"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

viernes, 12 de octubre de 2012

APUNTES EN EL CUADERNO DE BITÁCORA: Cristóbal Colón, el desconocido. Quinta parte...

Tercer viaje (30 de mayo de 1498 – noviembre de 1500).

En otoño de 1496 su estrella se apagaba, pero de todas formas los reyes lo recibieron en Burgos, donde le volvieron a confirmar sus privilegios, pero ya lo estaban viendo con mucho recelo. Deseaban seguir usando sus conocimientos en la navegación pero querían apartarlo del gobierno para de esa forma ellos llevar las riendas del proceso que había iniciado en 1492, pero que se les estaba saliendo de las manos, además de que estaba ofreciendo bajas rentas. Hay que sumarle, además, que desde aquella época se estaba ya insistiendo en que no había llegado a Asia, como se pretendía, de allí que Colón le diera mucha importancia a encontrar tierra firme.

Las noticias de que Juan Caboto había llegado a la península de Labrador desde Inglaterra, y el que Vasco da Gama saliera para alcanzar la India bordeando toda África, aceleró los planes de Colón, que también buscaba introducir cultivos en el Nuevo Mundo, tales como la caña de azúcar y repartir las tierras a los colonos. Pese a todo, logra equipar 6 embarcaciones y embarcar como parte de la tripulación a 30 mujeres. La flota salió de Sanlúcar de Barraneda, haciendo escala en Madeira y La Gomera; dos de ellas se fueron a reforzar el asentamiento de La Española, mientras él se dirigía más al sur, donde descubrió Trinidad y llegó a la costa venezolana de Paria y la desembocadura del río Orinoco, lugar donde creyó estar próximo al paraíso terrenal debido a su exuberante vegetación, siendo recibido amistosamente por los nativos.

Para el 15 de agosto se dirigió a La Española donde tuvo que lidiar con una sublevación comandada por Francisco Roldán, a quien había nombrado alcalde de Isabela. La rebelión era por las mismas razones que antes: la falta de alimentos y riqueza. Colón se sometió a las exigencias de los rebeldes, y repartió tierras y dándoles autorización para usar a los nativos como esclavos. Pese a las medidas tomadas, los desordenes continuaban, obligando a los reyes a enviar un juez pesquisidor especial, Francisco de Bobadilla, comendador de Calatrava, a hacerse cargo de la gobernación y administrar la justicia. No hay que dejar a un lado el envío, en forma de venta, de 300 nativos como esclavos a España, hecho que disgustó enormemente a los reyes.

Llegado Bobadilla, destituyó a Colón y a sus hermanos Diego y Bartolomé de todos sus cargos, y confiscó los bienes del almirante. Colón admitió haberse excedido en su autoridad al haber mandado ahorcar a varios colonos descontentos, pero atribuyó su fracaso al diablo. Sin embargo, fue enviado de regreso a España despojado de los honores, encadenado y acusado de malos tratos y tiranía. Durante el viaje comenzó a mostrar signos de desequilibrios mentales, ya que diseñó un plan para atacar la retaguardia del Islam por la “vía Oceánica”, y reconquistar Jerusalén para los reyes. También comenzó a tener exagerados arrebatos de misticismo afirmar que faltaban 155 años para el fin del mundo, según cálculos que hizo con base en los escritos de San Agustín, y concluyó que el descubrimiento de las Indias era parte de un plan divino que aceleraba el momento histórico para lograr ese final. 

El cuarto y último viaje (11 de mayo de 1502 – 7 de noviembre de 1504).

Pese a los acontecimientos que le habían acaecido en su último viaje, los reyes se reconciliaron con Colón y le autorizaron un cuarto viaje, pero este tenía un objetivo claro: encontrar por lo que hoy en Centroamérica el paso a la tierra de las especias, prohibiéndole desembarcar en La Española y traficar con esclavos. Partió de Cádiz con cuatro carabelas y con 140 tripulantes, entre ellos su hijo Hernando. La expedición de primera instancia llegó a lo que hoy es Belice, donde vio vestigios de la cultura maya, pero se decidió ir al sudeste, donde recorrió lo que hoy es Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, sin encontrar el tan anhelado paso a la tierra de las especias. De haberse decidido viajar al norte hubiera llegado a Yucatán.

La expedición fue la peor de todas, ya que se tuvo que enfrentar a muchas tormentas y huracanes, los barcos fueron invadidos por la broma (molusco que roe la madera) y perdiendo dos, las enfermedades azotaron a la tripulación, siendo afectados el mismo Colón y su hijo Hernando, que a la sazón contaba con 13 años, quienes estuvieron a punto de morir. Las semanas continuaron y no se lograba nada, hasta que llegaron a Veragua, entre Costa Rica y Panamá, donde había oro. Pero ni con eso mejoraron las condiciones, ya que febriles y arrastrados por el viento, tuvieron que seguir adelante hasta la desembocadura del río Culebra, donde Colón escribió: “La gente estaba tan molida que deseaba la muerte para salir de tantos martirios. Los navíos ya habían perdido las barcas, anclas, velas y estaban abiertos, sin velas”.

Dada la situación, se dirigió a Jamaica en junio de 1503, donde esperó siete meses para recibir ayuda por parte de Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, enfrentándose en tanto a una sublevación de sus hombres y a la hostilidad de los nativos. Enfermo de artritis, tuvo que esperar cinco meses en La Española para poder regresar a España, llegando a Sanlúcar de Barrameda el mes de noviembre de 1504, al poco tiempo de morir Isabel la Católica. 

La polémica.

A su llegada comenzó un periodo de decadencia, ya que se deprimió, su salud decayó y lo envolvió una decadencia física y mental. Para el verano de 1506 fue recibido por el monarca Fernando el Católico en Segovia, a quien le reclamaba lo pactado y los privilegios que había perdido, pero el rey no estuvo dispuesto a cambiar su decisión de regresarle los honores, y menos cumplir con lo acordado. De todas formas siguió buscando audiencia con el monarca. Una ya pactada tuvo que ser cancelada por la muerte de Fernando y por la inmediata ascensión como monarcas de Felipe el Hermoso y doña Juana, a quienes buscó afanosamente para entrevistarse. No logrando el objetivo, les envió una carta donde se les ponía a sus órdenes.

Catafalco que contiene los restos del Almirante en la Catedral de Sevilla
Para mayo 19 de 1506 entró en agonía, ratificando el testamento que había hecho el 25 de agosto de año anterior, donde le heredaba a su hijo Diego todos sus bienes y oficios, no olvidando ni a su hijo Hernando ni a sus hermanos Bartolomé y Diego en el. Después de pedir el hábito de san Francisco, murió en Valladolid en compañía de su hijo Hernando, su cuñado Francisco y algunas personas más. Se cuenta que donde falleció fue en una casa de la calle Ancha de Magdalena donde hay una placa que dice: “Aquí murió Colón. Gloria al genio”.

Sin embargo, el almirante no tuvo reposo aun después de muerto, ya que primero se le enterró en el convento de los franciscanos de Valladolid, donde permaneció hasta 1509 cuando fue enviado al monasterio cartujo de Las Cuevas de Sevilla, donde su hijo Diego tenía un panteón familiar. De allí fue trasladado en 1536 a la catedral de Santo Domingo, República Dominicana, por instancias de su suegra María de Toledo, quien no sólo llevó los restos de Colón si no de su esposo Diego. En 1795 la isla pasó a manos francesas, así que los restos del almirante volvieron a cambiar de ubicación y se les llevó a la catedral de La Habana, donde estuvieron hasta 1898, fecha en que la isla fue ocupada por los Estados Unidos, llevándoselos a Sevilla, dejándolos en un catafalco de la catedral.

Pero Colón no estuvo exento de polémicas ni muerto, siendo la más importante la que se desató en 1877 al hallarse en la catedral dominicana unos restos con una inscripción que hacía referencia a Colón. Por ello, la disputa entre las dos ciudades por cuál de las dos tenía los verdaderos restos del descubridor no se hizo esperar. Estudios recientes de ADN confirman que los restos hallados en Sevilla no pueden ser de Colón pero sí de su hijo Diego. De todos modos el enigma persiste.

El legado.

Lo que sí es un hecho es que, si bien es cierto Colón disfrutó de cierta fama en su primer viaje, con el paso del tiempo su figura estuvo llena de altibajos, pero en franco declive. En su tiempo no fue realmente valorado, aun y cuando hizo mucho, y se ganó muchas antipatías, tantas que al morir su figura cayó en el olvido. Su hijo Hernando intentó rescatarla al publicar la primera biografía que hay de él en 1571, pero no suscitó gran interés. La segunda obra referente a él fue la Historia general de las Indias que se imprimió hasta el siglo 19 por Bartolomé de las Casas, pese haberse escrito en los primeros años del descubrimiento.

Durante el romanticismo se revaloró su imagen, ya que el nacionalismo italiano lo idealizó, convirtiéndolo en una figura mítica, con un aurea de heroísmo y generando una historiografía que en muchas ocasiones raya en lo inexacto, cayendo en lugares comunes.

Sin duda alguna, la vida de Cristóbal Colón todavía no depara muchas sorpresas por la cantidad de interrogantes que nos deja su vida. Aquel hombre que cambió el rumbo de la historia por haber descubierto un continente, sigue siendo un desconocido, y murió, irónicamente, obstinado con la negativa de lo evidente: que había descubierto un continente y no había llegado a las Indias.

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