"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

miércoles, 20 de marzo de 2013

APUNTES EN EL CUADERNO DE BITÁCORA: Guerardini: infalibilidad no es «papolatría»...

Teníamos esta entrada en carpeta desde antes de la elección de Francisco. La pensamos como complementaria de Newman contra la «papolatría». El P. Iraburu parece escandalizarse por el uso de «papolatría» pues sería un término empleado por los protestantes del siglo XVI para denostar a los católicos fieles. Ciertamente es falso que los católicos adoremos al Papa como a Dios. No existe una «papolatría» en sentido propio y formal. Pero sí existe una «papolatría» que es un error por exceso respecto del Romano Pontífice y su función en la Iglesia, con diversas manifestaciones, sean teóricas o prácticas. En esta entrada, Gherardini alude a una «papolatría» entendida como «infalibilismo». La infalibilidad es un carisma de la Iglesia y del sucesor de Pedro, mientras que el infalibilismo es una desvirtuación y una extensión del abusiva carisma petrino más allá de los límites de la Revelación. Es también una actitud no exenta de servilismo, típica en cierto modo de la mentalidad cortesana que ha sido efecto y causa de exageraciones que en último término van contra los dogmas relativos al Primado, la Iglesia y su Jerarquía.Haciendo un poco de historia, debemos decir que la expresión «papolatría» se empleó durante el Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II (recordemos que a Iraburu le gusta poner énfasis en «sacrosanto»). La usó en el Aula Conciliar el Obispo Emil-Josef De Smedt (Brujas, Bélgica) quien fuera parte del Secretariado para la Unidad Cristiana y miembro de una Comisión que redactó esquemas que luego se convertirían en documento oficiales del último Concilio. Y en el mismo sentido, también la utilizó durante el Concilio Máximo IV Saigh, Patriarca de Antioquía y todo el Oriente y cardenal de la Iglesia Católica.El término «papolatría», bien entendido, ha adquirido carta de ciudadanía en la Iglesia. Y su uso es legítimo siempre que se precise adecuadamente su definición. A impulsos del entusiasmo papólatra ya estamos viendo otro signo de «papolatría»: el atribuir a hechos y dichos del otrora cardenal Jorge M. Bergoglio un valor equivalente al de actos pontificios. Es un error de funestas consecuencias.

A este respecto, parece muy apropiado considerar cuidadosamente las palabras del dogma: «El Romano Pontífice, cuando habla “ex cathedra”, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.»Palabras sopesadas con extremo rigor. No sólo no divinizan a un ser humano, sino que, en el acto mismo de reconocerle un carisma que ningún otro hombre posee, ponen límites claros y condiciones estrictas en el ejercicio del mismo. El Papa, en efecto, «no por el hecho de ser papa» (simpliciter papatus ex auctoritate), es absolutamente infalible.»Tal vez haya llegado el momento de decir con sinceridad y firmeza lo que reiteradamente se declaró en el pasado, reciente y lejano, acerca de la necesidad de liberar al papado de esa especie de «papolatría», que no contribuye a honrar al Papa y a la Iglesia. No todas las declaraciones papales son infalibles, no todas pertenecen al mismo nivel dogmático. La mayor parte de los discursos y documentos papales, aun cuando tocan el campo doctrinal, contienen enseñanzas comunes, orientaciones pastorales, exhortaciones y consejos, que en la forma y en el contenido, están muy lejos de la definición dogmática. Esta no existe sino cuando se presentan las condiciones establecidas por el Vaticano I.

— Es necesario que el Papa hable «ex cathedra»: la expresión toma su significado de la función ejemplar y moderadora que, desde el principio, hizo del Obispo de Roma el maestro de la Iglesia universal y de la misma Roma el «locus magisterii». En uso desde el siglo II como símbolo de la función magisterial del obispo, la cátedra devino, luego, en el símbolo de la función magisterial del Papa.Hablar «ex cathedra» significa, por tanto, hablar con la autoridad y la responsabilidad de la persona que goza de la jurisdicción suprema, ordinaria, inmediata y plena sobre toda la Iglesia, y cada uno de sus fieles, pastores incluidos, en materia de fe y costumbres, pero no sin reflejos e incluso efectos disciplinarios.

— «Omnium Christianorum pastoris et doctoris munere fungens»: la frase hace explícito el contenido de «ex cathedra». Fuentes bíblicas neo-testamentarias y documentos de la Tradición confluyen en la definición del Vaticano I para afirmar que la infalibilidad del magisterio papal sólo surge cuando el Papa enseña la Revelación divina y hace obligatorias sus enseñanzas para todos.

— «Pro suprema sua Apostolica auctoritate »: es la razón formal de su magisterio infalible y universal. Tal razón es debida a la sucesión apostólica del Papa a Pedro, que entonces fue el primero, pero no el único, obispo de Roma, y Papa, en cuanto obispo de Roma. A todo sucesor suyo en la «cátedra romana» compete todo cuanto Cristo había dado a Pedro, «ratione office, non personae». Es por ello menos correcto decir «infalibilidad personal del Papa» en vez de «infalibilidad papal». Empero, si se quiere insistir, como hace alguno, en la «infalibilidad personal», se debe distinguir siempre, en el Papa, la «persona pública» de la «privada», recordando que la «persona pública» viene determinada por su oficio.

— «Doctrinam de fide vel moribus»: debe tratarse de una verdad que se ha de creer y cualificada de la existencia cristiana, directamente contenidas o no, en la Revelación divina. Un objeto diverso de la enseñanza papal no puede pretender estar cubierto por el carisma de la infalibilidad, el cual se extiende tanto como la Revelación misma.— «Per assistentiam, divinam»: no cualquier intervención del Papa, no una simple advertencia, no una enseñanza cualquiera, están asegurados por la asistencia del «Espíritu de la verdad» (Jn.14, 17; 15, 26), sino solamente aquel que, en armonía con las verdades reveladas, manifiesta que el cristiano debe, en cuanto tal, creer y poner en práctica.Sólo con el pleno y absoluto respeto de las mencionadas condiciones, el Papa recibe la garantía de la infalibilidad; puede, por tanto, recurrirse a ella cuando se intenta obligar al cristiano en el ámbito de la fe y de la moral. Y también cabe agregar, de toda intervención papal y de las palabras que la expresan, debe resultar, junto al respeto de las condiciones indicadas, la voluntad de definir una verdad como directa o indirectamente revelada, o bien de definir una cuestión «de fide vel moribus», con la que toda la Iglesia deberá luego uniformar su propia enseñanza. 

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