinación por excelencia de los cristianos, al mismo nivel que Jerusalén y Roma.

La influencia que tuvo el relato de lo ocurrido en Clavijo en la historia patria fue tan grande que, en pocos años, se multiplicaron las intervenciones de Santiago Apóstol en batallas y escaramuzas contra la morisma por toda la Península, con algunas réplicas locales surgidas en determinados ambientes “eruditos” del Siglo de Oro. 

Como la Batalla de Coímbra en 1064, descrita en el Códice Calixtino recientemente aparecido, donde el patrón de España vuelve a intervenir en favor de las tropas de Fernando I. Su intercesión conseguirá que, a partir de aquella fecha, la Reconquista fuera considerada Guerra Santa.

Santiago "el Mayor". 

Hijo de Zebedeo y hermano de Juan, fue uno de los doce apóstoles de Jesucristo. Era hijo de Cleofás o Alfeo, (el hermano de San José), y de Santa María de Cleofás, y hermano de San Judas Tadeo (Marcos 15:40).

San Mateo nos dice que hay dos apóstoles llamados Santiago (Mateo 10:2-4): 

"Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le entregó." 

San Marcos (6:3) nos hace ver que fue reconocido por las personas donde había crecido:

"¿No es éste (NSJC) el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo…".

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