"No he de callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo." Don Francisco de Quevedo.

BARRA DE BUSQUEDA

viernes, 8 de marzo de 2013

El EXTREMO LLAMAMIENTO: Por Sandro Magister.

Las reacciones de los tradicionalistas ante la renuncia de Benedicto XVI. Legítima pero inoportuna, según Roberto de Mattei. Imposible filosóficamente y teológicamente, según Enrico Maria Radaelli.

ROMA, 20 de febrero de 2013 – ¿Cómo han reaccionado ante la dimisión de Benedicto XVI los más decididos defensores de la tradición católica?

El historiador de la Iglesia Roberto de Mattei ha comentado la decisión del Papa Joseph Ratzinger con una nota en la página web "Corrispondenza Romana", por él dirigida: Considerazioni sull'atto di rinuncia di Benedetto XVI.

De Mattei no contesta la legitimidad de la renuncia de Benedicto XVI al pontificado.

Reconoce que "está contemplada por el derecho canónico y se ha verificado históricamente en los siglos".

Pero, como el mismo de Mattei lo reconoce más abajo, jamás por los motivos alegados por Ratzinger.

Y también está fundada teológicamente, porque pone término no a la potestad de orden conferida al sacramento, que es indeleble, sino sólo a la potestad de jurisdicción.

Desde el punto de vista histórico, sin embargo, de Mattei sostiene que la renuncia de Papa Joseph Ratzinger "está en absoluta discontinuidad con la tradición y la praxis de la Iglesia": "No se puede comparar ni con Celestino V, que dimitió tras haber sido arrancado a la fuerza de su celda eremítica, ni con Gregorio XII, al que se obligó a su vez a renunciar para resolver la gravísima cuestión del Gran Cisma de Occidente. Se trataba de casos excepcionales. Pero, ¿cuál es la excepción en el gesto de Benedicto XVI? La razón oficial, esculpida en sus palabras del 11 de febrero, expresa, más que la excepción, la normalidad".

Es la "normalidad" que coincidiría sencillamente con "el vigor tanto del cuerpo como del espíritu".

A nuestro humilde entender, esto es no confiar en la Providencia Divina: "Mi Gracia te basta".

Pero entonces "debemos preguntarnos": "En dos mil años de historia, ¿cuántos son los papas que han reinado con buena salud y no han advertido el declinar de sus fuerzas y no han sufrido a causa de enfermedades y pruebas morales de todo tipo? El bienestar físico no ha sido nunca un criterio de gobierno de la Iglesia. ¿Lo será a partir de Benedicto XVI?".

Si así será – escribe de Mattei – el gesto de Benedicto XVI asume unas consecuencias "ya no sencillamente innovadoras, sino revolucionarias": Esto lo han dicho claramente muchos "Cardenales" y "teólogos" que aplauden la decisión, como por ejemplo, Hans Küng.

"La imagen de la institución pontificia, a los ojos de la opinión pública mundial, estaría en efecto despojada de su sacralidad para ser entregada a los criterios de juicio de la modernidad".

Y se alcanzaría así el objetivo reivindicado en varias ocasiones por Hans Küng y otros teólogos progresistas: el de reducir el Papa "a presidente de un consejo de administración, a un papel puramente arbitral, flanqueado por un sínodo permanente de obispos, con poderes deliberativos".

Mucho más radicales son las conclusiones a las que llega el filósofo y teólogo Enrico Maria Radaelli.

Éste ha argumentado sus críticas al gesto de Benedicto XVI en una nota de 13 páginas publicada en su página web: Aurea Domus.

El título de la nota no deja lugar a dudas: "Porqué el Papa Ratzinger-Benedicto XVI debería retirar su dimisión. No es aún el tiempo de un nuevo Papa porque sería el de un anti-Papa".

Radaelli se inspira en las palabras de Jesús resucitado al apóstol Pedro, en el capítulo 21 del evangelio de Juan. De aquí deduce que "la cruz es el estatus de todo cristiano" y, por tanto, "rebelarse al propio estatus, rechazar una gracia recibida, sería para un cristiano una culpa grave contra la virtud de la esperanza, contra la gracia y contra el valor sobrenatural de la aceptación de la propia condición humana, tanto más grave si la condición recubre funciones 'in sacris', como es la condición, entre todas la más eminente, de Papa".

Como el Pedro del "quo vadis?" que huyendo de Roma se encuentra con Jesús que va a morir en su lugar, así "sucede cuando un Papa (pero también el último de los fieles) huye del lugar donde lo ha empujado Cristo a luchar, a sufrir, quizás a morir: sucede que Cristo va a luchar, a sufrir, tal vez también a morir, en su lugar".

Es verdad – reconoce Radaelli – que el canon 333 del código de derecho canónico establece que un Papa tiene el poder de dimitir, "pero yo digo que tal poder no lo tiene ni siquiera el Papa, porque sería el ejercicio de un poder absoluto que contrasta con el ser precisamente de sí mismo". Y "es imposible incluso para Dios" no ser lo que se es.

La dimisión de un Papa – prosigue –, aunque permitida legalmente, "no está permitida metafísica y místicamente, porque en la metafísica está unida al nudo del ser, que no permite que una cosa contemporáneamente sea y no sea, y en la mística está unida al nudo del Cuerpo místico que es la Iglesia, para el cual la vicariedad asumida [por el sucesor de Pedro] con el juramento de la elección pone el ser del elegido en un plano ontológico sustancialmente distinto del dejado: en el plano más alto metafísica y espiritualmente de Vicario de Cristo".

Y más: "No considerar estos hechos es, en mi opinión, un golpe mortal al dogma. Dimitir es perder el nombre universal de Pedro y retroceder al ser privado de Simón, pero esto no puede ocurrir, porque el nombre de Pedro, de Cephas, de Roca, es dado en un plano divino a un hombre que, recibiéndolo, ya no hace sólo a sí mismo, sino que 'hace Iglesia'. Sin contar que al no poder en realidad dimitir el Papa que ha dimitido, el Papa que le reemplaza, a pesar suyo, sólo podrá ser un anti-Papa. Y quien reinará será él, el anti-Papa, no el verdadero Papa".

Concluye Radaelli: "La consideración final es, por tanto, la siguiente: el Papa Joseph Ratzinger-Benedicto XVI no debería dimitir, sino que debería desistir de su suprema decisión reconociendo el carácter metafísica y místicamente inactuable y, por consiguiente, también legalmente inconsistente. De este modo, no es la dimisión, sino la retirada de la misma la que se convierte en un acto de sobrenatural valentía, y sólo Dios sabe lo necesitada que está la Iglesia de un Papa sobrenaturalmente, y no humanamente, valiente. Un Papa al cual aclamen no los 'liberales' de toda la tierra, sino los ángeles de todos los cielos. Otro Papa mártir, joven león del Señor, lleva más almas al cielo que cien Papas dimisionarios".

Roberto de Mattei ha publicado en 2011 una historia del Concilio Vaticano II alternativa a la muy difundida de la progresista "escuela de Bolonia": Un Concilio también puede cometer errores.

Mientras el último libro de Enrico Maria Radaelli, muy reciente, lleva por título "Il domani - terribile o radioso? - del dogma": La imposible "hoja de ruta" de la paz con los lefebvrianos.

Ambos atribuyen la crisis hodierna de la Iglesia no sólo a las malas interpretaciones y aplicaciones del Vaticano II, sino a errores del Concilio mismo.

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