Tercer viaje (30 de mayo de 1498 – noviembre de 1500).
En
otoño de 1496 su estrella se apagaba, pero de todas formas los reyes lo
recibieron en Burgos, donde le volvieron a confirmar sus privilegios,
pero ya lo estaban viendo con mucho recelo. Deseaban seguir usando sus
conocimientos en la navegación pero querían apartarlo del gobierno para
de esa forma ellos llevar las riendas del proceso que había iniciado en
1492, pero que se les estaba saliendo de las manos, además de que estaba
ofreciendo bajas rentas. Hay que sumarle, además, que desde aquella
época se estaba ya insistiendo en que no había llegado a Asia, como se
pretendía, de allí que Colón le diera mucha importancia a encontrar
tierra firme.
Las noticias de que Juan Caboto había llegado a la
península de Labrador desde Inglaterra, y el que Vasco da Gama saliera
para alcanzar la India bordeando toda África, aceleró los planes de
Colón, que también buscaba introducir cultivos en el Nuevo Mundo, tales
como la caña de azúcar y repartir las tierras a los colonos. Pese a
todo, logra equipar 6 embarcaciones y embarcar como parte de la
tripulación a 30 mujeres. La flota salió de Sanlúcar de Barraneda,
haciendo escala en Madeira y La Gomera; dos de ellas se fueron a
reforzar el asentamiento de La Española, mientras él se dirigía más al
sur, donde descubrió Trinidad y llegó a la costa venezolana de Paria y
la desembocadura del río Orinoco, lugar donde creyó estar próximo al
paraíso terrenal debido a su exuberante vegetación, siendo recibido
amistosamente por los nativos.
Para el 15 de agosto se dirigió a
La Española donde tuvo que lidiar con una sublevación comandada por
Francisco Roldán, a quien había nombrado alcalde de Isabela. La rebelión
era por las mismas razones que antes: la falta de alimentos y riqueza.
Colón se sometió a las exigencias de los rebeldes, y repartió tierras y
dándoles autorización para usar a los nativos como esclavos. Pese a las
medidas tomadas, los desordenes continuaban, obligando a los reyes a
enviar un juez pesquisidor especial, Francisco de Bobadilla, comendador
de Calatrava, a hacerse cargo de la gobernación y administrar la
justicia. No hay que dejar a un lado el envío, en forma de venta, de 300
nativos como esclavos a España, hecho que disgustó enormemente a los
reyes.
Llegado Bobadilla, destituyó a Colón y a sus hermanos
Diego y Bartolomé de todos sus cargos, y confiscó los bienes del
almirante. Colón admitió haberse excedido en su autoridad al haber
mandado ahorcar a varios colonos descontentos, pero atribuyó su fracaso
al diablo. Sin embargo, fue enviado de regreso a España despojado de los
honores, encadenado y acusado de malos tratos y tiranía. Durante el
viaje comenzó a mostrar signos de desequilibrios mentales, ya que diseñó
un plan para atacar la retaguardia del Islam por la “vía Oceánica”, y
reconquistar Jerusalén para los reyes. También comenzó a tener
exagerados arrebatos de misticismo afirmar que faltaban 155 años para
el fin del mundo, según cálculos que hizo con base en los escritos de
San Agustín, y concluyó que el descubrimiento de las Indias era parte de
un plan divino que aceleraba el momento histórico para lograr ese
final.
El cuarto y último viaje (11 de mayo de 1502 – 7 de noviembre de 1504).
Pese
a los acontecimientos que le habían acaecido en su último viaje, los
reyes se reconciliaron con Colón y le autorizaron un cuarto viaje, pero
este tenía un objetivo claro: encontrar por lo que hoy en Centroamérica
el paso a la tierra de las especias, prohibiéndole desembarcar en La
Española y traficar con esclavos. Partió de Cádiz con cuatro carabelas y
con 140 tripulantes, entre ellos su hijo Hernando. La expedición de
primera instancia llegó a lo que hoy es Belice, donde vio vestigios de
la cultura maya, pero se decidió ir al sudeste, donde recorrió lo que
hoy es Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, sin encontrar el tan
anhelado paso a la tierra de las especias. De haberse decidido viajar al
norte hubiera llegado a Yucatán.
La expedición fue la peor de
todas, ya que se tuvo que enfrentar a muchas tormentas y huracanes, los
barcos fueron invadidos por la broma (molusco que roe la madera) y
perdiendo dos, las enfermedades azotaron a la tripulación, siendo
afectados el mismo Colón y su hijo Hernando, que a la sazón contaba con
13 años, quienes estuvieron a punto de morir. Las semanas continuaron y
no se lograba nada, hasta que llegaron a Veragua, entre Costa Rica y
Panamá, donde había oro. Pero ni con eso mejoraron las condiciones, ya
que febriles y arrastrados por el viento, tuvieron que seguir adelante
hasta la desembocadura del río Culebra, donde Colón escribió: “La gente
estaba tan molida que deseaba la muerte para salir de tantos martirios.
Los navíos ya habían perdido las barcas, anclas, velas y estaban
abiertos, sin velas”.
Dada la situación, se dirigió a Jamaica en
junio de 1503, donde esperó siete meses para recibir ayuda por parte de
Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, enfrentándose en tanto a
una sublevación de sus hombres y a la hostilidad de los nativos.
Enfermo de artritis, tuvo que esperar cinco meses en La Española para
poder regresar a España, llegando a Sanlúcar de Barrameda el mes de
noviembre de 1504, al poco tiempo de morir Isabel la Católica.
La polémica.
A
su llegada comenzó un periodo de decadencia, ya que se deprimió, su
salud decayó y lo envolvió una decadencia física y mental. Para el
verano de 1506 fue recibido por el monarca Fernando el Católico en
Segovia, a quien le reclamaba lo pactado y los privilegios que había
perdido, pero el rey no estuvo dispuesto a cambiar su decisión de
regresarle los honores, y menos cumplir con lo acordado. De todas formas
siguió buscando audiencia con el monarca. Una ya pactada tuvo que ser
cancelada por la muerte de Fernando y por la inmediata ascensión como
monarcas de Felipe el Hermoso y doña Juana, a quienes buscó afanosamente
para entrevistarse. No logrando el objetivo, les envió una carta donde
se les ponía a sus órdenes.
Catafalco que contiene los restos del Almirante en la Catedral de Sevilla |
Para mayo 19 de 1506 entró en agonía,
ratificando el testamento que había hecho el 25 de agosto de año
anterior, donde le heredaba a su hijo Diego todos sus bienes y oficios,
no olvidando ni a su hijo Hernando ni a sus hermanos Bartolomé y Diego
en el. Después de pedir el hábito de san Francisco, murió en Valladolid
en compañía de su hijo Hernando, su cuñado Francisco y algunas personas
más. Se cuenta que donde falleció fue en una casa de la calle Ancha de
Magdalena donde hay una placa que dice: “Aquí murió Colón. Gloria al
genio”.
Sin embargo, el almirante no tuvo reposo aun después de
muerto, ya que primero se le enterró en el convento de los franciscanos
de Valladolid, donde permaneció hasta 1509 cuando fue enviado al
monasterio cartujo de Las Cuevas de Sevilla, donde su hijo Diego tenía
un panteón familiar. De allí fue trasladado en 1536 a la catedral de
Santo Domingo, República Dominicana, por instancias de su suegra María
de Toledo, quien no sólo llevó los restos de Colón si no de su esposo
Diego. En 1795 la isla pasó a manos francesas, así que los restos del
almirante volvieron a cambiar de ubicación y se les llevó a la catedral
de La Habana, donde estuvieron hasta 1898, fecha en que la isla fue
ocupada por los Estados Unidos, llevándoselos a Sevilla, dejándolos en
un catafalco de la catedral.
Pero Colón no estuvo exento de
polémicas ni muerto, siendo la más importante la que se desató en 1877
al hallarse en la catedral dominicana unos restos con una inscripción
que hacía referencia a Colón. Por ello, la disputa entre las dos
ciudades por cuál de las dos tenía los verdaderos restos del
descubridor no se hizo esperar. Estudios recientes de ADN confirman que
los restos hallados en Sevilla no pueden ser de Colón pero sí de su hijo
Diego. De todos modos el enigma persiste.
El legado.
Lo
que sí es un hecho es que, si bien es cierto Colón disfrutó de cierta
fama en su primer viaje, con el paso del tiempo su figura estuvo llena
de altibajos, pero en franco declive. En su tiempo no fue realmente
valorado, aun y cuando hizo mucho, y se ganó muchas antipatías, tantas
que al morir su figura cayó en el olvido. Su hijo Hernando intentó
rescatarla al publicar la primera biografía que hay de él en 1571, pero
no suscitó gran interés. La segunda obra referente a él fue la Historia
general de las Indias que se imprimió hasta el siglo 19 por Bartolomé de
las Casas, pese haberse escrito en los primeros años del
descubrimiento.
Durante el romanticismo se revaloró su imagen, ya
que el nacionalismo italiano lo idealizó, convirtiéndolo en una figura
mítica, con un aurea de heroísmo y generando una historiografía que en
muchas ocasiones raya en lo inexacto, cayendo en lugares comunes.
Sin
duda alguna, la vida de Cristóbal Colón todavía no depara muchas
sorpresas por la cantidad de interrogantes que nos deja su vida. Aquel
hombre que cambió el rumbo de la historia por haber descubierto un
continente, sigue siendo un desconocido, y murió, irónicamente,
obstinado con la negativa de lo evidente: que había descubierto un
continente y no había llegado a las Indias.
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